El general dominicano Máximo Gómez ha sido considerado por la historia hispánica en Cuba como un traidor, ya que siendo alférez del ejercito español, abandonó las filas para liderar una insurrección en la isla contra España que duró treinta años. Visto así, esa es una verdad como un templo.El 27 de marzo de 1897, la revista « Blanco y Negro » nacido como semanario el uno de enero de 1903 y luego convertido en diario el uno de junio de 1905, se refería al llamado generalísimo como un traidor de la guerra de Restauración en Dominicana, para mutar en líder de los independentistas cubanos. Lo hacía de esta manera:
«De vez en cuando tenemos noticias de él. Cada quince días le damos por muerto, unas veces por los achaques de su vejez, otras a consecuencia de sus heridas en la espalda y otras por una hinchazón gravísima e inoportuna.
Si creyéramos a pies juntillas lo que suele escribirse de él en el campo insurrecto y en el campo leal, el “chino viejo” resultaría con siete vidas como los gatos. Una suposición no muy descaminada, porque más de siete, de diez y de cien vidas tiene Máximo Gómez, pero sobre su conciencia».
En la publicación, el sevillano Torcuato Luca de Tena Álvarez y Osorio se refería a las audaces operaciones de engaño protagonizadas por el líder de la rebelión cubana, que estaban causando auténticos estragos en las filas españolas desde hacía dos años.
El general Gómez se había convertido en un maestro del empleo de la astucia militar a raíz de su experiencia en el campo de batalla como maniobras de despiste, ataques por sorpresa, embustes para ser perseguido y desviar la atención sobre enclaves más importantes o su intuición para evitar emboscadas.
Gómez había ingresado muy joven en el Ejército de la República Dominicana, donde había nacido en 1836. El país había sido invadido por el emperador haitiano Souloque y decidió debutar en combate en la Batalla de Santomé, el 22 de diciembre de 1856. Su bando resultó vencedor.
Y es curioso, porque cinco años después, apoyó la entrega de la soberanía nacional a España llevada a cabo por su presidente, Pedro Santana. Luchó como voluntario en el Ejército español y, tras perder la guerra de la Restauración, huyó con sus compañeros a Cuba. En otra de las publicaciones decía:
«Aunque los telegramas oficiales le colocan pacífico y tranquilo en una de las repúblicas americanas, la opinión señala a este filibustero impenitente como uno de los iniciadores de la presente lucha»
En la primera parte de la guerra (1868-1878), los insurrectos fueron derrotados y tuvo que regresar a la República Dominicana. En su país residió - viajes aparte - hasta que en 1895 firmó el Manifiesto de Montecristi con José Martí en tanto que Blanco y Negro continuaba aguijoneando en su sección "Sucesos de Cuba"...
«Aunque los telegramas oficiales le colocan pacífico y tranquilo en una de las repúblicas americanas, la opinión señala a este filibustero impenitente como uno de los iniciadores de la presente lucha»
En 1895 resultaba evidente que el único modo de ganar al ejército español —Estados Unidos no entraría en combate hasta tres años después—era extender la lucha armada hasta occidente mediante la invasión. Dicha condición era imprescindible para que la revolución triunfara.
En cambio Gómez, ni nadie, contó que España enviaría diez batallones con el general Arsenio Martínez Campos al frente, que se lo pondrían muy difícil y más aún cuando otro general, Valeriano Weyler, le sustituyó y encima le liquidó a sus principales y más leales legionarios como Flor Crombet, el líder del levantamiento José Martí, y los hermanos José y Antonio Maceo, este ultimo muerto en las inmediaciones de la Habana.
Por lo pronto Gómez, relegado en el oriente, diezmado y casi sin hombres, volvió a demostrar su talento en el Camaguey, cuando le hizo creer a todos de que estaba "vivito y coleando" y dispuesto a llevar la guerra hasta occidente. Alberto Pau Uriarte en su libro los «Anales de la Real Academia de Cultura Valenciana»— asegura que Gómez se basó en una serie de acciones militares desarrolladas durante un mes para que España concentrara a sus soldados en Las Villas.
Gómez conocía a su adversario, pues había combatido en sus filas, y dejó perplejos a los mandos españoles. Como escribió en su diario el líder rebelde: «Quería llamar la atención del enemigo hacia aquella zona (...) para proteger el paso del general Maceo, que ya debe venir marchando.
Todos mis movimientos han de obedecer a ese propósito». Y lo logró: Maceo atravesó Camagüey de este a oeste sin librar un solo combate y, poco después, se unió a él. El general español José Lachambre calificó de «brillante» la operación de reunión de los dos destacamentos insurrectos:
«Maceo, desde Santiago de Cuba y en 32 días de marcha sin que le disparen un tiro llega a la trocha y la pasa, uniéndose a Gómez (...), que mutuamente se ayudaban en esta brilante operación». «Lazo de invasión»
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| Gómez y su familia. |
La trampa minuciosamente concebida por el general español fue eludida de nuevo por el líder dominicano, posiblemente por la información que había recibido de los telegrafistas del ferrocarril. De esta forma, evitó lo que habría sido un matanza de dimensiones gigantescas.
Gómez seguía con su intención de llegar a occidente. En cambio asaltaron un almacén con diez mil cartuchos, incendiaron varios campos de cañas y destrozaron estaciones ferroviarias, dejando algunas vías para facilitar que los españoles les persiguieran en tren hasta Cienfuegos con el propósito de que dejaran libre el camino hacia La Habana.
Martínez Campos estaba convencido de que podría aplastar a los insurrectos en la localidad central de la isla, sin imaginarse que el grueso de las tropas cubanas entrarían tranquilamente en la capital cinco días después.
A esta acción se le llamó el «Lazo de invasión», como la de 1896, «Campaña de la Lanzadera» que su objetivo era atraer hacia él la mayor parte del Ejército español y permitir así que el general Maceo llegara hasta Mantua, en Pinar del Río. Según Pau Uriarte, Gómez empleó dos mil trescientos hombres en estas maniobras contra doce mil hispanos.
Uriarte aseguró que durante cuarenta y dos días las tropas de Gómez recorrieron más de setecientos kilómetros y lanzaron catorce ataques en los que murieron solo catorce de sus soldados, mientras que ciento cuarenta y cuatro resultaron heridos.
Durante la campaña de la Reforma, Gómez acudió con seiscientos hombres a una zona que unía Júcaro y Morón. Quería hacer creer a los españoles que lo rebeldes estaban iniciando una nueva invasión, y además hizo todo lo posible para que el rumor se extendiera a través de cartas y documentos que sabía que iban a ser interceptados
La maniobra de desinformación surtió efecto y el general Weyler concentró treinta y tres batallones de infantería, treinta escuadrones de caballería y seis batería de artillería en el cuartel general de Sancti Espíritus. En total eran cuarenta mil hombres que fueron desplegados entre las provincias de Pinar del Río, Matanzas y La Habana, nada menos que la tercera parte de todo el ejercito español en Cuba.
Otro dato que aportó su trabajo, fue que entre enero de 1897 y enero de 1898 el Ejército español no pudo forzar un encuentro con los insurrectos ni causarles bajas importantes, de hecho se aunque diezmados se mantenían relativamente estables en las provincias de Oriente y Camagüey.
Ese fue el momento en que los historiadores españoles aseguran que en secreto comenzaron una serie de conversaciones de paz, e imaginamos que se refieran a las proposiciones de unión que le hiciera el capitan general Ramón Blanco Erenas para enfrentar a los invasores, propuesta que llegó tardía, porque como dice el ABC, "llegaron los americanos y… la guerra cambió para los españoles que iniciaron su recta hacia el "Desastre del 98".
Lo que quizás Blanco Erenas no imaginaba en ese momento era que aquel "pacífico" desterrado holguinero, el empleado del banco de Castilla de Madrid que le visitaba para agradecerle en sus oficinas de la Castellana, Don Calixto García Íñiguez, le tendía una alfombra roja a los marines yankees.
Maldita Hemeroteca
Fuentes: Blanco y Negro
Periódico ABC.es
Alberto Pau Uriarte, "Anales de la Guerra".
Máximo Gómez: "Diario de Campaña".







