martes, 10 de septiembre de 2024

¿Y si fueron los Cubanos los que volaron el Maine?


En el mes de abril de 1898, el entonces presidente de los Estados Unidos, William McKinley, pidió la autorización al Congreso para intervenir militarmente en Cuba luego de el buque Maine, acorazado de segunda clase de la marina Yankee, se hundiera mientras se encontraba anclado en la rada Habanera. De eso se cumplieron 126 años el pasado mes de febrero.

Este acorazado, que llegó a la Habana un 25 de enero de 1898, como una visita de rutina habitual desde hacía varios años, y además para "proteger la vida y las propiedades de los norteamericanos en la isla". Fue el "empujoncito" que hacía falta para que los norteamericanos invadieran la isla de una vez, algo largamente añorado por el ejercito libertador que hacía aguas.

Y aunque algunos se oponían a la idea, a duras penas la guerra en el monte seguía sin la esperanza de resultado a corto plazo, todo lo contrario. El Maine sufrió una explosión tan violenta, que sacó del agua la mitad del buque, hasta que se hundió a una decena de metros de profundidad junto a la boya donde estaba anclado en la bahía.

Algunos testigos declararon haber oído dos explosiones, la primera de ellas "como un disparo", y una segunda tan violenta que provocó llamaradas, una lluvia de fragmentos metálicos y un humo espeso que se elevó sobre los restos del navío.

El balance de bajas fue terrible. 

De una dotación de 354 hombres, fallecieron 266, más una veintena resultaron heridos. Las autoridades españolas dispusieron rápidamente el socorro a los heridos. El capitán general de Cuba telegrafió de inmediato al Ministerio de la Guerra:

«Tengo el profundo sentimiento de comunicar a V.E. que ha explotado la caldera del dinamo del crucero de guerra norteamericano Maine, sumergiéndose inmediatamente. El accidente ha sido meramente casual. 

Hay gran número de muertos y heridos. Apenas ocurrió la catástrofe dispuse acudieran a prestar auxilio todos los elementos disponibles, generales, jefes y oficiales de esta guarnición. He ofrecido al cónsul norteamericano míster Lee todo género de auxilios y recursos.» 

Por otro lado, el presidente de los Estados Unidos publicó un mensaje con algunas de sus conclusiones acerca de la investigación que hicieron ellos sobre esta deflagración. 

EL INFORME DE EEUU

Los expertos norteamericanos enviados a Cuba, después de interrogar a los testigos y realizar sus propias pesquisas, elevaron un informe a la nación en el que concluían que "sólo la explosión de una mina o torpedo, situada debajo del buque", podía haber provocado tamaña destrucción". 

El informe se oponía a la teoría de una negligencia por parte de algún miembro de la tripulación, alegando que dicha mina submarina había sido colocada justo donde estaban las bodegas que almacenaban la munición. El documento, enviado el 28 de marzo y firmado por el propio McKinley, decía lo siguiente: 

«No se ha podido conseguir prueba alguna que demuestre que la destrucción del Maine pueda atribuirse a una o más personas. 

Di la orden de que los indicios reunidos por la comisión investigadora y el punto de vista del gobierno sobre este asunto, se comuniquen al gobierno de Su Majestad la reina regente y estoy convencido de que el sentido de la justicia propio de la nación española le dictará la línea de conducta exigida por el honor y las relaciones amistosas existentes entre los dos gobiernos». 

Su contenido, aparentemente pacífico, no impidió que los dos países se lanzaran a una guerra. Sin embargo, hay un extraño punto en la investigación que parece haber quedado como en medio de la sombras. Fue un testimonio firmado por uno de los oficiales de la marina y juez, Adolf Marix, que era miembro del Tribunal militar con sede en el puerto de La Habana, y que declaró esto: 

«No hay que olvidar que al alba del día en que sobrevino la catástrofe, un individuo había muerto a bordo de una pequeña embarcación en la que se encontró a otro personaje herido que fue hecho prisionero. 

Navegaban en las proximidades del Maine y del Alfonso XII y, como se trataba de individuos conocidos por sus antecedentes judiciales, me interesó el asunto por ver si ello tenía alguna relación con la explosión del Maine. 

Descubrí que estos dos hombres, acompañados por un tercero conocido como Pepe Taco, habían comprado en un bazar de la calle Mercaderes una especie de tubo del tipo que usan los buceadores, y que los tres hombres embarcaron en una canoa que previamente habían traído al muelle de Santa Catalina. 

Los restos del navío fueron investigados por comisiones de ambos países

Allí permanecieron por más de una hora mientras que el tal Pepe Taco, que tiene fama de ser uno de los mejores buceadores de la región, estuvo trabajando más o menos hasta la hora de la explosión del Maine. 

Con estos datos me dirigí a Regla y descubrí que la familia del muerto, que hasta entonces vivía en la miseria y ocupaba una barraca en la calle Rodríguez Batista, se había instalado en un buen apartamento de la calle Gelabert. 

Allí me enteré además, de que habían aceptado hacer saltar al Maine por la suma de seis mil dólares, de los que dos mil debían ser pagados por adelantado, y el resto después de la destrucción del barco. Pero, como no todo había ido bien, de morir uno y quedar herido el otro mientras se batían en retirada, el tercero, el buceador Pepe Taco, había ido a buscar la plata.

Todo el asunto había sido organizado y ultimado con unos grandes comerciantes de la calle Muralla, de los que tengo algunos nombres. En particular los de los francmasones García Corujedo, Villasuso, Maribona y otros que no recuerdo. En cuanto al individuo detenido, se le administró morfina en gran dosis para matarle y así impedirle que hablara».

La información se la había proporcionado un tal Henry Drain, empleado del consulado de EEUU en la Habana, a través de un francmasón de nombre Carlos Carbonell que señaló como artificiero a un buzo de apellido José Barquín, al que llamaban "Pepe Taco", residente de la calle Rodriguez en la vecina localidad de Regla. ¿Qué razón tendría un funcionario norteamericano para que sus sospechas alejaran a España de la supuesta culpabilidad?  

Como quiera que haya sido, ya daba igual, la Marina estadounidense tenía el pretexto necesario y, aunque otros especialistas insistieron incluso en la probabilidad de un accidente, la teoría de la mina o torpedo terminó por imponerse como versión oficial, y pese a que curiosamente la gran mayoría de la oficialidad del buque, -por no decir casi todos- se salvaron.

El Correo Militar da cuenta el once de febrero que una pequeña embarcación tipo yate rotulado "Bucanero", propiedad de un periódico de William Randolph Hearst, autor de la mayor y más feroz campaña de "fake news" en contra de España, "Yo hago las noticias" solía decir, fondeó muy cerca del Maine sin contar con los permisos de capitanía del puerto.

Incluso, se negó a ser registrado por recomendaciones del cónsul de EEUU en la Habana, el confederado Fitzhugh Lee, que alegó que se le debía dar la misma consideración que el buque de guerra norteamericano. No obstante, se le impuso una multa de 1.500 pesos y se le ordenó abandonar las aguas españolas. Puede que no llevara la bomba que hundió al Maine, pero su presencia allí obedecía algún motivo que, como mínimo, era la provocación.

Solo agregar, que toda esta información aparece en el "Reporte del Presidente No 55 al Senado", donde aparece señalado José Barquin como posible autor del hundimiento del USS Maine. Por otro lado, el informe de Adolf Marix fue publicado en el Documento No 207 del 55avo mensaje del Presidente Mackinley al Senado, apéndice “F titulado: Informe de la Destrucción del USS Maine, 1898".

Al final, el citado informe llegó al Congreso de Estados Unidos el 29 de marzo y se convirtió directamente en la declaración de guerra a España el 25 de abril. Al grito de "¡Recordad el Maine y al infierno con España!", Estados Unidos liquidó en tres meses y medio 400 años de historia Española en Cuba.

Maldita Hemeroteca 

SECCIONES/MENU