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MAXIMO GOMEZ. LO QUE QUEDÓ EN EL TINTERO (I)


Un día como hoy, cinco de octubre, el general Máximo Gómez, jefe de las fuerzas rebeldes cubanas, condenó a muerte a dos coroneles que eran portadores de mensajes de paz. 

Una vez despidió en Ceiba Mocha al presidente Tomás Estrada Palma, de camino se encontró en el potrero de Jobo dulce a los coroneles. el cubano Antonio Bello Rondón y Jaime Santiesteban, y los capitanes José Alonso y Esteban Varona. Estos le notificaron que eran portadores de proposiciones de Arsenio Martínez Campos que no estaban basadas en la independencia del país.

Junto con su hermano Luis, Bello había participado en la reunión conspirativa del catorce de agosto de 1867, presidida por Francisco Vicente Aguilera, en la casa de Pedro Figueredo, en Bayamo, donde quedó la primera Junta Revolucionaria de la región oriental.

Gómez les había hecho prender en el acto, envió correo al presidente y condujo a los oficiales ante el brigadier Gregorio Benítez, jefe de la División Camagüey, para que fueran juzgados en Consejo de Guerra. Un decreto vigente - decreto Sportorno - establecía la pena de muerte para quienes propusieran una paz que no incluyera la independencia.

Sin embargo, ese día seis de octubre de 1877 consiguió fugarse del campamento y salvar su pellejo, presentándose a las las fuerza españolas de Puerto Príncipe, Camagüey, el 15 de octubre de 1877, abrazando entonces el autonomismo. Y como la vida es como es, cuando la guerra ya no daba para más y las fuerzas del camaguey y las villas decidieron que ya estaba bueno, tras firmarse el pacto del Zanjón el diez de febrero de 1878 Gómez, como el primero, lo aceptó SIN INDEPENDENCIA.

Como todos, y sin decir ni pio, terminó saliendo para el exilio el seis de marzo de 1878 en una embarcación que le facilitó el enemigo, en este caso el propio general Arsenio Martínez Campos. Entonces se estableció primero en Jamaica donde ya se encontraba su familia trasladada por España, y allí se dedicó a cultivar tabaco. A finales de 1885 Gómez regresó a Santo Domingo con el seudónimo de Manuel Pacheco, dedicándose a buscar apoyos para su plan.

Se supone que por una una delación, al parecer instigada por los representantes del Gobierno español en la isla, hizo que el dos de enero de 1886 fuera encarcelado, debiendo abandonar días después la ciudad de Santo Domingo y más tarde el país. En 1891 decide volver nuevamente a su patria, y lo hace triste, apesadumbrado y bastante frustrado además. Al respecto anota en su extenso Diario de Campaña:

Gómez
"No dejo de verme siempre en apuros. Sin dinero apenas y sufriendo privaciones y penalidades solamente por mí sabidas". 

Algunos cubanos - (se refería a Calixto García y Antonio Maceo)- fueron colocados en mi camino solo para castigarme con decepciones y desengaños... aún aquellos que más quería y protegía, esos eran los más infieles a mi amistad y cariño".

Maldita Hemeroteca

Fuentes:
Ramón Infiesta. Diario de Campaña.
Historia Hispánica
Citadas en el texto.