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VIEJAS ESTAMPAS DEL BANDIDAJE CUBANO.

Luis de Pendergast y Gordon, "el amigo" de los bandidos cubanos. // 

El gaditano Luis de Pendergast y Gordon (Cádiz, 2 de diciembre de 1824 - Madrid, 21 de diciembre de 1892). Fue un militar, aristócrata y senador vitalicio. Ocupó el cargo de Capitán General de Cuba desde el 18 de octubre de 1881 hasta el 5 de agosto de 1883. En 1878 recibió el título de marqués de Victoria de las Tunas.

Pero concerniente al bandidaje Cubano, un mal que asolaba no pocas regiones de la isla, se puede decir que fue Pendergast logró avances con algunos de ellos, al menos los más notorios, como Chamendis, Lengue Romero, Manuel García, el famoso "rey de los campos de Cuba" con Víctor Fragoso, Teodoro Galano y algunos más, los que recibieron el indulto. No solo eso les dotó con dos mil pesos oro, más cinco mil de su propio bolsillo, así como un pasaporte para que abandonaran el país.

No obstante hubieron otros que no corrieron igual suerte. Por ejemplo en el mes de agosto de 1888 dos de los más temibles bandidos, los hermanos Victoriano y Luis Machín, habían sido capturados e internados en el Castillo del Príncipe. Fueron capturados gracias a la denuncia de un ciudadano de Guanajay, Don Francisco Fajardo, quien llegó a conocer donde se ocultaban.

Increíblemente no aceptaron las propuestas de Pendergras, no porque amara a Cuba "y su trabajo" no, porque no estuvo de acuerdo increíblemente con el monto del dinero propuesto, en su opinión "la calidad de su trabajo merecía más". Así hemos sido de descarados y sinvergüenzas los cubanos a veces. Y no pocas. No hay más que ver al panorama actual..  

Pero lo más increíble de todo fue que, sellada la ejecución para el día siete de noviembre, en la mañana del día tres, cuando se procedió al conteo de los reclusos, la celda No 16 del Castillo del Príncipe estaba vacía. Los hermanos Machín se habían escapado limando los barrotes de una claraboya.

Un mes más tarde, los prófugos fueron por a venganza, y el 17 de diciembre se presentaron en el poblado de Guanajay y, en unión del bandido Joaquín Alemán, le dieron muerte al causante de su captura, el denunciante Don Francisco Fajardo. Las crónicas detallaron la salvajada a machetazos que le dieron, que hasta la cabeza se la separaron del cuello.

General, y recientemente nombrado capitán general, Don Manuel Salamanca y Negrete fue a por ellos, y el el 27 de Mayo de 1889, para sorpresa de todos y como una voz de alarma a la deficiencia, fue recapturado Victoriano Machín en unión de su suegro, el también bandido Eusebio Moreno, en los muelles de la ciudad de Cienfuegos. 

Le dieron garrote vil cuatro días después, ejecutado por verdugo pacense (de Badajoz) José Cruz Peña, de solo treinta y un años de edad. Muerto Victoriano Machín, el general Salamanca compadecido de su viuda le entregó veinte centenes:

—Lo hago por esos pobres niños —le dijo—, pero no se lo diga a nadie, porque de hoy en adelante el garrote no habrá de descansar en Cuba.

Una vez terminado, el negro Valentín, que pese a lo fornido solo contaba con veintidós años, arrancó veloz para el pueblo de Jovellanos, donde le rebanó el cuello a otros dos bandidos, a Ramón Fernández Delgado, alias “Maravillas”, y su hermano Cristóbal.

El treinta de septiembre el trágico tablado se levantó nuevamente en la ciudad de La Habana, para la ejecución de Carmelo, José y Venancio Diaz Ramos. Los dos primeros conocidos delincuentes; el último un jovencito, casi un niño, al que iniciaban en el mundo del delito. La última fechoría de estos bandidos hizo época en el ya endurecido corazón de la sociedad.

HORRIBLE CRIMEN 

El diecisiete de diciembre de 1889, en la finca “El Mulo”, en Surgidero de Batabanó, destrozaron a golpes de guataca a los esposos Teodoro Gabriel y Josefa Angela Olimpia Rogar, vendedores ambulantes de baratijas turcas, a los cuales habían seguido el rastro por tener la confidencia de que llevaban un pequeño saco repleto de onzas de oro.

Este bárbaro crimen fue completamente inútil, porque los bandidos sólo pudieron apoderarse de las baratijas que tenían un escaso valor. Más tarde, la Guardia Civil, al reconocer los cadáveres, hallaron oculto en las ropas de la mujer el pequeño saco que no estaba repleto de onzas de oro, pero sí de centenes. 

Capturados los hermanos Díaz Ramos el veintinueve de agosto entraron en capilla. Se dijo que durmieron plácidamente, no así el jovencito Venancio que lloraba amargamente jurando que era la primera vez que acompañaba a sus hermanos, y porque desconocía lo que pensaban hacer.

Compadecido del joven, don Juan Federico Centellas hizo que la Marquesa de O’Relly pidiera al gobernador civil, Arderius, que aplazara la ejecución hasta que llegara el indulto y así sucedió. Carmelo y José, criminales experimentados, murieron con valor.

Por un estúpido alarde del verdugo Valentín al querer manejar el siniestro garrote vil con una sola mano, José sufrió horriblemente durante algunos minutos. Durante su agonía, tres soldados del Batallón de San Quitin cayeron desmayados.

El 30 de octubre de 1890, nuevamente se levantó el cadalso en Jovellanos donde debían morir tres bandidos muy jóvenes. En este caso se trataban de Felipe González López, natural de Limonar, de veintitrés años de edad; Francisco Paz, natural de Corral Falso, de veintiún años, y su primo Pablo Paz, que no llegaba a los dieciocho.

Según el proceso, el catorce de abril de 1887, al tratar la Guardia Civil de sorprender una reunión de bandidos en las afueras de Jovellanos, los tres detenidos se batieron a tiros con la Fuerza Pública, dándole muerte al guardia civil Evaristo Andrés Prieto e hiriendo de gravedad al trompeta de caballería Alejandro Subirat.

En los últimos instantes se le conmutó la pena al más joven por la de cadena perpetua. Los otros dos murieron serenamente; sólo Felipe sintiendo que Valentín se demoraba innecesariamente, ya con el dogal aprisionándole el cuello, le dijo:

—¡Vamos, no me hagas sufrir! ¡Déjate de payasadas…!

Aun no se habían retirado los cadáveres del tablado, creado Valentín recibió la orden de prepararse para marchar a Colón, donde había de ejecutar a otros tres reos. Esto no fue del agrado del verdugo que exclamó:

—Ya me está cansando esto de ser el único Ministro Ejecutor; no me va a quedar más remedio que nombrar a un auxiliar, aunque me haga la competencia…

En Colón esperaban los reos Pedro Boitel, natural de Matanzas, de cuarenta y cinco años de edad; Pedro García Ortall, también de Matanzas, de treinta y seis, y José Estrauman Daría, natural de Barcelona, España, de cuarenta y uno.

Aunque no tenían notoria fama de bandidos, fueron acusados de que el día veintiséis de enero de 1890, asaltaron y robaron en la finca “El Tomeguín” en Matanzas, al propietario don Manuel Hernández, quien resultó gravemente lesionado. 

Fueron condenados a muerte el veintiocho de febrero, el Supremo confirmó la pena el treinta y uno de julio y el treinta de octubre entraron en Capilla. Ninguno de los tres se inquietó frente al garrote, al extremo, que al sentarse Pedro Macías y ver las mujeres que rodeaban al patíbulo, al ser interrogado por el sacerdote si creía en Dios, respondió;
 
—¡Si, padre, creo en Dios y en las mulatas bonitas! 

Verdugo Matancero Valentín Rodriguez Ruiz.

Valentín para “lucirse” ante el extraordinario número de mujeres que presenciaban la ejecución, movió tan brutalmente la palanca que el corbatín desarticuló de manera horrible la cabeza del tronco; después simulando estar de mal carácter, exclamó:

 —¡Cinco ejecuciones seguidas, ya constituyen un abuso! ¡No volveré a ejercer mi “sagrado Ministerio” si no se me paga el doble y por adelantado… 

¡Sin embargo acababa de batir un récord, pues había tardado catorce minutos justos en devorar tres existencias…!. Dos semanas después, el 13 de diciembre de 1890, retornaba el garrote a Santa Clara para ajusticiar a dos temibles bandidos de la Jurisdicción de Remedios: Valentín González López y Guillermo Pérez Cruz. Eran dos desalmados de una impresionante hoja penal.

El día ocho de mayo ambos se habían presentado en el lugar conocido por “Vega Enrique”, en el Término Municipal de Remedios, secuestrando a don Tomás Cáceres con el cual se internaron en el monte Guamajal.

Don Tomás no se ocultaba para decir “que prefería morir antes de dar un solo centavo a ningún bandido”. Pocas horas después apareció su cadáver horriblemente macheteado; tenía la cabeza y los brazos separados del cuerpo. Ambos subieron al cadalso en son de fiesta Valentín González le dijo al verdugo:
 
 —¡Anda, tocayo, despacha pronto!.. Y se sentó en el garrote lanzando una carcajada. 

El 26 de mayo de 1891, fue ejecutado en Remedios el bandido Pablo Cantero y Cantero, de 32 años, natural de Sancti Spíritus y vecino de Camajuaní. Al ser detenido en 1889 en la finca “La Caridad”, en Vegas de Palma, dio muerte al soldado que lo conducía, dándose a la fuga.

La ejecución estaba señalada para el día 22, pero tuvo que ser aplazada, porque en un descuido el reo extrajo una navaja que llevaba oculta, infiriéndose varias heridas en el cuello. Una anécdota curiosa. El verdugo Valentín permaneció día y noche a la cabecera del herido, colmándolo de cuidados y atenciones. Impresionado el médico que lo asistía le preguntó si eran viejos amigos y el verdugo respondió:

—¡Nada de eso…! Lo que pasa es que he firmado un vale por treinta pesos por levantar el patíbulo y si el reo este muere en vez de matarlo yo, me desgracio…

Cuatro días después subió al cadalso sentando un precedente que ha sido inolvidable en Remedios, pues subió cantando y bailando el zapateo. A los dos días, el veintiocho de mayo, fue trasladado otra vez el garrote a la ciudad de Santa Clara, para ejecutar a Teodoro Galano y Galano, uno de los bandidos embarcados por el general Prendergast, y que al parecer había regresado a por más.

Maldita Hemeroteca