FEDERICO GARCÍA LORCA Y SU LOCA ESTANCIA EN LA HABANA.

Lorca con el diplomático y escritor Luis Rodríguez Embil en el Habana Yacht Club (1930)

Un 19 de abril del año 1930 Santiago de las Vegas, localidad habanera situada a unos veinte kilómetros del centro de la capital, era visitada por el poeta granadino Federico García Lorca como parte de su tour Cubano, y tras permanecer seis meses en los Estados Unidos. En realidad Lorca había llegado a La Habana un siete de marzo, y prolongó su estancia hasta el doce de junio de ese mismo año. 

Esta visita le permitió recuperar su lengua, limitada en su estancia en Nueva York, donde estuvo invitado por la Asociación Hispano Cubana de Cultura que entonces dirigía don Fernando Ortiz, y además el poder disfrutar de un espacio urbanístico más allegado y cordial en un pueblo que - aun en nuestros días - sigue siendo muy español. 

En Cuba se encontraba como en su propia casa, de echo célebre fueron sus palabras sobre la Habana: 

«Ciudad fortaleza, la ciudad convento y la ciudad posada, tan españolas, con el despertar de una ciudad monumental. Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba».

Lorca recupera por primera vez en su vida el deseo de libertad, mediatizado por el vuelco ideológico que se apodera de su escritura en Nueva York, por el erotismo irradiante de la naturaleza tropical y la fascinación que le produjeron esas «gotas de sangre negra que llevan los cubanos». Así lo describía: 

"Pero el barco se aleja y comienzan a llegar, palma y canela, los perfumes de la América con raíces, la América de Dios, la América española. ¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial?. Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez".

 
Lorca llegó a Santiago de Cuba el uno de junio a bordo del Tren Central Habana-Santiago. En los salones de la Escuela Normal de Maestros el escritor impartió su única conferencia en dicha ciudad, "La mecánica de la nueva poesía". Si La Habana le recordaba a Cádiz, Santiago de Cuba, en cambio, le evocaba a su querida Granada por sus montañas y por el verdor de sus patios.

Con un grupo de amigos habaneros en el Miramar Yatch Club

A su regreso a la Habana, Federico quedó prendado enseguida del sonido de las noches Habaneras, el de maracas, bongós y de las claves. Sobre todo en la zona de la Playa de Marianao y en especial en el local "Las Fritas", donde el poeta se iniciaría en el conocimiento del Son Cubano en compañía de otros jóvenes y viejos soneros.

En aquellos tiempos la playa de Marianao estaba repleta de cabarets, bares y centros nocturnos, muchos de mala muerte es verdad, como el "Panchín", el "Pompilio", la famosa "Academia de baile" tarifada a diez centavos la pieza. "El Rumba Palace", "El Niche", con el gran rumbero "Chori y la Choricera", "Los Tres Hermanos", el "Pennsylvania" o la "Taberna de Pedro", entre otras menos concurridas quizás. Hoy todas desaparecidas.

La zona estaba repleta de establecimientos que vendían "fritas", la versión cubana de un McDonald, y de una especie de "zona liberada" con varios "prostíbulos y posadas" a su alrededor, entre ellas una muy conocida "La Finquita", y que Lorca recorrió acompañado de su colega colombiano Porfirio Barba, un experimentado "guía turístico Habanero". 

Aquel ambiente libertino repleto de cervezas "Hatuey", de highballs con Cánada Dry y de tragos de ron "Matusalén", fascinó al poeta. Como no podía ser de otra manera viniendo de aquella España censuradora y proscripta, de hecho no había una noche en la que el Granadino no acabara en aquel ambiente donde el sudor y la rumba alcanzaban su máxima expresión.


Desde un punto de vista literario, los hermanos Loynaz — Flor, Dulce María, Carlos y Manuel Enrique — hijos del general de la guerra de independencia dominicano Enrique Loynaz y del Castillo, serían sus principales interlocutores. Muchas tardes pasó Lorca en compañía de estos músicos y poetas en «mi casa encantada», como le gustaba llamar a aquella residencia del Vedado Habanero. 

La relación de Lorca con los Loynaz se centró sobre todo en Flor y en Enrique; no tanto en Dulce María, que con los años llegaría a ser poeta y ganadora del Premio Miguel de Cervantes en 1992. Lorca criticaba a Dulce. Decía que sus "versos muy malos", pero era evidente que la poetiza no le cayó muy bien que digamos. Puede que Dulce María no coincidiera en sus gustos o estilos poéticos, lo cierto es que en una carta a Aldo Martínez, la Loynaz le cuenta lo siguiente: 

"Lorca nunca escribió sobre mí. Los poetas no son aficionados a escribir sobre otros poetas y, además, no estimaba mucho mi poesía y sí la de Enrique". 

Aun así, Lorca dejó una huella muy profunda la vida de Dulce, no así en su poesía. Los cuatro hermanos poetas habitaban en una gran mansión señorial. En el caso de Enrique, podría decirse que fue como "el quinto hombre de la vida de Lorca", al menos en la Habana, aunque si de amistad hablamos su hermana Flor, la loca y arrebatada Flor, la sicaria del ABC, no olvidarlo nunca, fue su preferida. 

Lorca en la playa de Marianao

Se decía que hubo cuatro hombres en su vida, el maestro Salvador Dalí, que siempre rechazó supuestamente sus propuestas homosexuales, el escultor Emilio Aladren, al parecer una relación constatada, el estudiante de ingeniería Rafael Rodríguez Rapún y el poeta, y granadino igual, Eduardo Rodríguez Valdivieso.

Lorca murió fusilado cuando apenas contaba 38 años de edad, en una fatídica noche del 18 al 19 de agosto de 1936 supuestamente por ser izquierdista, homosexual y masón, aunque no son pocos los que lo niegan rotundo. Lo jodido de todo es que a casi 90 años de su muerte, todavía el lugar donde descansan sus restos siguen siendo un misterio sin resolver. 

Se piensa que está enterrado cerca de Viznar, en la Granada Andaluza, en una de las tantas fosas comunes que aun permanecen cerradas y donde se supone que que reposan los cuerpos de Francisco Galadí, Joaquín Arcollas, y el maestro Dióscoro Galindo, fusilados también ese mismo día por elementos Franquistas sin escrúpulos.

De su libro "Poeta en Nueva York", que completa durante su estancia en Cuba precisamente, dejamos su poema "Son de negros en Cuba", donde recoge en sus versos la fuerte impresión que le dejara la isla. Tanto, que en carta a sus padres desde La Habana les dice simplemente: "Esta isla es un paraíso". (Menos mal que fue en el 30)

"Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
--iré a Santiago 
en un coche de agua negra.
--Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
--Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
--Iré a Santiago".


Por cierto de esa empatía que hubo entre Federico y Flor, o "Bebita la sicaria", le decimos así porque en 1932 participó - como integrante de un comando terrorista del ABC que asesinó al senador liberal Clemente Vázquez Bello, el artífice del triunfo "por goleada" del general Gerardo Machado en las elecciones del 1925, el poeta Granadino le regaló el borrador de su obra "Yerma".

Con los años Flor, que no estaba muy bien de la cabeza, se lo vendió a la castrista Marta Arjona Pérez, una pintora que llegó a ser presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y que ocupó cargos en el Fondo de bienes culturales. Ese borrador tendría hoy un valor incalculable, sin embargo ¿Dónde está?. Ay amigo, ¿quién lo sabe?. 

Maldita Hemeroteca