lunes, 9 de septiembre de 2024

ELLA

El general dominicano Enrique Loynaz y del Castillo, libertador cubano y autor del himno invasor, la compró casi sin discutir al precio de 40.000 pesos, y de este modo la "Casa del Alemán" pasó a formar parte de los dominios donde sus hijos Flor, Carlos Manuel, Enrique y Dulce María Loynaz, construyeron un mundo a su medida. 

En el gran jardín con vista al mar que germinó entre ambas residencias, los cuatro hermanos se inventaron una vida: se vistieron de largo, se rodearon de obras de arte, tocaron el piano, trajeron fuentes, perros, jaulas para monos, hicieron rotondas y tendieron hasta una pequeña línea de tren en el que surcaron divertidos aquel edén, donde hicieron tertulias literarias que bautizaron juevinas.


Allí se recluyeron y hasta abolieron la luz eléctrica sustituyéndola por parpadeantes bujías de carburo, más en sintonía con su espíritu. “Llegamos a un punto en que la realidad se confundía con la ficción, de modo que ni nosotros mismos acertábamos a separar esta de aquella”.

Antes de morir —en 1997— Dulce María recordaría: “Llevamos plantas exóticas, animales exóticos, realmente no teníamos ya gran necesidad de salir de allí. Entonces fue que vinieron las gentes del mundo exterior a entrar en nuestro mundo…”. Desde luego, no recibieron a todos. “En nuestra petulancia, creíamos que no todos eran dignos”.

Eso mismo pensó el Castrismo que mira como la dejó, llena de gente que hoy - probablemente - no sepa un carajo a quien perteneció. En total son unas 20 familias que en calidad de ocupas sin remedio, la han hecho pedazos transformándola en una ciudadela o cuartería. Pero atrás con lo feo y mire esto, que no por escueto deja de ser bellísimo:

Ella…

Ella se vistió de rosas
y olía a rosa;
y yo le dije:
¿Por qué te vistes de rosas
si eres rosa tú también?
Ella se quitó las rosas,
y sin saber,
la amé más, que como rosa,
como mujer.


Lo escribió Carlos Manuel, aquel orate que se paseaba por los jardines de la casona de la coronela vestido de sacerdote. Según el poeta Juan Ramon Jiménez, excepto Dulce María, el resto de esta familia estaba lista para ingresar en Mazorra. 

Fuente: El País.es

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