GOMEZ - MARTINEZ CAMPOS: Breve historia de una entrevista


Máximo Gómez en su campamento de Remedios en las Villas

Mucho se habla en Cuba de la llamada "protesta de Baraguá", el 15 de marzo de 1878, e incluso se enmascara lo que era inevitable, incluso por Maceo, la capitulación aceptada por la mayoría del ejercito cubano, excepto dos o tres líderes que a la larga entendieron que una pausa se imponía.

Sin embargo existe otra de la que no se suele hablar mucho entre los generales Arsenio Martínez Campos y Máximo Gómez, efectuada el 10 de febrero de 1878. Gómez, mediante una misiva, le solicita al general Segoviano una entrevista a raíz de los sucesos de esta paz.

En su condición de extranjero –dominicano de nacimiento–, Gómez estimaba que si los cubanos habían firmado la paz, él debía respetar la decisión tomada,
por lo que, sin pactar con España, gestionó facilidades para abandonar la isla en compañía de un pequeño grupo de oficiales, entre los que se encontraban dos hijos del
presidente del Perú Mariano Ignacio Prado. 

Con harapos por vestimenta, se presentó
Gómez a la entrevista con Martínez Campos quien, impresionado ante su deplorable
estado, después de la formalidad de las presentaciones le dijo: “pida, pida por esa
boca, porque excepto la mitra del arzobispo, todo se lo puedo dar.”

Gómez le reiteró
que solo necesitaba un barco para unirse a su familia en Jamaica. Empecinado, Martínez Campos le reprochó viajase con aquella ropa raída, viva estampa de la miseria, y le ofreció un préstamo de dinero a título personal y a pagar cuando pudiera. 

Entonces el hidalgo dominicano
se puso de pie para decirle:
General, no cambio yo por dinero estos andrajos que constituyen mi riqueza y son mi orgullo; soy un caído, pero sé respetar el puesto que ocupé en esta Revolución y le explicaré. 

Gral Martínez Campos 
No puedo aceptar su ofrecimiento, porque sólo se recibe, sin deshonor, dinero de los parientes o de los amigos íntimos, y entre nosotros, General, que yo sepa, no hay parentesco
alguno, y, por otra parte, es ésta la primera vez que tengo el honor de hablarle.

Narraba un testigo del hecho que, cabizbajo, Martínez de Campos se dirigió a uno de
los jefes que lo acompañaba, el ilustrado general Manuel Cassola, pidiéndole que hablara con Gómez, a lo que este le respondió: 

“... Nada hay que decir después de lo manifestado por el general Gómez...”, y volvió la cara para ocultar dos lágrimas que le
corrían por sus mejillas. El insistente Martínez Campos volvió donde el jefe de los
cubanos, arrebatándole de la mano un viejo y sucio pañuelo para guardarlo como recuerdo. 

Después de aquella contienda, sostuvieron respetuosa correspondencia. En
una de las misivas, Martínez de Campos le escribiría, “...Todos los hombres no tienen
la fuerza de voluntad que ha tenido usted para soportar la miseria, mientras que por otro lado Máximo Gómez
le consideró como “... El general español más bravo y astuto que nos combatió..."
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