El poeta habanero Julián del Casal, autor de "Hojas al Viento", "Bustos y Rimas", junto a José Martí, fue uno de los mayores exponentes de la poesía moderna en Hispanoamérica. No era partidario de la violencia, pero en la Habana Elegante, una de las revistas de arte y literatura más importantes de finales del siglo XIX en Cuba y dirigida por Enrique Hernández Miyares, publicó varios artículos contra el coloniaje español.
En 1880 Casal conoce al general Antonio Maceo durante una estancia de este en la capital en tiempos de paz, y en una etapa poco divulgada de su vida, donde fue capaz de reunirse diplomáticamente con el capitan general de Cuba, Ramón Blanco Erenas, como apunta su biógrafo Luciano Franco, y que que acotamos que mantenía también muy buenas relaciones con la familia García Íñiguez.
Total, que en aquel ambiente de tertulias en la redacción del periódico "El Fígaro", fue donde se conocieron. Según Franco, Maceo le dedica una foto suya y luego Casal se hace retratar con él. Sin embargo, no deja de llamar la atención que siendo un hombre culto, de modales finos y delicados, un supuesto gay ambiguo y apasionado al opio, a los kimonos y adornos japoneses, Maceo lo escogió como un buen amigo a pesar de que Casal sí era anti español, pero no partidario de la guerra.
En 1950 el historiador de la Habana, el señor Emilio Roig de Lauchsenring, echó por tierra ese cliché de hombre inculto que siempre acompañó al "Titán de Bronce".
«Su heroísmo sin par [ha] dado motivo de que la generación cubana de nuestro días ignore, o conozca imperfectamente, otras facetas de su personalidad»
Aún así, veamos lo que pensaba Julián del Casal del Titán de Bronce, en una carta a su gran amigo y confidente Esteban Borrero Echevarría:
"Sólo he encontrado en estos días una persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura que sea? Maceo, que es hombre bello, de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro. No se si esa simpatía que siento por nuestro General es efecto de la neurosis que padezco y que me hace admirar a los seres con condiciones y cualidades opuestas a las mías; pero lo que le aseguro es que pocos hombres me han hecho tan grata impresión como él. Ya se ha marchado y no se si volverá. Después de todo me alegra, porque las personas me aparecen mejor a nuestros ojos vistas de lejos".
De hecho esa amistad no caía muy bien en aquellos círculos, sobre todo cuando dijo esto ultimo:
"Maceo tiene una voluntad de hierro y entusiasmo pico por la causa de la independencia de Cuba. Este es su único ideal. Aunque yo soy enemigo acérrimo de la guerra, me he convencido al oírlo hablar, de que es necesaria e inevitable. Creo que dentro de un año estaremos en la manigua".
Pudo ser posible, ¿por qué no?. No sería Casal el primero ni el último gay que suspiró en secreto por el amor de un hombre, otra cosa sería saber si ese amor fue correspondido o no. En ese caso nos parece que han sido ganas de buscarle la cuarta pata al gato, lo cual no deja de resultar interesante Algo parecido sucedió con el medico Zertucha, otro de los que se dijo "suspiró por el mulato".
El doctor Máximo Zertucha Ojeda, exonerado por traidor en un consejo de guerra presidido por el general de división Alejandro Rodríguez, sentía por Maceo algo más que admiración y dedicación, pero eso no significa que haya sido un amor homosexual. Nada de eso ha sido probado.
Si bien es cierto que el doctor había experimentado un meteórico ascenso a partir de que fuera nombrado su médico de cabecera, la estrecha amistad que les unía desde Costa Rica puso en estado de alerta a varios de aquellos celosos hombres, en especial al general Miró Argenter, que además de su jefe de estado mayor, fue su baboso recopilador de epopeyas.
Puros celos y desconfianzas surgidas a raíz de haber dejado - cobardemente además - el cadáver de su jefe y su ayudante tirado en medio de aquella maleza. No hay más que ver el incidente que se produjo al regreso en el campamento, entre el médico, el cocinero Benito y los generales Miró Argenter y Pedro Díaz, a juzgar como lo cuenta el coronel Manuel Piedra Martel en su libro, "Mis primeros treinta años", publicado en 1948.
Cuenta que sabiendo todos perfectamente que Maceo y Zertucha se sentaban a comer juntos en la misma mesa, desde ese día le negaron ese derecho. Al día siguiente, y temiendo claramente por su vida, Zertucha tomó la determinación de presentarse ante los Españoles. También es cierto que el médico nunca pudo recuperarse de aquella muerte, falleciendo de cáncer en Melena del Sur el 26 de octubre de 1905, dicen que angustiado por los recuerdos de aquel fatídico día.
No fue para menos. Todavía resulta increíble que el hombre que atesoró tantas batallas desde 1868, que se jugó tanto su vida acumulando tantas cicatrices en su cuerpo, haya muerto de esta forma tan inesperada y absurda en medio de una escaramuza de tan poca monta. Pero volviendo a Casal, de él escribió José Martí al conocer su fallecimiento lo siguiente:
"Fino espíritu, cariño medroso y tierno, ideal peregrinación, melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, porque las letras solo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad".
La muerte le sorprende el 21 de octubre de 1893, muy próximo de cumplir los 30 años. Fue en medio de una sobremesa de amigos en casa de los Malpica en el paseo del Pardo, y donde donde se encontraba el doctor Lucas de los Santos Lamadrid. Alguien debió decir algo que causó la risa de los presentes, y a Casal un espasmo que le provocó la muerte ahogado en su propia sangre producto de una hemoptisis. Se dijo que había sido por la rotura de aneurisma que padecía, pero en realidad estaba bastante afectado por la tuberculosis. Había nacido el 7 de noviembre de 1863 en Artemisa, la Habana.
El doctor Máximo Zertucha Ojeda, exonerado por traidor en un consejo de guerra presidido por el general de división Alejandro Rodríguez, sentía por Maceo algo más que admiración y dedicación, pero eso no significa que haya sido un amor homosexual. Nada de eso ha sido probado.
Si bien es cierto que el doctor había experimentado un meteórico ascenso a partir de que fuera nombrado su médico de cabecera, la estrecha amistad que les unía desde Costa Rica puso en estado de alerta a varios de aquellos celosos hombres, en especial al general Miró Argenter, que además de su jefe de estado mayor, fue su baboso recopilador de epopeyas.
Puros celos y desconfianzas surgidas a raíz de haber dejado - cobardemente además - el cadáver de su jefe y su ayudante tirado en medio de aquella maleza. No hay más que ver el incidente que se produjo al regreso en el campamento, entre el médico, el cocinero Benito y los generales Miró Argenter y Pedro Díaz, a juzgar como lo cuenta el coronel Manuel Piedra Martel en su libro, "Mis primeros treinta años", publicado en 1948.
Cuenta que sabiendo todos perfectamente que Maceo y Zertucha se sentaban a comer juntos en la misma mesa, desde ese día le negaron ese derecho. Al día siguiente, y temiendo claramente por su vida, Zertucha tomó la determinación de presentarse ante los Españoles. También es cierto que el médico nunca pudo recuperarse de aquella muerte, falleciendo de cáncer en Melena del Sur el 26 de octubre de 1905, dicen que angustiado por los recuerdos de aquel fatídico día.
No fue para menos. Todavía resulta increíble que el hombre que atesoró tantas batallas desde 1868, que se jugó tanto su vida acumulando tantas cicatrices en su cuerpo, haya muerto de esta forma tan inesperada y absurda en medio de una escaramuza de tan poca monta. Pero volviendo a Casal, de él escribió José Martí al conocer su fallecimiento lo siguiente:
"Fino espíritu, cariño medroso y tierno, ideal peregrinación, melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, porque las letras solo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad".
La muerte le sorprende el 21 de octubre de 1893, muy próximo de cumplir los 30 años. Fue en medio de una sobremesa de amigos en casa de los Malpica en el paseo del Pardo, y donde donde se encontraba el doctor Lucas de los Santos Lamadrid. Alguien debió decir algo que causó la risa de los presentes, y a Casal un espasmo que le provocó la muerte ahogado en su propia sangre producto de una hemoptisis. Se dijo que había sido por la rotura de aneurisma que padecía, pero en realidad estaba bastante afectado por la tuberculosis. Había nacido el 7 de noviembre de 1863 en Artemisa, la Habana.
Como bien apunta Oscar Montero en su excelente artículo, "Casal y Maceo en La Habana Elegante", el poeta significó en la vida de Maceo más allá de la línea recta que le dibujaron los biógrafos, el desvío hacia la marginación. Tuvo suerte no de haber vivido los tiempos en la cultural revolución Castrista, pues probablemente hubiera sido candidato seguro para ingresar en algún campamento para "reeducar a débiles".
Al parecer sus restos fueron sustraídos misteriosamente de la bóveda de la familia Malpica donde habían sido sepultados en el cementerio de Colón, y estas son las horas que no se conoce su paradero. Mejor así, porque aquello - con los años - se convirtió en una letrina y un punto de encuentro para que los más morbosos y fetichistas dieran rienda suelta a su lujuria.
Maldita Hemeroteca.
Fuentes:
Delgado Fernández G. "Melena del Sur y sus hombres Máximo de Zertucha y Eugenio Molinet". Revista Cúspide.1938. // Soto Paz R. "El médico de Maceo ¿fué Zertucha un traidor?". Revista Bohemia. 1949. Montero. O. "Casal y Maceo en la Habana Elegante". 1998. Franco Luciano. "Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida", 1989. "Notas tomadas del artículo de Francisco Morán, de la Universidad de Georgetown en La Habana Elegante".