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LA SAGA DE LOS PEREZ DE GUANTANAMO (III)

En menos proporción y tanto por la rama Pérez como por la Rojas Pérez, se entremezcla con Aquiles, Romero, Gómez, Herrera, Tamayo, Avilés, Aranda, Lozano, Galbán y otros muchos que dan al apellido Pérez en la comarca guantanamera. Según frase feliz de Regino E. Boti "la apariencia de un cedro inmenso cuyas ramas se extienden muchas leguas a la redonda, ramas de las que los otoños arrebatan hojas, pero de las que las primaveras prenden renuevos".

Ya sea por gestión personal en la denuncia de realengos o remates de ellos, por matrimonios, compras, cambios o herencias, toda la tierra en Guantánamo fue, en determinado período de tiempo, propiedad de los Pérez.
A principios del siglo XVIII Juan Bautista Pérez, que según Lino D'ou era de la rama original de Trinidad, pidió fijaran linderos a sus tierras de Boca de Jaibo y fueron de sus anexos: Laguna Abajo, Las Lajas y Las Playas, parte de esta última tuvo por nombre Playa de Mariana Pérez. Caimanera se edificó en tierras de los Pérez, y documentalmente consta que en la venta Jacinto Pérez "se reservó media caballería, que luego resultó ser el pueblo de Caimanera".

En la loma El Cuzco existía el rancho de Diego Pérez. Como dato curioso, entre 1757 y 1793, aproximadamente, fueron propietarios o vecinos: de Jamaica, Francisco Ramírez; de San Andrés, José Olivares; de Yateras Arriba, Francisco Antonio Macedo; de Santa Catalina, Manuel Jústiz; de Matabajo, Pedro Pérez; de Río Seco, Baltasar Díaz; de Los Caños, Pedro Antonio Mustelier; del Purial, Juan Bautista Pérez; de Arroyo Hondo, Tomás María Creagh; de El Cuzco, Pablo Rojas y de Tiguabos, Cristóbal de Rojas.

Antes de 1840 la hacienda Santa Catalina, ya pueblo en su cabecera o sitio, era propiedad de los Pérez y en 1840 todo el asiento de la después ciudad de Guantánamo y sus puntos cercanos fue vendido por ellos. Aparece la venta por manzanas, solares, caballerías, para la edificación y el fomento. 

Las nueve décimas partes de esas enajenaciones corresponden a los Pérez, en primer lugar Pedro Manuel y después Pedro María, Juan Bautista, Feliciana, Manuel de Jesús, Micaela, Agustín, Luis Francisco, Antonio, Fernando y Manuela. Frente a ellos quien más vende es Gaudencio Boti, en representación de la casa Arché y Co., tierras estas últimas adquiridas de otros antiguos propietarios. 

Los Pérez aprovechando el sobreprecio que tenían en la población y sus cercanías vendieron, pero como al parecer no podían vivir sin la posesión de las tierras, compraron más adelante y así entre 1840 y 1868, comienzo de la Guerra de los Diez Años, son propiedad de los Pérez: Matabajo, Palma de San Juan, Hondones de Ponciano, Yateritas, Ocujal, Mayal, Lajas, Boquerón, Las Playas, Cacimbas, El Naranjo, Achotal, Jobito y Platanal.

Por lo que afirma Regino E. Boti que en ese período de tiempo no hay un pedazo de tierra que no sea propiedad de los Pérez. El propio autor al refutar documentalmente la imposibilidad de la fundación de la actual ciudad de Guantánamo por el comerciante catalán José Rafart y Martí, concluye que "es imposible quitarle ese honor a los Pérez y de ellos, elegir a Pedro Manuel Pérez, iniciador de la venta social de la tierra, en el mismo asiento que hoy tiene la población y que data de más de un siglo". Esto fue escrito en 1912. 

Estatua del mayor general

El historiador Gerardo Castellanos García resumiría de los Pérez: "Eran poderosos terratenientes. Valientes, corajudos, con ramalazos indios. Dominaban por su prosapia, por su arraigo, por la labor honda y fructífera en los campos y porque no se dejaban dominar [...]. Probablemente ninguna otra jurisdicción de Cuba ha producido con tan robusto desarrollo una estirpe igual a la de los Pérez con sus múltiples enlaces [...] raro es el sector [en Guantánamo] donde no campea un Pérez".

Hasta el final de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) los Pérez fueron fieles a la metrópoli española. El tronco originario, Diego Pérez, era peninsular y su influencia fue grande en su descendencia, a pesar de que todos fueron cubanos. De los defensores de la causa hispana el de más renombre lo fue Miguel Pérez y Céspedes. Nació en Tiguabos en 1800 y ya a los 17 años ingresó en el Cuerpo Disciplinado de Milicias de Santiago de Cuba y Bayamo.

Fiel a la tradición familiar iniciada en el siglo XVIII por Pedro Manuel Pérez Montoya, Teniente de Urbanos, quien conocido como Teniente Rey de los Indios, fue implacable en la persecución de los palenques de cimarrones, Miguel Pérez lo fue igualmente en su época en la destrucción de cuantos de éstos refugios de esclavos había en zona guantanamera. Por esos tristes méritos al inicio de la Guerra de 1868 ostentaba el grado de Capitán de Partida

El gobierno español conocedor de sus dotes militares le facilitó el presupuesto necesario para crear numerosas Cuadrillas o Escuadras en Guantánamo (1869), que así llamaban a los grupos guerrilleros, poniéndolas a las órdenes directas de sus hijos y sobrinos y todas subordinadas a él, quien recibió el grado de Comandante del Ejército Español.

Estas fuerzas nombradas oficialmente Cuadrillas de Indios de Santa Catalina del Guaso estaban integradas por indios de Baitiquirí y Caujerí, por delincuentes que hasta su ingreso huían de la justicia, vagos y por verdaderos mercenarios que peleaban por la paga que recibían y por el botín de las acciones de guerra. Para el historiador Juan Jerez Villarreal las componían 300 hombres en total.

Toda su zona y principalmente las de los pueblos de Tiguabos, Macurijes, Mayarí y Sagua de Tanámo, se convirtió en bastión inexpugnable de la causa hispana y sus vagas, entre las que se encontraban, como es de esperarse, las de los Pérez, se mantenían libres de la tea incendiaria mambisa. Un historiador tan cubano y guantanamero como Boti, afirmó así del voluntario Miguel Pérez:  

"Miguel Pérez y Céspedes era de buena presencia, alto, trigueño, pelo negro y bigote escaso. Era de carácter afable; y aunque sus ideas políticas no fueran las de sus hermanos en armas, no por eso hemos de dejar de reconocer sus méritos y su valor, mucho más cuando cada cual es libre de sustentar las ideas de sus simpatías y máxime cuando estas ideas, como en el caso de Pérez y Céspedes, se abrazan con sinceridad".

Su importancia militar era tan valorada por los cubanos, que cuando el Mayor General Máximo Gómez Báez dio las órdenes al entonces Comandante José Guillermo Moncada para iniciar la invasión de la imprescindible zona de Guantánamo, le expuso entre otras cosas: 

"Usted irá al mando de la vanguardia; nuestras fuerzas irán detrás y no olvide, que el aniquilamiento de Miguel Pérez es para nosotros cuestión vital". 

Ya en la zona, Moncada y sus hombres le llevan un mensaje de Miguel Pérez escrito en un papel dejado en uno de los caminos: 

"A Guillermón Moncada. En donde se encuentre, Mambí. No está lejos el día en que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana. Miguel Pérez y Céspedes". 

La respuesta de Guillermón fue inmediata al dorso del propio papel y dejado en el mismo camino: 

"A Miguel Pérez y Céspedes. En donde se hallare. Enemigo: por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tiene fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la triste oportunidad de quitarle el filo de mi machete. Mas, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien. Guilllermón".

Y comienza la cacería por los dos bandos. Guillermón para provocar a Miguel Pérez incendia los cafetales en todas las cercanías de Ojo de Agua, lo que se divisa desde Tiguabos, cuartel general del jefe de las Cuadrillas de Guantánamo. A las cuatro de la tarde del cinco de mayo de 1871, sale Miguel Pérez con su escuadra - incluyendo una pieza de artillería - y el encuentro se produce en la zona de Yateras. 

En un principio el cuadrillero ataca con violencia y toma las mejores posiciones. Las pérdidas humanas son numerosas por ambas partes. Guillermón se da cuenta en la situación de desventaja en que lo ha colocado el jefe enemigo y dando muestra de sus extraordinarias cualidades militares, va tomándole sus ventajosas posiciones hasta dejarlo con sus tropas en medio de un estrecho cerco, después de cinco horas de reñido combate cuerpo a cuerpo.

Al cerrar la noche todos se dispusieron, aparentemente, a esperar el día para continuar el combate. Pero ese fue el momento que Miguel Pérez aprovechó para tratar de salvar lo que quedaba de su Escuadra, dando la orden de salida, de uno en fondo, para romper el cerco por lo más espeso del monte. Al aviso de "¡ Se va Miguel Pérez¡ ¡Que se escapa Miguel Pérez¡", dado por el Capitán Mengana y sus hombres de avanzada.

Entonces se escucha el grito atronador de Guillermón Moncada, "Al machete, adelante mambises", y él mismo, machete en mano, inicia un combate cuerpo a cuerpo en la oscuridad de la noche, de los más encarnizados que se recuerdan en aquella sangrienta epopeya de los Diez Años, que terminó con la total destrucción, muertos todos sus miembros por el acero mambí, de la tristemente célebre Escuadra de Miguel Pérez.

Junto a su cadáver ensangrentado, como dando un ejemplo de máxima lealtad, se encontraron sin vida su asistente y su perro inseparable, así como el mulo, mal herido, que utilizaba el cuadrillero en sus marchas. Al día siguiente el Mayor General Máximo Gómez recibía el parte de la victoria, la espada y las insignias de Miguel Pérez.

La respuesta del jefe mambí no pudo ser más elocuente: ascenso inmediato superior de toda la tropa y el grado de Teniente Coronel para José Guillermo Moncada. De esa forma gloriosa entraba Guillermón en la historia de Cuba para permanecer en ella eternamente. 

El periódico español de La Habana "Juan Palomo" informaba escuetamente: 

"La muerte del Jefe de las Escuadras de Guantánamo Don Miguel Pérez y Céspedes que en setenta y un año de edad, llevaba cincuenta y cuatro de numerosos servicios a España".

Un hermano de Miguel Pérez, Francisco Pérez y Céspedes, segundo jefe de las Escuadras, en el combate de Filipinas a finales de 1869, cayó en poder del Coronel José Policarpo Pineda, el legendario Rustan de la Guerra del 68, y fue fusilado por éste en Vuelta Corba. Fue en represalia por el asesinato del patriota cubano Arturo Casimajan, hecho prisionero por Miguel Pérez en el combate de El Vínculo.

Este suceso fue narrado, muchos años después, a José Martí de manera diferente y muy curiosa, quien anotó en su Diario de Campaña: 

"Salimos del campamento de Vuelta Corba. Allí fue donde Policarpo Pineda, el Rustán, el Polilla, hizo abrir en pedazos a Francisco Pérez, el de las escuadras", para agregar más adelante al hablar sobre Miguel Pérez, "Y al otro Pérez, dice Luis, Policarpo le puso las partes de antiparras. ' Te voy a cortar las partes', le gritó en pelea a Policarpo.- ' Y yo a ti las tuyas, y te las voy a poner de antiparras'. Y se las puso". 

Otro gran defensor de la causa hispana lo fue Santos Pérez Ruiz, hijo de Miguel Pérez y de su esposa Cecilia Ruiz, bondadosa mujer. Nació en Tiguabos y desde muy joven actuó con su padre en las Cuadrillas. Al comienzo de la Guerra de los Diez Años fue nombrado por éste al frente de una de las recién creadas Escuadras. Su labor fue tan destacada que pasó después al ejército regular español como oficial y terminó la guerra con el grado de Coronel. 

Hombre muy taimado, aunque valiente como su padre, se comprometió con los cubanos, en los preparativos de la Guerra Chiquita (1879-1880), a alzarse en armas por la independencia junto al jefe del naciente Partido Liberal Autonomista en Santiago de Cuba, doctor Urbano Sánchez Hechavarría, pero ambos faltaron a su palabra al conocer de la detención de algunos de los dirigentes del movimiento revolucionario.

Los Sánchez Hechavarría constituían una de las familias más distinguidas de la capital oriental, pero de ideas muy disímiles, de los otros tres hermanos, Francisco fue General de División del Ejército Libertador en las tres guerras independentistas, Pedro médico destacado en Santiago de Cuba y activo patriota y Ulpiano, el mayor, Brigadier del Ejército Español.

La actuación del Coronel Santos Pérez va a ser muy importante en el final desastroso para la causa cubana, la más corta de nuestras guerras independentistas, y poco después fue ascendido a Brigadier. El historiador y Comandante del Ejército Libertador Rafael Gutiérrez Fernández, que lo conoció personalmente, lo calificó como "el valiente entre los más valientes".

Fin de la tercera parte.