![]() |
| Pueblo de Hermigua, en la isla de la Gomera |
La emigración canaria a Cuba fue cuantiosa y sostenida, tanto que puede considerarse una de sus principales raíces culturales y etnográficas. Hoy no es raro el canario que tiene familiares en Cuba, y menos raro el cubano que lleva un apellido de origen canario. Uno de los más famoso fue el Gomero Inocencio Casanova Fagundo, natural de Hermigua, en la isla de la Gomera, en 1762, y que al llegar a Cuba se estableció en la localidad matancera de Cárdenas, donde hizo fortuna.
Emprendedor nato, ocupó diversos cargos en la administración local, siendo Procurador o Registrador de la Anotaduría de Hipotecas de Cárdenas, Juez de la Diputación de Cárdenas de la Real Junta de Fomento de la Isla de Cuba, la cual se dedicaba a la promoción, cuidado y formación de presupuestos de obras públicas.
En 1850, un suceso cambió radicalmente su vida y la de los suyos. Invitado al banquete a donde acudió en compañía de su esposa y de su hija Emilia, en conmemoración a la victoria obtenida por las tropas españolas sobre los luchadores por la independencia de Cuba, su hija pronunció un brindis por Independencia de Cuba, lo cual fue considerado por las autoridades como un insulto. No obstante, su condición de mujer y la lealtad demostrada por su padre al régimen colonial, evitaron males mayores.
Haciendo valer su nacionalidad norteamericana, regresa a Cuba, pocos años más tarde, para defender sus derechos de propiedad ante el gobierno colonial español. Como Inocencio y la mayoría de sus hijos, prestaron su auxilio a las guerras de independencia de los cubanos contra España, su familia fue perseguida y vigilada constantemente. Ello no fue impedimento para que realizase numerosas donaciones en bien de la comunidad. Falleció en La Habana el 30 de mayo de 1890.
Datos tomados de un artículo de Ricardo J. Valeriano Rodríguez en Gomeraverde.es y BEERMAN, E. “Un canario en Cuba y Nueva York (1804-º890)”. XII Coloquios de Historia canario americana. Las Palmas, 1992.
Posteriormente se desposó con la hija de un rico hacendado que poseía el ingenio “La Armonía”, con la que tuvo doce hijos. Fue consciente de las ventajas que ofrecía el floreciente puerto de Cárdenas para el desarrollo económico de esa pujante región azucarera, siendo de los primeros en adquirir solares que le proporcionaron ricos dividendos. En 1844, con apenas 40 años, el de Hermigua ya era uno de los más prósperos empresarios de la isla.
Emprendedor nato, ocupó diversos cargos en la administración local, siendo Procurador o Registrador de la Anotaduría de Hipotecas de Cárdenas, Juez de la Diputación de Cárdenas de la Real Junta de Fomento de la Isla de Cuba, la cual se dedicaba a la promoción, cuidado y formación de presupuestos de obras públicas.
En 1850, un suceso cambió radicalmente su vida y la de los suyos. Invitado al banquete a donde acudió en compañía de su esposa y de su hija Emilia, en conmemoración a la victoria obtenida por las tropas españolas sobre los luchadores por la independencia de Cuba, su hija pronunció un brindis por Independencia de Cuba, lo cual fue considerado por las autoridades como un insulto. No obstante, su condición de mujer y la lealtad demostrada por su padre al régimen colonial, evitaron males mayores.
![]() |
| Ya desde 1854 había solicitado la nacionalidad estadounidense, que le fue concedida por el tribunal supremo de Nueva York el 17 de julio de 1860. |
En 1854, debido a que se descubren las actividades revolucionarias que realizaban algunos de sus hijos, se ve obligado a abandonar la isla con su familia, estableciéndose en Filadelfia. En 1855, luego de la celebración de la boda de su hija Emilia con el importante novelista cubano Cirilo Villaverde, regresa con el resto de los suyos a Cárdenas. Allí continúa con sus negocios, a la vez que cumple las funciones de Regidor del Ayuntamiento de la ciudad matancera.
En Nueva York Inocencio compró una quinta señorial en West Farm, el actual Bronx, que se convertiría en lugar de cita de los patriotas cubanos. Sus amplios sótanos se transformarían en depósito de municiones.
Inocencio hizo suyo el ideal independentista y edificó a iniciativa de su hija los túneles que conectaron su mansión con el canal de Long Island, que le permitieran embarcar de contrabando las armas para Cuba. De allí salieron no pocas expediciones durante la Guerra de los Diez Años. En este lugar se levantó una casa escuela por parte del ayuntamiento de Nueva York que lleva como nombre “Casanova”, en homenaje a la dedicación revolucionaria de esa familia, que fue abierta al público el 6 de junio de 1922.
Inocencio Casanova regresa a Cuba y por sus actividades revolucionarias es detenido. Tras permanecer 22 días encarcelado, se le embargó su ingenio “La Armonía”, el 26 de abril de 1869 y los solares del puerto de Cárdenas. Tras permanecer 22 días encarcelado, el 26 de abril de 1869 el gobierno español le embargó su ingenio La Armonía, así como los solares del puerto de Cárdenas. El 25 de febrero de 1871 fue definitivamente expulsado de la isla.
Haciendo valer su nacionalidad norteamericana, regresa a Cuba, pocos años más tarde, para defender sus derechos de propiedad ante el gobierno colonial español. Como Inocencio y la mayoría de sus hijos, prestaron su auxilio a las guerras de independencia de los cubanos contra España, su familia fue perseguida y vigilada constantemente. Ello no fue impedimento para que realizase numerosas donaciones en bien de la comunidad. Falleció en La Habana el 30 de mayo de 1890.
Solo agregar que su hija Emilia fundó en enero de 1869 la
Liga de las Hijas de Cuba, la primera sociedad femenina de carácter político que habían constituido las cubanas
tanto dentro como fuera de la isla, “con el objeto ostensible de crear fondos para socorrer a los heridos y enfermos
del ejército libertador cubano”. Mantuvo una entrevista con el Presidente Grant y otras tres con el secretario de Estado Fish.
Pero no quedó ahí su activismo en Washington. Además presentó al Congreso, en nombre de la liga, una
proposición para solicitar el estatus de beligerantes a sus compatriotas en armas. En ese memorial presentado por
ella el 4 de marzo de 1872 expresó que lo que en la Perla de las Antillas había era “una revolución popular, política y social, preparada muy de antemano”.
Acusó al gobierno de Estados Unidos de ayudar a España a mantenerla esclavizada. La muerte le sorprendió el 4 de marzo de 1897, siendo inhumados sus restos en el cementerio de Saint Raymond
de Nueva York. Quiso ser enterrada en La Habana junto a su esposo, el escritor Cirilo Villaverde, y en 1944 su hijo Narciso cumplió con su voluntad.
Datos tomados de un artículo de Ricardo J. Valeriano Rodríguez en Gomeraverde.es y BEERMAN, E. “Un canario en Cuba y Nueva York (1804-º890)”. XII Coloquios de Historia canario americana. Las Palmas, 1992.










