lunes, 1 de agosto de 2022

El pasado comunista de las amantes de Fidel Castro


Mira tú de lo que se entera uno. Resulta que un día como hoy, hace 7 años, fallecía en la Habana la ex amante de Fidel Castro, la señora Natalia Revuelta Clews, madre de la conocida Alina Fernández Revuelta, víctima de un enfisema pulmonar a la edad de 89 años.

Dicen los que la conocieron que Naty, como la llamaban sus amigos, era una de las mujeres más enigmáticas y hermosas de la alta sociedad habanera cuando conoció a Fidel Castro en noviembre de 1952. Para entonces estaba casada con un eminente cardiólogo de nombre Orlando Fernández y tenían una hija, pero el destino le puso delante al impresentable personaje verde oliva y ahí mismo "se le trastocaron los cables".

Chismes de sociedad apuntaban a que Castro le envió desde la cárcel en Isla de Pinos una carta que, por algún motivo, fue a parar a manos de su esposa Mirta Díaz Balart, lo que provocó el inmediato divorcio de esta. Tras el triunfo de la revolución Naty se quedó en la Habana, aunque su anterior esposo se fue al exilio junto a su primogénita Natalí, pero ella, "volcada de lleno a la revolución de su amante", empezó a trabajar en el Hospital Nacional de La Habana como jefa de compras.

Luego marchó a París donde vivió dos años, ya saben, se fue a coger un aire, regresando a la Habana para incorporarse al Centro Nacional de Investigaciones Científicas, CENIC, donde trabajó durante ocho. En 1973 mejoró en su escalada laboral al pasar al Ministerio de Comercio Exterior, en donde se jubiló en 1980. Desde entonces fungió como "asesora" del Ministerio de Cultura.

Es que a eso de la jet set, la moda y la farándula, la doña le sabía "un mazo" al tema. Era una asidua a Tropicana desde los 18 años, donde no iba todo el mundo por cierto, al igual que se codeaba con lo mas rancio de la aristocracia habanera en la barra del emblemático "Vedado Tennis Club". 

Allí, no vamos a decir que jineteó, pero sí conoció a Errol Flynn y a Edward G. Robinson. Igual se vanagloriaba de un piropo que le dio el premio nobel Ernest Hemingway, cuando le dijo que sus ojos le recordaban a los de su gato. No sabríamos decir si aquello era como para estar orgullosa. El tema es que la doña se gastaba unos ojos claros, de esos que como los del Tiktok, te enamoraban nada mas verlos. 

Con su hija Alina Fernández 

A Castro lo conoció en 1952, dijo que en una manifestación estudiantil en las escalinatas de la Universidad de La Habana, y poco después les "visitó a ella y a su esposo en su propia casa". Imaginamos que además de vacilarle la jeva, el tipo le tumbó dinero en efectivo "para la causa", ya sabemos que en eso de trincar lo ajeno era un maestro. 

Bueno en una carta escrita en inglés en 1940, le pidió un billete de 10 dólares a "su buen amigo" el presidente de EEUU, Franklin Delano Roosevelt, cuando apenas tenía 10 años. Ella, además de la plata del marido, le dio los brazaletes de oro y un par de aretes de zafiros y diamantes que le había regalado su señora madre. Lo que se dice un "negocio redondo". 
Durante el asalto al Moncada, su misión era repartirle a los periodistas de la radio y la TV el mamotreto fidelista, en caso de que Batista cortara las comunicaciones.
En una entrevista para Vanitatis recordaba -muy amargada ella- como a Fidel le habían cortado la luz un mes, por unas protestas que organizó en el presidio ante una visita que efectuara Fulgencio Batista. (...) aquello significó que tuvo que sentarse en las sombras, sin poder leer, una humillación que nunca olvidaré". En cambio si que olvidó los horrores que su - ya no sé ni lo que era - cometió con los presos que se le opusieron y se convirtieron en valientes plantados. En fin, que aquí mejor lo vamos dejando ya.

En el año 1993 su hija Alina, que le salió rebelde y anti castrista, se fugó de Cuba con un pasaporte falso; y desde entonces despotricó de lo lindo de su padre dictador. Hace tiempo que no se le ve en los medios. Su madre - en cambio - que siempre fue una castrista declarada, vivió en la Habana hasta su muerte. Sus cenizas fueron lanzadas al mar por decisión propia.

Memorias // Fin de la primera parte 

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