Ubicado en El Cerro (La Habana-Cuba) se encuentra el Asilo Santovenia, (Quinta Santovenia) una institución que cuenta en la actualidad con quinientas personas residentes, trescientas sesenta internas, de las cuales cuarenta y ocho son gallegas.
De su atención se ocupan las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, la misma orden que gestiona en Santiago el Asilo de San Marcos. La Quinta Santovenia se ubica en la Calzada del Cerro y fue donada mediante testamento por una criolla de Bejucal, Susana Benítez de Parejo, a la congregación Hermanitas de los Ancianos Desamparados en el año 1885.
La institución contaba, no sabemos si aún, con la colaboración de los gobiernos autonómicos de Asturias y Canarias y la Xunta de Galicia, sobre todo esta ultima. De hecho en el año 1997 su fundación, que lleva el nombre de "Manuel Fraga", aquel político que fue ministro de turismo franquista y que luego, con la democracia, fue electo presidente de la Xunta por el partido Alianza Nacional, la génesis del actual Partido Popular.
Fraga visitó Cuba en 1991 y se comió los pulpos y jugó dominó con su casi paisano dictador Fidel Castro, pues ha estado implicada en las ayudas, entre ellas una ambulancia Citroën para el traslado de los trescientos ancianos, de los cuales gallegos naturales. Además le hicieron entrega de ciento veinte mil kilos de alimentos al Centro Gallego de La Habana. De eso hacen ya algunos años, con lo cual desconocemos si se mantienen, repetimos.
ORIGENES
Un fragmento de un artículo publicado en el Diario de La Marina con fecha del siete de febrero 1946 y firmado por el periodista Luis Bay Sevilla, nos cuenta que la quinta fue levantada por el segundo conde de Santovenia en la Calzada del Cerro esquina a la de Patria a finales del primer tercio del siglo XIX.
Un fragmento de un artículo publicado en el Diario de La Marina con fecha del siete de febrero 1946 y firmado por el periodista Luis Bay Sevilla, nos cuenta que la quinta fue levantada por el segundo conde de Santovenia en la Calzada del Cerro esquina a la de Patria a finales del primer tercio del siglo XIX.
Fue emplazada en el edificio donde se alojaría la familia al centro de una gran parcela de terreno estando la casa lo suficientemente alejada de la calle, y precedida de una amplia avenida flanqueada de frondosos árboles. La casa estaba rodeada por sus costados y fondo de bellísimos jardines que enriquecían dos magníficas fuentes artísticas, figuras confeccionadas en mármol y distintos jarrones de terracota.
Se cuenta que encontrándose ella en Ceiba Mocha, acertó a cruzar por allí el acaudalado hacendado matancero, propietario de seis ingenios azucareros, don Juan de la Cruz Van-der-Putter, viudo en tres ocasiones, que al verla se quedó perdidamente enamorado de ella.
Esta residencia, en si misma enriquecida con los más bellos mármoles y ricas maderas, fue visita obligada de la aristocracia habanera y escenario de las más suntuosas recepciones. Estas señoriales mansiones del Cerro, de las cuales el palacete de Santovenia fue relevante ejemplar, representaban un estilo que luego resultó replicado en otros barrios suburbanos como en el del Vedado.
Esta señorial casa la ocupó durante algún tiempo la familia del segundo conde de Santovenia, quien la cedió luego al señor Manuel Arredondo, conde de Vallellano, que estaba casado con la señora Lutgarda Valdés y Díaz Albertini, prima hermana del eminente médico doctor Antonio Díaz Albertini.
A la muerte del segundo conde de Santovenia, don Nicolás Martínez de Campos y González del Alamo, la propiedad pasó a poder de su sobrino el doctor José María Martínez de Campos y de la Vega, que fue el tercer conde de Santovenia casado con la señora Elena Martín de Medina y Molina, condesa de Santovenia, nacida en Ceiba Mocha, Matanzas, el seis de abril de 1820.
| Casa del Marqués de Santovenia |
Esta vez la viuda fue Elena, quien a la muerte de su marido a los pocos años de casados contrajo segundas nupcias con el conde de Santovenia, quien a su vez falleció poco después de su matrimonio. No perdonaba la doña.
Como su hermosura no había declinado, el capitán general de Cuba, general Domingo Dulce y Garay, marqués de Castell-Florit, se enamoró de ella y se casaron en terceras nupcias. Al ser relevado Dulce de sus funciones en la isla, el general retornó a España con Elena donde años después fallecieron los dos.
La segunda hija de este ultimo matrimonio, doña Serafina, también casó dos veces, la primera con el señor Juan Crisóstomo Peñalver y Montalvo, primogénito de los condes de Peñalver y en segundas nupcias con el primer marqués de Casa Montalvo. La Quinta de Santovenia, con la de Fernandina, constituyeron en su tiempo lo que pudiéramos llamar el siglo de oro de la nobleza cubana.
Allí se ofreció en el año 1860 una gran fiesta en honor del duque de la Torre, entonces capitán general de esta Isla, donde se hizo un verdadero derroche de distinción, riqueza y hermosura, mientras que el veintisiete de febrero de 1872 tomó el puerto de La Habana la escuadrilla rusa que acompañaba al príncipe Alejo Alejandrovitch.
Este príncipe era el tercer hijo del emperador de Rusia Alejandro II y de María Feodorwina de Hesse, declarados huéspedes ilustres de la Habana, y que también se alojaron en dicha Quinta, gracias al dinero que testará la noble dama cubana Susana Benítez para los viejos pobres de su país. Con los años la Quinta pasó a propiedad de la familia Castañer, y fue quemada cuando la última Guerra de Independencia.
Al morir en España la señora Susana Benítez de Parejo, que ya había fundado el Colegio El Santo Ángel situado en Teniente Rey y San Ignacio, frente a la Plaza Vieja, dejó en su testamento más de cien mil pesos en oro, para la “Congregación de los Ancianos Desamparados“. Para ello designaron como albacea al doctor Antonio González de Mendoza. Uno de sus sobrinos, hijo de su hermano Antonio e igual natural de Bejucal en la Habana, de nombre Nicolás, llegó a ser coronel del Ejército Libertador.
Maldita Hemeroteca
Fuente: Condensado del Diario de la Marina
