miércoles, 19 de abril de 2023

FEDERICO GARCÍA LORCA: Su loca estancia en la Habana


Un día como hoy, 19 de abril del año 1930, Santiago de las Vegas, localidad situada a unos 20 km de la Habana, era visitada por el poeta granadino Federico García Lorca como parte de su tour Cubano, y luego de permanecer seis meses en los Estados Unidos.

En realidad Lorca había llegado a La Habana un 7 de marzo, y prolongó su estancia hasta el 12 de junio de ese mismo año. Esta visita le permitió recuperar su lengua, limitada en su estancia en Nueva York, donde estuvo invitado por la Asociación Hispano Cubana de Cultura que entonces dirigía don Fernando Ortiz, así como un espacio urbanístico más allegado y cordial en un pueblo que - aun en nuestros días - sigue siendo muy español. 

En Cuba se encontraba como en su propia casa, de echo célebre fueron sus palabras sobre la Habana: «Ciudad fortaleza, la ciudad convento y la ciudad posada, tan españolas, con el despertar de una ciudad monumental. Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba».

Lorca recupera por primera vez en su vida el deseo de libertad, mediatizado por el vuelco ideológico que se apodera de su escritura en Nueva York, por el erotismo irradiante de la naturaleza tropical y la fascinación que le produjeron esas «gotas de sangre negra que llevan los cubanos». 

Así lo describía: "Pero el barco se aleja y comienzan a llegar, palma y canela, los perfumes de la América con raíces, la América de Dios, la América española. ¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial?. Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez".

Santiago de cuba 

Lorca llegó a Santiago el 1 de junio a bordo del Tren Central Habana-Santiago. En los salones de la Escuela Normal de Maestros, el escritor impartió su única conferencia en dicha ciudad, "La mecánica de la nueva poesía". Si La Habana le recordaba a Cádiz, Santiago de Cuba, en cambio, le evocaba a su querida Granada, sobre todo por sus montañas y por el verdor de sus patios.

Con un grupo de amigos habaneros en el Miramar Yatch Club

A su regreso a la Habana, Federico quedó prendado enseguida del sonido de las noches Habaneras, el de maracas, bongós y de claves. Sobre todo en la zona de la Playa de Marianao, y en especial en el local "Las Fritas", donde el poeta se iniciaría en el conocimiento del Son Cubano en compañía de otros jóvenes y viejos soneros.

En aquellos tiempos la playa de Marianao estaba repleta de cabarets, bares y centros nocturnos, muchos de mala muerte, como el "Panchín", el "Pompilio", la famosa "Academia de baile" tarifada a 10 centavos la pieza. "El Rumba Palace", "El Niche", con el gran rumbero "Chori y la Choricera", "Los Tres Hermanos", el "Pennsylvania" o la "Taberna de Pedro". 

Una de aquellas zonas, hoy todas desaparecidas, estaba repleta de establecimientos que vendían "fritas", una especie de "zona liberada" con varios "prostíbulos y posadas" a su alrededor, entre ellas una muy conocida, "La Finquita", que fue de las preferidas del Lorca acompañado de su colega colombiano Porfirio Barba, un experimentado "guía turístico Habanero". 

Aquel ambiente libertino repleto de cervezas "Hatuey", de highballs con Cánada Dry y de tragos de ron "Matusalén", fascinó a Lorca, como no podía ser de otra manera, viniendo de aquella España censuradora y proscripta. No había una noche en la que el Granadino no acabara en aquel ambiente, donde la rumba y los ritmos tradicionales cubanos alcanzaban su máxima expresión.


Desde un punto de vista literario, los hermanos Loynaz — Flor, Dulce María, Carlos y Manuel Enrique — hijos del general de la guerra de independencia, el dominicano Enrique Loynaz del Castillo, serán sus principales interlocutores. Muchas tardes pasará Lorca en compañía de estos músicos y poetas en «mi casa encantada», como le gustaba llamar a aquella residencia del Vedado Habanero. 

La relación de Lorca con los Loynaz se centró sobre todo en Flor y en Enrique; no tanto en Dulce María, que con los años llegaría a ser poeta y ganadora del Premio Miguel de Cervantes en 1992. Lorca criticaba a Dulce por lo que él creía que ella escribía eran "versos muy malos". Era evidente que la poetiza no le cayó muy bien que digamos.

A lo mejor Dulce María no coincidía en sus gustos o estilos poéticos, lo cierto es que en una carta a Aldo Martínez, la Loynaz le cuenta lo siguiente: «Lorca nunca escribió sobre mí. Los poetas no son aficionados a escribir sobre otros poetas y, además, no estimaba mucho mi poesía y sí la de Enrique»; Lorca dejó una huella muy profunda la vida de Dulce, no así en su poesía.

Los cuatro hermanos poetas habitaban en una gran mansión señorial. En el caso de Enrique, podría decirse que fue como "el quinto hombre de la vida de Lorca", al menos en la Habana, aunque si de amistad hablamos su hermana Flor, la loca y arrebatada Flor, la sicaria del ABC, fue su preferida. 

Lorca en la playa de Marianao

Se decía que hubo cuatro hombres en su vida, el maestro Salvador Dalí, el que siempre rechazó sus propuestas homosexuales, el escultor Emilio Aladren, al parecer una relación constatada, el estudiante de ingeniería Rafael Rodríguez Rapún y el poeta, y granadino igual, Eduardo Rodríguez Valdivieso.

Lorca murió fusilado cuando apenas contaba 38 años de edad, en una fatídica noche del 18 al 19 de agosto de 1936. A casi 87 años de su muerte, supuestamente por ser izquierdista, homosexual y masón, todavía el lugar donde descansan sus restos siguen siendo un misterio sin resolver. 

Se piensa que está enterrado cerca de Viznar, en Granada, Andalucía, en una de las tantas fosas comunes que aun permanecen cerradas y donde se supone que que reposan los cuerpos de Francisco Galadí, Joaquín Arcollas, y el maestro Dióscoro Galindo, fusilados también ese mismo día por soldados Franquistas.

De su libro "Poeta en Nueva York", que completa durante su estancia en Cuba precisamente, dejamos su poema "Son de negros en Cuba", donde recoge en sus versos la fuerte impresión que le dejara la isla. Tanto, que en carta a sus padres desde La Habana les dice simplemente: "Esta isla es un paraíso". (Menos mal que fue en el 30)

"Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
Iré a Santiago".

Por cierto de esa empatía que hubo entre Federico y Flor, o "Bebita la sicaria", le decimos así porque en 1932 participó - como integrante de un comando terrorista del ABC -  en el asesinato del jefe del partido liberal y senador Clemente Vázquez Bello, el artífice del triunfo "por goleada" del general Gerardo Machado en las elecciones del 1925, el poeta Granadino le regaló el borrador de su obra "Yerma".

Con los años Flor, que no estaba muy bien de la cabeza, se lo vendió a la castrista Marta Arjona Pérez, una pintora que llegó a ser presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y que ocupó cargos en el Fondo de bienes culturales. Ese borrador tendría hoy un valor incalculable, sin embargo ¿Dónde está?. Ay amigo. 

Maldita Hemeroteca 

SECCIONES/RELACIONADAS