.

EL FANTASMÓN DE LA CASA DE LOS TECHOS VERDES


Alberto de Armas y Martín, alias Cocó, fue un influyente personaje de la política cubana que encargó la construcción de una mansión muy conocida en La Habana, "La casa de las tejas verdes", un diseño del arquitecto José Luis Echarte Mazorra, que se convirtió en su hogar durante diecisiete años.

El señor Armas también es recordado por haber ocupado el cargo de mayordomo del Palacio Presidencial durante el gobierno del mayor general Mario García Menocal y Deop. Compró ese terreno en 1925, y entre ese año y el 1926 se edificó la llamativa mansión con un estilo ecléctico que combinaba elementos europeos. 

Fue considera una de las residencias más atractivas de la ciudad. Pues allí vivió todos esos años, hasta que en 1943 se la vendió a una empresa inversionista. Fue a parar a la pianista Catalana, y gran amante de los perros, Luisa Catalina Rodríguez y Faxas, quien ocupó el inmueble hasta su muerte en 1999. Ingentes fueron los esfuerzos del castrismo por quitársela, pero la doña se resistió hasta el último día de su vida. 

Bueno no así exactamente. 

Para empezar, Luisa Catalina tenía apenas veinte años cuando la compró, gracias a una herencia que le vino de su padre fallecido. Unos años después contrajo matrimonio con el abogado y escritor Dr. Mario Cabrera Saqui, autor del ensayo "Julián del casal y el modernismo", editado en 1945. El Dr Saquí falleció hacia finales de la década de 1950.

Entonces sus hijos se fueron a vivir a los Estados Unidos, y al tiempo sufrió la desgracia de perder a uno de ellos, Luis Mario, que murió de un infarto. Viajó a buscar el cadáver con la intención de un regreso tras arreglarlo todo, quizás vender la casa, y marcharse con el resto de su prole a Miami. No se sabe como, pero "entre pitos y flautas", que si me voy, que si me quedo, la atrapó el diferendo de Castro con los Estados Unidos. 

Parece que la doña andaba media enamorada, porque pasado un tiempo contrajo unas segundas nupcias con el Dr. Pedro Hechevarría, un notable oftalmólogo que tenía su consulta en la calle 17, entre las cales H y G, en el Vedado, su único amigo que le quedaba, que de tanta visita y ayudarla terminó por llevársela a la cama. No obstante fue un matrimonio breve que finalmente se disolvió, y que a la vez tuvo consecuencias catastróficas para ella.

Sus hijos de Miami consideraron que había sido una traición, tanto a ellos como a la memoria del padre, y por ese motivo dejaron de hablarle definitivamente. Por mucho que lo intentó, jamás encontró una respuesta. Desde entonces numerosos fueron los intentos del régimen castrista por agenciarse la casa, pero Luisa Catalina siempre se negó a abandonarla.

Continuó viviendo en la casa acompañada de Mumi, la cocinera, y por una sobrina de su primer esposo de nombre María Isabel, a la que el castrismo se la "heredó" por ley de vida. Sí, porque tuvieron que esperar que ella muriera tambien, por cierto el mismo día once pero de enero del siguiente año, y en el año dos mil los Castro se hicieron por fin con la imponente residencia.

Aquella mansión siempre fue tan bella como enigmática, con esos techos verdes que la hacían única en Cuba. Incluso corrió el "cuento chino" de que allí habitaban espíritus y fantasmas, ánimas que tuvieron que "salir echando" cuando otro "fantasmón", el Eusebio Leal, cumplió la orden de su jefe y la restauró en el 2005 y la convirtieron en una especie de punto de encuentro cultural.

Maldita Hemeroteca