Es espionaje es tan viejo como el hilo de coser. De hecho, y ya entrando en el tema España, el rey Felipe II creó el cuerpo de espionaje más eficaz de toda Europa con el fin de obtener información privilegiada que le permitía adelantarse a sus rivales.
Que la información es poder ya era un hecho irrefutable para la monarquía española, he hizo de ella una de sus principales armas. Gran parte del quehacer revolucionario de José Martí en el exilio tuvo que ser en secreto, ya que se vio obligado a prestar especial atención a la labor de espionaje Español.
Tal fue así, que no pocos historiadores aseguran que el fracaso de la guerra Chiquita se debió- en parte a la falta de discreción entre los Cubanos. El general insurrecto Máximo Gómez comentó una vez lo siguiente: “Desde la reunión de Regla, el espionaje del Gobierno español se incrementó porque habían asistido a ella dos o tres miembros del club que eran espías y ponían al gobierno al corriente de cuanto sabían.”
El historiador francés Paul Estrade detallaba en su trabajo "La Pinkerton contra Martí", el número de botellas de vino (23) que compró el detective que vigiló al líder cubano entre los días 21 de abril y 22 de agosto de 1880.
El historiador francés Paul Estrade detallaba en su trabajo "La Pinkerton contra Martí", el número de botellas de vino (23) que compró el detective que vigiló al líder cubano entre los días 21 de abril y 22 de agosto de 1880.
Efectivamente, el principal espía que delató la conspiración fue el teniente coronel del Ejército Libertador de la Guerra de los Diez Años, Julio Funes Diez, que participaba en aquellos planes conspirativos según dijo Juan Gualberto Gómez en su libro “Martí y yo”, pues al parecer fue en "venganza de lo que él estimó un desaire” (Fountain, 2014).
Lo que más llama la atención es que no solo Martí fue espiado, sino también otros muchos de los patriotas cubanos en la emigración sufrieron esta clase de vigilancia (Sarabia, 2004). Por ejemplo en una carta al general Antonio Maceo redactada en junio de 1984, José Martí le escribió lo siguiente: “Sigo, pues, sobre lo pensado; y si hay cambio, aquí queda la clave”.
En este caso la clave empleada por Martí y Maceo era sustituir cada letra por su anterior en el alfabeto, y leer el resultado de derecha a izquierda. En otra carta a su amigo Manuel Mercado, conocida como "la carta inconclusa", pues la inicia el 18 de mayo de 1895 y no la culmina al producirse su muerte el 19 de mayo, expresa su actuar operativo en todo cuanto hizo por la independencia de Cuba, y el sigilo conque aseguró actuar:
"En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin"
Lo hacía en realidad “en busca de información”, como consta en el Archivo Histórico Nacional de España que atesora en Madrid numerosa documentación institucional. El misterioso E.S. dejó un pormenorizado recuento de sus gastos, como era obligatorio en su empresa, y que incluía el documento con la factura que entregaba al cliente.
Y es que España invirtió una pequeña fortuna en detectives privados para seguir los pasos de Martí durante su exilio de 1880 en Nueva York. Según la Vanguardia, las cuentas de gastos de vigilancia de la legación española en Washington ofrecen un pormenorizado resumen de las sumas que las autoridades diplomáticas pagaron a la mítica agencia detectivesca Pinkerton.
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| Allen Pinkerton con Abraham Lincoln y General John McClernand / House Divided - Dickinson College. Biblioteca del Congreso |
En total, cita la fuente, el gobierno Español llegó a gastarse 67 mil dólares de la época en labores de espionaje a líderes insurrectos Cubanos, época en que una botella de vino no llegaba al dólar, aunque el objetivo principal era controlar al organizador de todo el tinglado, José Martí.
Otra fuente, la del escritor José Luis Ibáñez Ridao en su libro "Todo lo ve, todo lo sabe", afirma que los serenos hacían a la vez de vigilantes de seguridad o detectives. Mientras recorrían de noche las calles que les tenían asignadas para evitar robos y de tanto en tanto pregonaban la hora y el estado del tiempo, estaban al acecho.
Como la mayoría de las noches no llovía, su grito habitual era: “Las doce (o la hora que fuese)... y sereno”, de ahí la denominación. Pero la etapa del espionaje que fue víctima José Martí, fue sin duda una de las más curiosas. José Martí se estableció junto a su esposa y su hijo de 15 meses en Nueva York. Corría el 1880 y la familia Martí vivía en una humilde pensión.
Poco después otro huésped se alojó en el establecimiento. Sólo conocemos sus iniciales, E.S. El recién llegado trabó amistad enseguida con los Martí y con otros exiliados. Regalaba golosinas a sus hijos y muchas veces se presentaba a la cena con una botella de vino para agasajar a Martí, y al resto de comensales.
Lo hacía en realidad “en busca de información”, como consta en el Archivo Histórico Nacional de España que atesora en Madrid numerosa documentación institucional. El misterioso E.S. dejó un pormenorizado recuento de sus gastos, como era obligatorio en su empresa, y que incluía el documento con la factura que entregaba al cliente.
La agencia Pinkerton enviaba cada mes sus notas de gastos al consulado de Nueva York. Así sabemos, por ejemplo, el precio de las 23 botellas de vino que su hombre compró en la pensión al costo de 75 centavos cada una. También se sabe que E.S. gastó otros 20 centavos en dulces para el hijo de los Martí y los de otros matrimonios. Las facturas eran reenviadas posteriormente por el consulado a la embajada, que las hacía llegar al ministerio de Ultramar y al de Estado (Asuntos Exteriores de España).
Cualquier estratagema valía para ganarse la confianza de los espiados. E.S. llegó a contratar a una colaboradora para que recibiera clases particulares de castellano de José Martí y de su esposa.
Al final, José Martí debió olerse algo. Uno de sus primeros biógrafos, el militar e historiador Enrique Collazo explica en "Cuba independiente" (de 1900, reeditaba en 1981 por la editorial Oriente) que fue tanto lo que le espiaron que el apóstol cayó “en delirios de persecución que lo hacían ver espías y detectives por todas partes”.
Tras doce años de guerra la llama de la rebelión parecía extinguirse, y el 21 de agosto de 1880 España decidió prescindir de la agencia Pinkerton aunque siguió vigilando unos días más a Martí en Filadelfia, así como a otros insurrectos. En realidad, los patriotas cubanos nunca se rindieron, solo habían retrocedido para tomar impulso.
En 1895 se inició la tercera guerra hispano cubana, la definitiva o como dicen en Cuba, la necesaria. Esta vez Estados Unidos se implicó en el conflicto, derrotó a España en 1898 sin despeinarse prácticamente, aunque al costo de más de 1,200 vidas, y la independencia se concretó por fin en 1902.
Maldita Hemeroteca
Fuentes: Vanguardia / El espionaje en la labor revolucionaria de José Martí, de Marta Rodríguez Rodríguez, Mirta Viltres Pérez y Yunier Ávila Rodríguez.

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