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EL HÉROE TORAL Y EL OCASO DE UNA ORDEN

Junio de 1898. General Ruffus Shafter escoltado por los oficiales Nelson Miles y Joseph Wheeler. // 

Un día como hoy, 11 de julio, el general norteamericano William Ruffus Shafter, al frente de la tropa invasora que desembarcó en la zona oriental de Cuba, le enviaba otra comunicación al general español y jefe de la plaza en Santiago de Cuba, el murciano José Toral y Velázquez, solicitándole la rendición. 

Tras ser herido el gobernador militar de Cuba, general Arsenio Linares, Toral lo sustituyó en ese cargo. Ante la evidente derrota militar que sufría el ejército español, el general se resistía a entregar la plaza de Santiaguera, aunque al final decidió fijar una rendición frente al ejército norteamericano.

Esta decisión encontró rechazo entre otros oficiales españoles como el general Blanco, capitán general de la isla en ese momento, y el propio convaleciente gobernador Linares. En cambio todo era cuestión de orgullo y de tiempo, porque la suerte de España estaba echada. 

El uno de agosto de 1898 la prensa publicaba la carta que el general Toral había enviado al comandante en jefe Shafter, donde le comunicaba al fin la autorización del gobierno español para proceder a la capitulación. El 10 de diciembre de 1898 se firmaban los Acuerdos de París. Además de Cuba, y con la contraprestación de veinte millones de dólares, España cedía Guam, Puerto Rico y Filipinas. Curiosamente en estos acuerdos no estuvieron presentes representantes cubanos.

El regreso del general Toral a España sólo le deparó amargura. Mientras el general Linares pasaba a trabajar en el Ministerio de la Guerra, Toral fue claramente despreciado, hecho que lo sumió en una profunda depresión. Fue tal su amargura, que aquella depresión le hizo perder la razón hasta el punto de ser internado en un sanatorio mental. En 1904 el general Toral y Velázquez fallecía en Carabanchel.

Toral
No fue ningún cobarde. 

Nada más llegar a la isla, el capitán general Martínez Campos le envió a mandar la brigada estacionada en Victoria de las Tunas, con la que participó en numerosos combates contra los insurrectos de Oriente. 

En mayo de 1896, el nuevo capitán general, Valeriano Weyler y Nicolau, le nombró gobernador militar y jefe de la brigada de Santiago de Cuba, a cuyo frente sostuvo continuos encuentros con los rebeldes en las estribaciones de Sierra Maestra.

Mientras que en Madrid bebían y comían vino y jamón Serrano, Toral - comandando la brigada de Guantánamo - combatía contra las fuerzas de general insurrecto Serafín Sánchez al frente del regimiento "Honorato", y tras su participación en la acción de Pozo Azul, fue recompensado con un ascenso a general de división.

Incluso, habiendo sido nombrado jefe de la plaza Santiaguera, y ante la tensa situación con los sublevados de Calixto García que actuaba en la zona de Sierra Maestra, su actuación fue tan destacada que el propio general Arsenio Linares, jefe de la división Cuba, el mismo que después arremetió en su contra, le concedió la Gran Cruz roja del Mérito Militar.

Entonces en el mes de junio el general William Rufus Shafter, al frente de 16.887 oficiales y soldados del V Cuerpo de Ejército americano, desembarca en las playas de Daiquirí y Siboney, al este de Santiago de Cuba y comenzaba el fin de España en Cuba.

La situación obliga a Toral, que hasta el momento ha permanecido en la sede del Gobierno Militar, a hacerse cargo del mando dispuesto a resistir mientras sea lógico hacerlo. Por tanto le envía un telégrafo al general de brigada Félix Pareja Mesa pidiendo el envío urgente de refuerzos, pero la armada norteamericana ya había cortado los cables de telégrafo a Guantánamo.

Y aunque en principio los norteamericanos no logran avanzar, ni tampoco al día siguiente, sí consiguen apoderarse del embalse que abastece el agua potable a la ciudad. Como si fuera poco, el tres de julio el almirante Cervera y Topete recibe orden de zarpar y todos sus barcos son hundidos a la salida de la bahía Santiaguera, y aunque la amenaza de Shafter de bombardear la ciudad de Santiago,.. ¿Qué más podía hacer Toral ante tantas adversidades?.

Al menos consiguió que los norteamericanos utilizaran la palabra capitulación en vez de rendición y que a sus hombres se les permitiera conservar y portar sus armas, a lo que el estadounidense accedió. De esta manera Toral consiguió salvar miles de vidas de personas que se encontraban residiendo en Santiago. 

Una semana después, la bandera de España era arriada de la plaza de Santiago de Cuba. Fueron tan injustos, que a su llegada a España le procesaron en un Consejo Supremo de Guerra y Marina junto con los restantes mandos de la División de Cuba, proceso en el cual fue defendido por el diputado asturiano Julián Suárez Inclán. 

Finalmente se le declaró libre de culpa y, en agosto de 1899, solicitó fijar su residencia en su ciudad natal, Murcia, donde enfermó finalmente siendo internado en el Hospital Militar de Carabanchel, lugar en el que falleció el 10 de julio de 1904 cuando estaba a punto de cumplir los setenta y dos años.