HISTORIAS: Cubanos residentes en la base III

Cubano Ramón Baudin, de 91 años en 2015, uno de los que decidió no regresar a la isla. / WSJ

El 31 de diciembre de 2013 los dos últimos cubanos que trabajaban en la base naval norteamericana de Guantánamo, cruzaban por hacia territorio cubano y lo hacían en calidad de jubilados. Aquella era la ultima vez que hacían ese recorrido.

Se llamaban Harry Henry, de 82 años, y Luis La Rosa de 79, y cruzaron por última vez ese día la garita noroeste de la cerca. A partir de aquí, debían andar a pie dos kilómetros en tierra de nadie, hasta que un carro del Gobierno cubano los recogiera y los llevara hasta sus casas en la ciudad de Guantánamo.

En 1960 Fidel Castro cortó los nexos con la base e impidió la aproximación de vehículos a la cerca estadounidense, de ahí que ambos tuvieran que hacer el trecho de 2 km a pie. Eran cubanos afortunados, ya que a pesar de no haber relaciones el redimen de la habana nunca les prohibió laborar en la base. 

Henry trabajaba allí desde los 17 años como soldador y Luis desde los 27 como mecánico. Próximo a la fecha, ambos fueron agasajados por el personal militar estadounidense y, en un gesto muy inusual por parte del Gobierno cubano, fueron autorizados a llevar a la base a sus familiares, ya que ambos trabajadores fueron condecorados con la Medalla Civil al Mérito y recibieron sus certificados de retiro, según dijo el capitán de la Armada, J.R. Nettleton, jefe del establecimiento militar.

Harry y Luis saliendo de la base
Los dos trabajadores también recibieron el llamado 'bastón del caminante', una tradición creada en 1960, cuando se creó la tierra de nadie y los trabajadores cubanos comenzaron a tener que caminar los dos kilómetros. 

Por décadas, el bastón fue pasando de mano en mano entre los trabajadores siempre que alguno se retiraba.

Desde que en 1960 quedó prohibida la aproximación directa a la base, diariamente los trabajadores cubanos seguían la misma rutina para ir a trabajar. Un autobús los recogía en sus casas, tras una hora de carretera los dejaba delante de la garita cubana, desde donde caminaban los 2 km hasta la garita estadounidense. Una vez allí, entregaban sus documentos de identidad cubanos y recibían una identificación de la base. 

Por la Base pasaron, desde su creación en 1903, miles de trabajadores cubanos. En 1959 trabajaban en ella unos 500. Pero tras las tensiones políticas y los discursos de Castro, unos 400 decidieron no regresar y en cambio apoyar a Castro. En 1999, y según cifras del departamento de Defensa, sólo quedaban 18 cubanos contratados ya que desde que Castro llego al poder, no se contrató a más nadie. 

Esta jubilación generó un nuevo problema, pues todos los trabajadores de la base siempre fueron considerados para los estadounidenses como 'empleados federales' y, por ende, acumularon sus pensiones de retiro. Antes de la Revolución Cubana ninguno de ellos tuvo problemas en cobrarlo, pero después de 1960 las cosas se complicaron con el embargo.

Las autoridades de la base tuvieron que crear mecanismos para hacer llegar las pensiones a los jubilados que viven en Cuba, sin violar el embargo. La forma más popular fue la de entregar el dinero en efectivo cada dos semanas a un trabajador que, una vez regresaba, se lo hacia llegar a los interesados.

Pero con la jubilación de Henry y La Rosa, esa vía desapareció. Ese día  llevaron el último efectivo a los pocos colegas retirados que aún quedaban vivos en Cuba. A partir de ese momento no se sabia que iba a pasar. Sus pensiones, tras 61 y 55 años de trabajo respectivamente, eran una incógnita.

El capitán Nettleton había pensado en una idea que dependía de la buena voluntad de las autoridades cubanas. "Una posibilidad es que de algún modo nuestra gente le entregue el dinero en efectivo a los soldados cubanos a través de la cerca. Pero no sé si será posible", dijo el jefe de la Base. (Las pensiones podían llegar, como promedio, hasta los 680 dólares por persona)

Todos los meses, militares de ambos países se reúnen delante de una de las garitas donde intercambian informaciones, mayormente relacionados con asuntos de seguridad y para evitar conflictos o malentendidos. Pudiera ser la solución al problema de las pensiones de los trabajadores de la base.

Para Jonathan M. Hansen, autor del libro 'Guantánamo: An American History', el asunto de las pensiones es un reflejo de "las complicaciones de la larga historia de EEUU en la base", atrapada en el conflicto entre los dos países. "Toda historia agradable que viene de ese lugar tiene una parte oscura en ella. En realidad no me sorprendería que no vayan a recibir esas pensiones", dijo Hansen.

Fuente: el mundo.es
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