Su propietaria lo era también del hotel Telégrafo, en Prado y San Miguel, aquella que, en su momento, regaló al general José Miguel Gómez la silla que usaría durante su mandato presidencial; por lo que durante mucho tiempo se dijo que los mandatarios Cubanos se sentaban en la silla de la ex costurera Ovetense, (de Oviedo capital de Asturias) doña Pilar Samohano radicada en la Habana desde 1880.
No por gusto contaba con el agrado de varios de los principales lideres de aquella gesta, como el generalísimo Máximo Gómez y el brigadier y segundo presidente de Cuba, José Migue Gómez, de quien se dice le aportó a su campaña 260 mil pesos, que serían hoy varios millones. De hecho a un banquete celebrado en el hotel Telegrafo, tambien de su propiedad, asistió nada mas y nada menos que el general Leonardo Wood.
En noviembre del 2019, el régimen castrista inauguró allí el hotel Paseo del Prado, un cinco estrellas de 250 habitaciones de lujo en colaboración de la empresa hotelera francesa Accor y el grupo estatal Gaviota, propiedad de la mermelada militar del dictador Raúl Castro. Fue el tercero de los hoteles con categoría de cinco estrellas plus en esa zona de la capital.
La obra, atribuida al arquitecto José Toraya Sicre, el mismo profesional que pocos años después se encargaría del diseño del hotel Sevilla, tuvo un costo ascendente a cien mil pesos de la época. La capacidad de alojamiento era limitada pues apenas contaba con ocho habitaciones distribuidas en dos niveles, la instalación gozaba de un alto nivel de confort para la época y una envidiable localización, ventajas aprovechadas para promocionarlo como “el mejor situado y el más fresco de Cuba”.
En la planta baja se ubicaba un amplio salón cerrado con vista a Malecón, destinado una parte a restaurante y la otra a café, servicios que aportaban una nueva concepción de hotel, hasta el momento circunscrita a la idea de la pernoctación y el descanso.
En la planta baja se ubicaba un amplio salón cerrado con vista a Malecón, destinado una parte a restaurante y la otra a café, servicios que aportaban una nueva concepción de hotel, hasta el momento circunscrita a la idea de la pernoctación y el descanso.
Planta alta
La planta alta estaba compuesta por ocho grandes apartamentos, con recibidor, galería, terraza, cuartos de baños y timbres eléctricos. La disposición de los espacios interiores aprovechaba al máximo la limitada área de la parcela esquinera al renunciar al empleo del patio, hasta entonces elemento vital en la arquitectura cubana. Como resultado de esto, las necesidades de ventilación e iluminación natural quedaban resueltas por medio de las fachadas.
La expresión arquitectónica de sus frentes, organizados en dos volúmenes horizontales, mostraba un eclecticismo sobrio, definido desde el punto de vista compositivo por las cornisas, el balcón corrido, el pretil superior y la alternancia pilastra-vano, interrumpida por el énfasis en la esquina. A estos rasgos característicos se adicionaban los ventanales con grandes paños de vidrio enmarcados en madera, para favorecer el disfrute de las atractivas visuales del entorno.
Colaboración de Gaspar Pita.

.jpg)







