Una historia de Isla de Pinos
La isla de Pinos, al sur de la Habana, fue anexada por EEUU desde el mismo día en que el primer gobierno republicano aceptó la Enmienda Platt. Pero luego, con la ratificación del tratado Hay- Quesada en 1925, se declaró soberana y pasó a ser parte del territorio nacional Cubano.
En ese tiempo, varias familias acaudaladas en EEUU establecieron negocios allí y fabricaron fastuosas residencias, sobre todo en lo que después se conoció como la "Zona Franca". Entre esas propiedades - casi todas situadas en la ensenada de Ciguanea y bastante cerca del aeropuerto de Nueva Gerona - estuvo el hotel Colony, enclave que serviría como un punto de partida para la cadena de hoteles que se pensaba construir allí.
Duró poco esta historia, pues la diversión en aquel hotel acabó apenas 5 días después de haberse inaugurado luego de la caída del régimen de Fulgencio Batista el ultimo día de 1958. Tan solo 5 meses después de su huida, su majestad Castro II (Raúl) se personó allí, y vio todo lo que significaba para su familia adueñarse de una zona tan hermosa como aquella.
Un libro escrito por la periodista norteamericana Jean Babette Stein, en el cual narra sus experiencias con la alta sociedad de la Habana a finales de los 50, en pleno apogeo del cabaret Tropicana y su estrafalario mundo de sexo y corrupción que le acompañaba, cita varias anécdotas de personas que estuvieron relacionadas con este emblemático lugar.
En su libro aparecen historias que van desde familiares del guajiro Martin Fox, el dueño, pasando por coristas, cantantes y artistas, incluso asiduos de Hollywood, como Marlon Brando, Ernest Hemingway o Rita Hayworth, y en uno de esos capítulos cuenta una anécdota que le hiciera la famosa periodista de la jet set, Aileen Mehle, famosa socialité norteamericana de la época, que vivió momentos y horas finales de la caída de Batista 1958, así como el avance de los alzados de la sierra Maestra al mando de Fidel Castro.
Presidio modelo situado en la isla de Pinos |
La anécdota dice así "Hacia finales del 1958 recibí una llamada de mi amigo Ben Finney que me dijo: "Voy a inaugurar un hotel en Cuba, un maravilloso resort en la Isla de Pinos que se llamará "El Colony" y quiero que asistas". Varios estadounidenses tenían propiedades en La Habana, como la diseñadora de modas Sophie y su esposo Adam Gimbel, que era inmensa y cercana a un campo de golf.
Ben me dijo:
Más tarde me enteré de que Errol Flynn también estaba en la Sierra Maestra alardeando de que andaba en un jeep con Castro, y que este le planteaba -aparentemente- estrategias de adquisición. Se informó que Flynn estaba haciendo una película llamada "Chicas rebeldes cubanas" y, al mismo tiempo, enviando informes del progreso de la revolución al rotativo "New York Journal".
Yo acababa de empezar a escribir en ese momento para el Daily Mirror de Nueva York, y como conocía a muchas personas que iban a hacer el viaje, me pareció entonces una espléndida idea. Abordamos un avión fletado por Pan American desde Nueva York a Isla de Pinos y, en una especie de aeropuerto que había, aterrizamos un 30 de diciembre.
Me recuperé de la resaca el día siguiente de año nuevo. Alrededor de la una de la tarde, cuando bajé de mi suite, un invitado me detuvo en las escaleras. Dios mío, ¿sabes lo que pasó?, pues que Castro bajó de la Sierra Maestra con todas sus tropas. Me quedé atónita, casi todo el mundo se había ido.
Errol Flynn aterrizando en la Habana |
Corrí al patio del hotel que estaba completamente vacío excepto un hombre que estaba allí solo, era Ben Finney, y lucía muy preocupado. Luego supe que había una prisión en Isla de Pinos, (Presidio Modelo) y mientras dormía la noche anterior, alrededor de 300 prisioneros armados habían sido liberados.
No quedaba nadie en el hotel, excepto algunos grandes propietarios de campos de caña de azúcar que rápidamente se pusieron brazaletes a favor de Castro, cuando la noche anterior simpatizaban con Batista. Sophie Gimbel apareció y nos aseguró que Earl Smith no nos dejaría abandonados. Yo también conocía a Earl, pero no pensé que nuestro embajador estadounidense fuera a hacer nada porque estaba en La Habana donde era mayor el alboroto.
Pensé, estos locos van a disparar, cuando de repente escuché una voz susurrar detrás de mí, "Aileen, ¿eres tú?". Me di la vuelta y vi a George Skakel, el hermano de Ethel Kennedy. Le dije, Dios, ¿qué estás haciendo aquí?, y me respondió, "vine a filmar en Isla de Pinos. Por el amor de Dios Aileen, - me dijo - vente con nosotros que tengo mi avión aquí. Nos vamos esta tarde. Subí al avión y salí con George de aquella isla.