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| Telegrama enviado al Capitán James Forsythe, Comandante naval de la base de Key West, por Charles Sigsbee, Capitán del USS Maine. |
Los criterios que aquí exponemos han sido basados en una investigación realizada entonces por el abogado y juez de la Armada norteamericana, el capitán Adolf Marix, uno de los involucrados en la investigación por el hundimiento del acorazado USS Maine en aguas de la bahía de la Habana. En ese informe se aseguró lo siguiente:
“Que el barco - el acorazado USS Maine - había sido destruido por una mina colocada por el buzo José Barquín, apodado “Pepe Taco, en la parte inferior del casco".
Se manejó tambien que el artefacto había sido llevado a La Habana en el barco “Bucanero”, propiedad de Randolph Hearst, dueño del periódico “New York Journal”, que llegó al puerto de la Habana el nueve de febrero sin el permiso correspondiente y había estado merodeando muy cerca del “Maine”.
El asunto fue que, tres días después, fue multado con mil quinientos pesos y expulsado del puerto habanero. Las informaciones conseguidas por Marix provenían supuestamente de una fuente cubana, un francmasón de nombre Carlos Carbonell, que le aseguró que a él y a Pepe Taco les habían ofrecido seis mil pesos "por el trabajo".
Pepe Taco murió al día siguiente de la voladura, mientras que los otros dos buzos terminaron, uno muerto y el tercero encarcelado. Incluso Marix informó que al que estaba en la cárcel le había estado suministrando morfina para acabar de asesinarlo.
Los arrestos aparecían en los partes oficiales de la villa de Regla, y según aparece en el informe, se uso una mina de ciento diez kilogramos confeccionada por los masones García Corujedo, un tal Villasuso y Maribona, empresarios de la calle de Muralla e integrantes de la misma logia.
Este acorazado había llegado a la Habana un veinticinco de enero de 1898 en visita rutinaria, habitual desde hacía varios años con el propósito de "proteger la vida y las propiedades de los residentes norteamericanos en la isla", ya que desde Madrid se vislumbraba que ocurrieran grandes cambios políticos.
Esta información aparece detallada en el reporte del Presidente al 55ava sesión del Senado donde se señalaba a José Barquin, alias Pepe Taco, como autor del hundimiento. El informe de Marix fue publicado en el Documento No 207 . apéndice F - de este mensaje, con el título “Informe de la Destrucción del USS Maine, 1898".
Además, Marix afirmó también que obtuvo una información de Henry Drain, un empleado del consulado de Estados Unidos en La Habana, que en un carta anónima se le informaba al cónsul General Fitzhugh Lee sobre quienes habían estado envuelto en el sabotaje, y cita empleados de la Ferretería “La Marina” donde se habían comprado muchos de los materiales usados.
"Descubrí que estos dos hombres, acompañados por un tercero conocido como Pepe Taco, habían comprado en un bazar de la calle Mercaderes una especie de tubo del tipo que usan los buceadores, y que los tres hombres embarcaron en una canoa que previamente habían traído al muelle de Santa Catalina.
Con estos datos me dirigí a Regla y descubrí que la familia del muerto, que vivía en una casa muy modesta en la calle Rodríguez, en Regla, tras el bombazo se había mudado a otra casa mucho más confortable en la calle Gelabert, gracias - se supone - a los cuatro mil pesos que les dieron por adelantado y que fueron recolectados por los masones de la calle Muralla".
Como dato adicional les diremos que en la prensa alemana salió un artículo con este tema, donde se hacía eco de un grupo de masones cubanos dirigidos por un tal Agüero que pertenecía a la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York, y que en combinación con anarquistas italianos residentes en esa ciudad tuvieron que ver con el asesinato de Cánovas por Angiobillo. "Fueron ellos los que ayudaron en el complot del “Maine”, dijo este retotativo.
En otro, este fechado el quince de febrero de 1910 en el “Evening Bulletin” de Filadelfia, a raíz de conmemorarse el duodécimo aniversario de la explosión, afirmaban que el “Maine” había sido volado por los insurrectos cubanos para acabar de implicar a los Estados Unidos.
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| Los restos del navío fueron investigados por comisiones de ambos países |
Este acorazado había llegado a la Habana un veinticinco de enero de 1898 en visita rutinaria, habitual desde hacía varios años con el propósito de "proteger la vida y las propiedades de los residentes norteamericanos en la isla", ya que desde Madrid se vislumbraba que ocurrieran grandes cambios políticos.
Al final resultó el "empujoncito" que hacía falta para que EEUU invadiera de una vez la isla, algo largamente añorado por el ejercito libertador cubano que para entonces hacía aguas por todos lados. España había anunciado la sustitución del general Valeriano Weyler altamente criticado por su política de concentración de pacíficos, y el nuevo capitan general, Ramón Blanco Erenas, hombre bueno y de trato generoso, llevaba la idea de establecer en Cuba un sistema autonomista de amplia extensión.
Así se lo hicieron saber al embajador norteamericano. Y mientras que por un lado unos Cubanos se oponían a la idea, sobre todo los mambises, por el otro la guerra en el monte seguía sin la esperanza de un resultado a corto plazo. También jugó a favor de los rebeldes que en España la situación se tornaba terrible con el asesinato, en agosto de 1897, del presidente Cánovas del Castillo, víctima de un atentado de un anarco-comunista italiano. Era el clásico "ahora o nunca".
Al final, el citado informe llegó al Congreso de Estados Unidos el veintinueve de marzo y se convirtió directamente en la declaración de guerra a España el veinticinco de abril. Y una vez que en Cuba se escucharon redoblar los tambores de la guerra, de siete mil integrantes que tenía apenas el ejercito libertador se llegó a superar más de sesenta mil. El cubano como siempre, "apostando al caballo ganador".
Al grito de "¡Recordad el Maine y al infierno con España!", Estados Unidos liquidó en apenas tres meses y medio cuatro siglos de historia Española en la isla. Curiosamente la ultima evacuación de soldados de Cuba con el general a bordo, se hizo en un acorazado de nombre "Cataluña".
En Cuba solo quedaba el ultimo de los capitanes generales, el cordobés Adolfo Jiménez-Castellanos, que estuvo a cargo de proclamar el cese de la soberanía española y su traspaso a los Estados Unidos. Se cumplía así con lo dispuesto en París un años antes (el famoso tratado) que no solo daba fin a la guerra hispano-estadounidense, si no la entrega además de Puerto Rico, Filipinas y Guam, colapsando de esa manera el otrora poderoso imperio Español donde "nunca se ponía el sol".
Maldita Hemeroteca










