sábado, 20 de agosto de 2022

La libertad de prensa usada contra los líderes de la causa Cubana


A raíz del alzamiento cubano de la Demajagua, las autoridades españolas y sus partidarios llamaron a la lealtad de todos los cubanos "dignos" contra los “hijos ingratos” que se habían revelado contra la “madre generosa” que se lo había dado todo. 

De ahí que el gobernador de Cuba en ese momento el temido general Blas Diego Villate y de la Hera, conde de Valmaseda, emitiera un bando en el cual se sometería a fusilamiento a todo aquel que fuera sorprendido colaborando con los rebeldes cubanos, a la par que todas sus propiedades serían destruidas dejando desamparados al resto de su familia.

Desde la otra parte, la Cubana, en junio de 1875 se dictó el no menos severo "Decreto Ley Spotorno", (Coronel Juan Bautista Spotorno) promulgado por la Cámara de Representantes de Cuba en armas, que condenaba a muerte no solo el que ayudara a los Españoles, si no que por el simple hecho de presentarse haciendo proposiciones de paz que no estuvieran basadas en los principios de independencia y abolición de la esclavitud, "no haría el cuento". Fuera quien fuera, lo mismo Cubano o Español.

Este era el caldeado ambiente que se vivía en Cuba durante aquella primera guerra insurreccional. Sin embargo, había otra manera de combatir que, aunque no se usaran las armas de fuego y filo, eran igual de peligrosas y causaban un daño tan, o mayor. Se trató de la caricatura.

La designación de su cuñado Miguel de Quesada lo dejó muy mal parado. Eso le trajo enemigos, como los diputados Tomás Estrada Palma, Jesús Rodríguez, Juan B. Spotorno, Luis Victoriano Betancourt, Ramón Pérez Trujillo, Marcos García, Fernando Fornaris y Eduardo Machado. Presidía el Marqués de Santa Lucía y en especial Salvador Cisneros.

PPor medio de la caricatura "pusieron a caldo" a varios de  nuestros próceres, entre ellos Vicente Aguilera, José Morales Lemus o el padre de la patria, Don Carlos Manuel de Céspedes que, nos duela o no, él solito se lo buscó con sus criticados actos absolutistas, caudillistas y hasta tiránicos. 

Como por ejemplo la práctica del nepotismo aprovechándose de su cargo. Recordemos que su cuñado, Manuel de Quesada y Loynaz, llegó a ascender a mayor general e incluso hasta la jefatura del ejercito, nombramiento que provocó la ira de medio Camagüey y de sus jefes, entre ellos dos muy importantes como Salvador Cisneros Betancourt y el Mayor Ignacio Agramonte y Loynaz. 

El favoritismo de Céspedes con este cuñado, a la larga, fue uno de los tantos motivos que le costó su posterior destitución. En 1870 la cámara de representantes "se carga" a este cuñado y, aún así, Céspedes dio muestras de su autoritarismo cuando intentó que en vez de destitución aceptaran "su renuncia". Al no salirse con la suya, decide enviarlo a New York en una "misión especial" de la que nunca más regresó. Murió en 1884 cuando vivía permanente en Costa Rica. 

Por el otro lado Céspedes fue acusado de bígamo, pues mantuvo varios amoríos abiertos y conocidos de tipo extra matrimoniales. Por ejemplo el que tuvo con la chica de 17 años Candelaria Acosta, alias Cámbula, hija de un mayoral que fue amante suya estando casado en 1839 con su prima hermana María del Carmen Céspedes y del Castillo, fallecida en Enero de 1868 de tuberculosis. 

De este matrimonio había tenido tres de sus hijos, María del Carmen, Carlos Manuel y Oscar y todos llevaban los apellidos Céspedes y Céspedes como es de suponer, mientras que con Cámbula tuvo dos hijos que fueron reconocidos, Manuel y Carmita. Cámbula muere en Cuba en su casa de Santiago, cito en Lacret número 43 esquina a la calle Habana, así como fue la única que le acompañó "como vecina" en la necrópolis de Santa Ifigenia.

El 27 de octubre 1873, un conciliábulo realizado por la Cámara de Representantes, que era algo así como el parlamento de la República en Armas, en la localidad de Bijagual, en el oriental territorio de Jiguaní, cesó a Céspedes en su cargo de presidente de la República.

Luego se casó con la camagüeyana Ana de Quesada y Loynaz (Anita), el 4 de noviembre de 1869 y en julio de 1870 tienen el primer descendiente al que también llamó Amado Oscar, en memoria del que había sido fusilado por los españoles como chantaje y de la que dio muestras de un estoicismo tal, que prefirió su muerte a ceder al vil chantaje.

Finalmente, estando oculto en San Lorenzo y depuesto ya como presidente de Cuba en armas, mantuvo otra relación extra matrimonial con la guajirita Francisca Rodríguez, "Panchita", quien vivía en un bohío próximo y con la que tuvo otro hijo más, Manuel Francisco Rodríguez, quien llegó al mundo cuando él ya había muerto en aquella emboscada.

EXPLOSIÓN DE LIBERTAD DE PRENSA. 

Se sabe que las caricaturas, sobre todo cuando son políticas, llevan una carga extra de "mala leche" muy difícil de digerir. Muy bien que las describió nuestro apóstol José Martí cuando dijo: "...son como un látigo con cascabeles en las puntas". Los voluntarios españoles hicieron un buen uso de ellas.

En el libro "Hablar a los ojos. Caricatura y vida política en España (1830-1918)", de Marie-Angèle Orobon y Eva Lafuente, Editorial Universidad de Zaragoza, España, se explica muy bien como durante aquella primera guerra de 1868 las caricaturas constituyeron el marco referencial necesario para identificar a los actores y espacios de aquella primera contienda, sobre todo lo relacionado con el triángulo Cuba- New York - España. 

Original del 1869 // Estas publicaciones se encuentran hoy a buen recaudo en las hemerotecas de la Universidad de Miami.

También se usaron, y muy críticas por cierto, con los temas políticos peninsulares. Las plumas de los caricaturistas y voluntarios bilbaínos Juan Martínez Villergas y Víctor Patricio de Landaluze (cuentos de la manigua) supieron disparar para todos lados a partir de la llamada "Revolución Gloriosa" de 1868, que trajo consigo un boom de libertad de prensa. 

Revistas como "Fray Gerundio" "El Moro Muza", "Juan Palomo", "Don Junipero" e incluso José Martí probó suerte con "El Diablo Cojuelo" en enero del 1869 fueron de las más conocidas. En el "Moro Muza" (En españa moro significa musulmán árabe. Hoy es considerado como un calificativo despectivo) que fue una de las más punzantes entre las más de 600 publicaciones que se dispararon entonces, se cebaron de lo lindo con Carlos Manuel de Céspedes, llamándolo incluso "Farsante".

Y ojo, que en este caso no fueron hechas por los españoles ni sus afines cubanos, todo lo contrario, sus autores fueron el patriota Ramon Silva y Zayas, un teniente coronel que se incorporó al ejercito mambí en 1896 y un año después fue elegido representante a la Asamblea Constituyente de La Yaya, mientras que el otro fue el mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, líder de la célebre caballería agramontina. 

Las críticas a Emilia Casanova Rodríguez, la esposa de Cirilo Villaverde eran constantes

Por otro lado había que atacar el apoyo brindado por la emigración Cubana, en ese tiempo la radicada en New York. Estas revistas, en este caso el Moro Muza, se mostraban implacables con los más famosos y destacados personajes de aquella comunidad en el exilio Neoyorquino, como el destacado independentista José Morales Lemus, el patriota Francisco Vicente Aguilera o la colaboradora cardenense Emilia Casanova Rodriguez. (o De Villaverde) la esposa del poeta cubano Cirilo Villaverde, autor de la célebre novela Cecilia Valdés o la Loma del Ángel

Durante cuatro años y seis meses que duró su mandato, Céspedes vivió constantemente amenazado por sus enemigos, y no solo españoles, también los cubanos. 

Luego, con los años, y tantos como 30 después, editoriales norteamericanas le pagaron a España con la misma moneda durante la tercera guerra del 1895. Aquella propaganda negativa fue brutal, y sus cientos de fake news hicieron un daño terrible a la imagen de la Metrópolis y a la posterior invitación al ejercito de su país a invadir Cuba

Magnates de la prensa como William Randolph Hearst, dueño del New York Journal, y Joseph Pulitzer, del New York World, publicaron artículos de naturaleza sensacionalista sobre el conflicto y enviaron corresponsales a Cuba para cubrir la guerra, entre ellos el historiador John Lawrence Tone que estuvo mano a mano con los mambises en la manigua Cubana. Otros se inventaron historias de lo lindo, como el hundimiento del acorazado Maine por ejemplo, y es que el poderío de aquella prensa era "harina de otro costal".

Memorias. 

Fuentes: Adelaida DE JUAN: “Imágenes pictóricas de la Cuba del siglo XIX”, en Joaquín DE LA FUENTE (coord.): Pintura española y cubana y litografías y grabados cubanos del siglo XIX, Madrid, Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1983; Olga LÓPEZ: “Víctor Patricio de Landaluze: sus años en Cuba”, en Víctor Patricio de Landaluze (1830-1889): Colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 1998.

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