viernes, 8 de julio de 2022

Toral hizo lo que tenía que hacer, pero los valientes estaban en Madrid

Plaza de Santiago de Cuba 1898

José Toral y Velázquez fue el ultimo gobernador militar español en Cuba. Era Murciano y llegó a la isla, por solicitud propia, en 1895 cuando había sido recién ascendido a general de división. En esos años ya los mambises (rebeldes cubanos) no estaban para tanto trote.

El general Valeriano Weyler había controlado occidente, y algunos de los principales lideres de aquel ejercito libertador ya habían muerto. Sí, se producían escaramuzas entre ambos bandos, pero el objetivo de los cubanos estaba centrado en acabar de convencer a los EEUU para que efectuara la invasión.

En febrero explota el acorazado Maine en la rada Habanera, paso previo a la invasión Yankee al este de la isla, aunque no fue este el detonante precisamente. Tras ser herido el gobernador militar de Cuba, general Linares, en la batalla de la loma de San Juan, el general Toral lo sustituyó como jefe en la plaza de Santiago de Cuba. 

Ante la evidente derrota militar que seguía sufriendo el ejército español, el general Toral decidió fijar una rendición frente al ejército norteamericano, decisión que encontró rechazo entre otros oficiales españoles como el general Blanco, capitán general de Cuba, y el propio Arsenio Linares.

El 1 de agosto de 1898 la prensa publicaba la carta que el general Toral había enviado al comandante en jefe estadounidense, general Shafter, carta en la que le comunicaba la autorización del gobierno español para proceder a la capitulación.

De hecho la había aguantado todo lo que pudo, hasta que el general Shafter le envió una amenazante misiva: “de no rendirse la plaza al día siguiente, se reanudará el bombardeo y ataque por mar y tierra a la ciudad de Santiago". Esta carta fue publicada por la prensa el 1 de agosto de 1898. 

El 17 de julio, el general Toral formalizaba la rendición incondicional de Santiago al 5to Cuerpo de Ejército de los Estados Unidos, mientras que para evitar mayores agravios los cubanos fueron privados de entrar en la ciudad, no por el general William R. Shafter como siempre se ha dicho, si no por ordenes de Washington que él se limitó a cumplir. 

Tampoco se le prohibió a Calixto García asistir a los actos. En un intercambio epistolar con Shafter quedó claro que el bravucón de Calixto se encontraba muy tocado por esta decisión excluyente, y entonces decidió unilateralmente no asistir.

Por otro lado la estupidez y el orgullo en Madrid estaba por los cielos. Claro, ellos estaban allí tranquilitos y no en cuba asediados por mambises, cañones yankees, tropas Roughriders o el calor y las enfermedades. ¿Cuántas vidas salvó Toral con aquella rendición a tiempo?

Aún así no se lo perdonaron nunca, como si hubiera tenido él la culpa. Su regreso a España fue trágico. Desprecio y olvido, profunda depresión y enfermedad mental. En 1902 tuvo que internar en un sanatorio para dementes y, dos años después, moría en el sanatorio de Carabanchel en Madrid a los 72 años.

Puntos de vista.

Entrada de la Bahía de Santiago de Cuba 1898

Restos del acorazado USS Maine en la Habana 1895

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