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IGNACIO AGRAMONTE: Fusilados por mujeriegos


La Vida de Ignacio Agramonte, de Juan José Expósito Casasús, constituye un mito de la cultura cubana. Durante generaciones en las escuelas de la Isla se cuentan las hazañas de Agramonte como parte de un ciclo de relatos de dimensiones épicas. 

En este libro se llama la atención de los conflictos surgidos entre los lideres mambises, donde el tema "modo de gobernar la República cubana en armas y sus instituciones democráticas", era primordial. Asimismo merecen interés los decretos y documentos constitucionales que incluye, así como anécdotas del Mayor. Les dejamos esta de la autoría del mayor general Julio Sanguily, que demuestra su intransigencia ante lo mal hecho.


Esta Vida de Ignacio Agramonte recoge parte de las cartas que intercambiaron entre sí Agramonte y Amalia, el amor de su vida. Asimismo, contiene documentos militares que informan de las operaciones de la guerra de independencia cubana. Tratado con cariño y respeto por sus subordinados e iguales o superiores en rango al suyo, el mayor general Ignacio Agramonte logró una estricta organización y disciplina de las tropas bajo su mando. 

Su personalidad, principios ético-morales y humanidad, lo distinguieron en toda su vida. El sobrenombre de “El Ballardo” con el cual trascendió a la historia, yuxtapuso en su persona la gallardía, el patriotismo puro, la inteligencia oportuna y rápida que le acompañó a lo largo de su corta, pero provechosa vida. El Dr. Hortsmann, ilustre abogado camagüeyano aseguró una vez que allá por el año 88, en el domicilio del Gral. Sanguily, sito en Alcalá esq. Cedaceros, en Madrid, oyó de labios del General la siguiente anécdota. 

"Agramonte había dictado un bando por el cual se castigaba con la muerte al militar que abandonara el campamento para ir en busca de mujeres. Dos sargentos muy valiosos y queridos de la tropa salen una noche con aquel propósito. 

A su regreso, Agramonte ordena formarles consejo de guerra, a pesar de la advertencia de algunos subordinados que le hablan de la simpatía de aquéllos entre la tropa. Se forma el tribunal que dicta fallo de muerte. Se ordena formar la fuerza y hacer el cuadro: allí está Agramonte con su Estado Mayor; pero advierte que los miembros del piquete se muestran remisos a cumplir su misión y más con el semblante y con el gesto que con la palabra, los jefes se trasmiten el pensamiento. 

Entonces el Mayor saca su arma y diciendo: "Yo soy hombre y también tengo corazón; pero tengo que cumplir las leyes militares, porque debo hacer un ejército", espolea su caballo basta donde están los ejecutores y la voz enronquecida de los fusiles sella el cúmplase de la sentencia.".

Ramón Roa, en carta fechada en Sagua el 3 de agosto de 1878 dirigida a Juan M. Macías, en Matanzas, escribe: 

"El año 71 nuestros recursos, nuestro número y nuestra práctica de la guerra eran infinitamente menores que en el año 77; entonces el enemigo era más poderoso moralmente, pues con frecuencia nos dispersaba estando desnudos, hambrientos y sin municiones. 

Entonces sólo el que estuviera poseído de un fenomenal optimismo podría creer en que la victoria fuera nuestra; y sin embargo los que rodeaban a Agramonte, los mismos que ahora han capitulado eran los que desafiaban la muerte con las "frentes radiosas" como él decía y los que en aquella época hubieran rechazado toda transacción. Agramonte fué el salvador de una época".

Por su parte, el historiador español Antonio Pirala Criado dijo del Mayor en "Historia Contemporánea":

"El trabajo que tenía que emprenderse era inmenso y sólo un hombre dotado de especialísimas condiciones podría llevarlo a cabo; por fortuna el que debía hacerlo era Agramonte. Empezó la transformación por si mismo...

Por la vida del rancho y la partida instituyose la del campamento, juzgó sumariamente a unos cuantos que sorprendió al irse a presentar y contuvo el pánico: restituyó la confianza a los que le rodeaban y triunfos como el de la carga llamada de los civiles y el rescate de Sanguily y el Carmen hicieron comprender a sus soldados que la victoria y el éxito eran sus compañeros.

Aprovechó, asimismo, el valor y las aptitudes del General Sanguily, para que formara la base de la famosa caballería del Camagüey". "Del grupo . . . Agramonte fué el salvador y el creador de la revolución en ese territorio: Sólo su genio, valor, tenacidad y constancia hubieran realizado semejante empresa".


Maldita Hemeroteca 

Reproducido textualmente del libro cuarto de la autoría del mayor general Serafín Sánchez, reproducido en "La vida de Ignacio Agramonte", de Juan José Expósito Casasús 2019.
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