En el 1919 se inauguró en la Playa de Marianao el Gran Casino Nacional. Amparado por la Ley que regula el Turismo con toda clase de juegos permitidos en establecimientos de esta índole, su rápida construcción fue de todo pauto necesaria.
Vestida la Habana de gran capital, sumamente rica en aquella época, con mucho movimiento de pasaje en su puerto, además del que nos trae la benigna estación invernal, no es extraño que en unas construcciones provisionales, con ligeras cimentaciones de concreto, estructura de madera con malla metálica, revestida con arena y cemento y enlucidos de masilla y yeso, se gastaran cerca de un millón de dólares.
Dirigido en principio por el Arquitecto Goyeneche en sus fachadas clásicas hechas con materiales ligeros y en sus cubiertas de fibro-cemento con fuertes pendientes, se apreciaba un marcado sabor suizo. Contrastaba esta silueta exótica en el marco asoleado de la Playa. De esta misma época data la fuente luminosa, obra del escultor Aldo Gamba.
En el 1928, al efectuarse la venta de la playa juntamente con el casino a una compañía concesionaria Norte Americana, ésta ordenó los planos de reformas a los arquitectos Schultz and Weaver, de New York, quienes modificaron la Porte Cochere, vestíbulo, cuarto de señoras, de caballeros y la nueva decoración del gran comedor.
La fachada de la Porte Cochere fué terminada por los arquitectos newyorkinos en estilo clásico, el motivo de Paladio, con mía gran vidriera transparente, paneles con relieves en el friso y una banda horizontal como remate en la cual inscriben el título vestíbulo. Schultz and Weaver obtienen un éxito franco en el vestíbulo como una estilización del dórico griego más puro que hace honor a sus autores.
El diseño de las lámparas es obra de los propios arquitectos. El costo de estas obras ejecutadas en el 1928, ascendió a la cantidad de $300,000.
En el 1929 se encomendó al arquitecto Emilio de Soto las últimas reformas del Casino, consistentes en: ampliación de la nueva entrada de tourista (donde nuestro compañero siguió las huellas de Schultz and Weaver, viéndose obligado a repetir el mismo motivo para darle unidad a las fachadas), gran salón de juego, vestíbulo, salón de señoras, salón de caballeros, “comptoir”, barra, todo en arte nuevo a excepción de la cantina que fué ordenada en estilo renacimiento español acentuado.
Emilio de Soto, en su proyecto para la Gran Sala de Juego, completa el Casino, y por la nobleza y simplicidad de sus volúmenes, por lo acertado de sus detalles y la fineza de cada elemento, logra una obra moderna y nueva, que ilustra su carrera.
Nada distrae la atención en esta sala, casi monocroma; la calma de sus colores, la seguridad de cada motivo en su sitio, sin esfuerzo aparente, produciendo una impresión de agrado y confort, hacen concentrar la mirada sobre las mesas de juegos. El decorado del bar en estilo español es una obra de mérito.
Las obras ejecutadas por Emilio de Soto, se realizaron en 67 días.
Si Schultz and Weaver triunfaron en el vestíbulo y en el decorado del comedor, Emilio de Soto con igual acierto triunfa en la Gran Sala de Juego y en el decorado del Bar, lográndose un todo que honra a la Habana y un Gran Casino que, como dijimos anteriormente, está a la altura de los mejores de Europa y América.
El éxito alcanzado en esta obra, y justo es consignarlo, pertenece en gran parte al Presidente y Vicepresidente de la Compañía propietaria, Sres. John Mac. Entee Bowman y Miguel Suárez.
Condensado de la Revista de Arquitectura 1930

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