martes, 14 de noviembre de 2023

El general Serafín Sánchez. Más allá de la censura


La historia de los soldados homosexuales en los ejércitos ha sido muy variada y diversa, según los países y las épocas por supuesto. 

Se cuenta que en el 375 antes de Cristo, un aristócrata llamado Górgidas creó el "Batallón sagrado de Tebas". Eran 150 parejas de jóvenes dedicados en cuerpo y alma a la lucha. El militar Tebano le asignó a cada uno de aquellos 150 hombres un "heniochoi", que era una especie de tutor que a su vez le servía de compañero sexual. Juntos, formaron un temible batallón de 300 soldados.

Esta fuerza bélica se mantuvo invicta por espacio de 33 años, hasta que las tropas de Filipo II de Macedonia y su hijo, Alejandro Magno, terminarían conquistando la península helénica en una invasión donde la mayoría de los soldados de Tebas huyeron, excepto este batallón de homosexuales quienes lucharon hasta el final del fatal desenlace.

Según dijo el filósofo griego Plutarco, narrador de esta historia, el propio Filipo exclamó ante la montaña de cadáveres Tebanos... "Muera el que sospeche que estos hombres hicieron algo inadecuadamente". Para que vea. Y aunque en la mayoría de los ejércitos se han suprimido ya las restricciones de este tipo, se sigue tratando de un tema tabú en muchos de ellos. Imagine entonces como sería en el ejército libertador Cubano del siglo XIX.

Es por eso que la historia que debió vivir el mambí espirituano Manuel Rodriguez no debió ser muy agradable que digamos, sobre todo en un contexto lleno de hombres de "pelo en pecho" se supone, dentro de aquel contexto y las circunstancias que le tocó vivir. En relación a este libertador de la raza negra, sastre de profesión, se dice que tenía un patrón de comportamiento bastante femenino, lo que se ha hecho llamar un "afeminado".

La canalla mambisa le llamaba "La Brujita", pues decían que solía embrujar a los hombres y meterlos en su hamaca. Esto lo contó el mayor general Serafín Sánchez en su libro “Héroes humildes y poetas de la guerra”, lo cual parece que en aquella manigua repleta de probados hombretones, también los habían que se dejaban embrujar por este "encantador de mambises". 

La tercera y terrible epidemia de cólera que azotó la isla de Cuba en 1867, la tropa mambisa comandada por el mayor general Serafín Sánchez que operaba en la zona de Guanales, en el poblado de Calimete, provincia de Matanzas, le tocó sufrirla con devastadoras consecuencias. 

El general Serafín Sánchez describe en su libro aquella terrible situación que generó en un solo día más de 100 contagiados y fallecidos, y cuenta además como el soldado Manuel Rodriguez, el tal "Brujita", se supo manejar valientemente con toda aquella situación. Así lo contó el siguiente pasaje: 

"El general Ángel del Castillo y Agramonte, en consulta con los doctores José María de Castro, Emilio Mola y Manuel Piña, determinó abandonar el campamento, diseminando las fuerzas por todo el territorio del Camagüey; á fin de cortar así la epidemia que amenazaba  con destruir la columna". 

"Júzguese el desconcierto, turbación y pánico de aquellos hombres que, sanos y robustos, exclamaban de momento “¡ay!”, caían al suelo, y morían una hora después entre convulsiones horribles. 

Piénsese en el terror que produciría en todos aquel estrago súbito de la muerte implacable; aquella inseguridad y zozobra de la vida ante el peligro, sin defensa posible contra un enemigo silencioso y exterminador; la alarma, la angustia, el pavor helaban el corazón de todos; no se quería más que huir de aquel lugar de desolación y muerte. 

 Y aun cuando quedaban como 60 cadáveres esparcidos por el suelo y sin que ninguno de aquellos 400 hombres se brindara de voluntario para darles sepultura, "la brujita" dio el paso al frente. Ante aquel silencio, una voz segura, briosa, entera, respondió desde la última fila de las clases de oficiales: —“General, yo me quedo”. 

Ese oficial, muy subalterno entonces, era Manuel Rodríguez, “La Brujita”. Quince soldados de su fuerza le acompañaron. Castillo no tuvo valor para dejar solo á aquel héroe, y se quedó con él, seguido de cinco hombres más". 

El general afirmó que estuvieron 48 horas consecutivas sepultando cadáveres. 

“No; yo no me iría sino después de enterrar hasta el último de ustedes, porque yo no puedo permitir que los cerdos y las auras devoren á mis compañeros muertos. Y además, ¿por qué voy yo a huir de la muerte cuando sé que ella siempre ha de alcanzarme en todas partes?". 

"Así me habló aquel hombre de alma de hierro, que por lo demás era tan humano y sencillo, hasta el extremo de haber pasado en otros tiempos como un ser ridículo, inofensivo, tal vez inútil. 

Acabada nuestra labor, nos dirigimos los siete supervivientes hacia los alrededores de Magarabomba, en los cuales residían muchas familias nuestras y allí, en su compañía, pasamos el tiempo necesario á la extinción de la mortal epidemia, que cesó de un todo y rápidamente desde el momento en que se diseminaron nuestras fuerzas por el territorio camagüeyano". 

Aquel "flojito mambí" fue parte de una tropa que en agosto de 1869, y bajo el mando del general Ángel Castillo, libraron la afamada acción del Júcaro, que dio por resultado la derrota completa de la tropa española con la muerte del coronel Ramón del Portal incluida, así como la toma del cañón “El Ángel". 

En 1872 el mayor general Ignacio Agramonte le concedió el grado de capitán de rifleros de las Villas, un puesto envidiado por muchos. Por otro lado el capitán José María Moreira le describía "como un loco", por el valor y arrojo que demostraba en la pelea. Precisamente desempeñando esa misión en 1873, la Brujita encontró la muerte en un combate en el caserío de Caobillas, en Santi espíritus.

Por ultimo destacar la actitud del general Serafín Sánchez que, más allá de considerar el campo insurrecto como un reivindicador de conductas, supo ir más allá de esa hipócrita y habitual censura y destacar el valor de aquel bravo mambí, dentro de un contexto que ha sido sometido por la historiografía cubana a una zona de silencio, despreciando con ello hechos importantes de nuestra historia libertadora como este.

La desaparición de este valiente general de las tres guerras Serafín Sánchez Valdivia, ocurrió el 18 de noviembre de 1896 en el combate del Paso de las Damas, en la provincia de las Villas, fatalmente cuando ya marchaba en retirada. En cuanto a aquella enfermedad, llamada entonces cólera morbo asiático, causó entre 1833 y 1882 más de 30 mil muertos en la isla, año que se reportó el ultimo caso.

Maldita Hemeroteca 

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