jueves, 7 de diciembre de 2023

Muerte de Antonio Maceo y las cuatro patas al gato

La muerte de Maceo, pintura de Armando García Menocal en 1906. //

Mucho se ha escrito sobre el general Antonio Maceo como hombre de acción y pensamiento, y todos coincidimos en que jugó un trascendental papel en el proceso insurreccional cubano del siglo XIX, pero como aquí solemos buscarle la cuarta pata al gato, no vamos a ser menos un día como hoy que se cumple un aniversario más de esa dolorosa pérdida ocurrida en San Pedro, localidad de Punta Brava en la Habana.

Muchas veces hemos dicho aquí que días antes de su muerte, por cierto en un combate de poca envergadura, citando las propias palabras del general Valeriano Weyler en su libro "Mi mando en Cuba", las fuerzas españolas sabían el día y la hora exacta en que Maceo intentaría cruzar la trocha. Eso es algo que no lo niego, quien soy yo para hacerlo, pero eso de que fue gracias a la eficacia de su sistema de inteligencia sí que lo pongo en duda, y es aquí donde caemos ya en el tema de hoy.

No vamos a entrar en rodeos, si el general Valeriano Weyler se refería con sus "partes de inteligencia" a los chivatos que tenía Maceo a su alrededor, entonces si puede que haya sido posible. Mire usted, existe un artículo en la revista "Bimestre Cubana", de 1932, donde se cita un fragmento de una obra del filósofo camagüeyano don Enrique José Varona, “Mis recuerdos de Martí, donde este admite que en el verano de 1894 había viajado a la ciudad de Nueva York a entrevistarse con Martí, en los momentos en que el apóstol andaba frenético en los preparativos para el alzamiento del año siguiente.

Apunta Varona, que por cierto, llegó a ser vice presidente de Cuba durante el gobierno del mayor general Mario García Menocal en 1913, que le dijo a Martí que los ánimos en Cuba no estaban a favor de otra guerra. Por otro lado el coronel Manuel Sanguily, según afirmó el biógrafo de Juan Gualberto Gómez que dicho sea de paso, fue designado como portavoz de aquel alzamiento, ya le había advertido que no inmiscuyera a su hermano Julio en esa "aventura sin futuro".

Y esto nos lleva a creer que, aunque no sabríamos decir si una mayoría, pero sí sospechar que había un sentimiento en contra de un nuevo alzamiento. Lo digo porque siempre me he preguntado porque si Maceo había llegado con sus tropas hasta el mismo Pinar del Río, la isla de lado a lado, y sin embargo ningún relato ha podido citar una sola, oiga bien, ni una sola ciudad, poblado o caserío cubano que haya sido liberado del control de España, ni él, ni ningún otro jefe Mambí. Entonces ¿qué sentido concreto tenía toda aquella invasión?.

Puede que esta misma pregunta se la hicieran algunos de aquellos mismos Cubanos que quería verlo muerto, o fuera del tablero de la partida. Otra prueba. En un artículo del mes de febrero de 1894, el New York Times apuntaba que la mayoría de los cubanos querían la libertad por medios políticos; y no de forma violenta. Por tanto algo de eso habría en el sentimiento de aquel pueblo que, a todas luces, no era tan simpatizante.

Tampoco es secreto que las huestes mambisas despertaron, sobre todo en el occidente de la isla, un pesar y un rechazo ante los desmanes que cometían algunas de estas tropas, digamos el excesivo empleo de la "Tea incendiaria", las ejecuciones sumarísimas por el mero hecho de seguir produciendo así como el desprecio por la libre decisión de mantenerse "pacíficos", terminaron por despertar en ellos ese cierto repudio y en eso mi amigo, Maceo dejó su particular huella.

Tampoco es secreto que Maceo pensaba diametralmente en contra de una posible anexión de Cuba a los Estados Unidos, incluso llegó a decir que esa sería la única manera de ponerse al lado de los Españoles, es más piense en una cosa, y esto desde la especulación, pero se sabe que el temor a una nueva paz de Zanjón hacía que muchos miraran hacia Washington desesperadamente como única salida.

Incluso le digo más, en un artículo del cónsul norteamericano en la Habana, Fitzhugh Lee, “Cuba and Her Struggle for Freedom”, The Fortnightly Review, publicado en el mes de junio de 1898, apunta que no los cubanos, la mayoría de los españoles residentes en la isla eran partidarios de una anexión con EEUU.

Por otro lado vemos como a Maceo le escribe desde Jamaica, una carta al gobernador general de Cuba, y rival suyo inclusive, el general español Camilo García Polavieja, donde la ponía en conocimiento que existía un plan macabro para eliminarlo en relación a su oposición americana. Y en medio de este ambiente amigo mío, solo me cabe una pregunta...

¿Quiénes en esa fuerza insurrecta se beneficiaría más con la muerte de Maceo?.

Esta es una pregunta que, aunque le parezca insólita y hasta ofensiva incluso, no deja de tener su lógica. Tan es así, que las mayores sumas de voluntarios al ejercito libertador se producen cuando era ya inminente la intervención norteamericana. El historiador Ismael Sarmiento plantea que en ese momento la incorporación llegó a superar los 40 mil efectivos (41032) y de ellos 3143 eran oficiales.

En su obra "Mirada crítica a la historiografía cubana en torno a la marginalidad del negro en el Ejército Libertador (1868-1898)", Sarmiento Ramírez aborda un tema tan peliagudo como este, y en relación al rechazo que inspiraba Maceo en varios de aquellos líderes insurrectos llama la atención el del brigadier Adolfo "Flor" Crombet, que aun siendo mulato llegó incluso a franquearse con el mayor general Calixto García, advirtiéndole de la peligrosidad de un hombre como Maceo:

“Nuestro hombre [Maceo] apoyó a Gómez, añadiendo que nunca creía que los blancos tenían ni más derecho, ni más deberes que los de su raza; pero que, de momento, veía difícil tan gigantesca empresa, por la razón de no contar con dinero y elementos indispensables”.

Mientras tanto el abogado santiaguero Rafael M. Portuondo Tamayo, secretario interino de la guerra y general de división, que ni importancia le daba siquiera a aquella invasión a occidente, tenía los 5 sentidos puestos en Estados Unidos. De hecho la intención desesperada de Maceo para reunirse con Gómez, era esta precisamente.

Finalmente no deja de llamar la atención que cuando Maceo fue impactado en la cara por el primer disparo, toda su escolta había desaparecido. E incluso, su medico de cabecera, el doctor Zertucha, lo primero que hizo al comprar que su corazón no latía, fue salir corriendo a "presentarse" a las fuerzas del comandante Francisco Cirujeda, jefe del séptimo batallón de San Quintín al mando del general Weyler.

Ni los generales Pedro Díaz, ni el catalán Miró Argenter ni Silverio Sánchez Figueras, pararon de correr ante tamaña balacera. Por suerte el comandante Juan Delgado pudo regresar a recuperar su cadáver. En fin que aun en nuestros días la muerte de Maceo no deja de ser un tema, además de doloroso, muy misterioso.

Lo que sí sabemos es que el más beneficiado de todos con su muerte, de la que se cumplen hoy 127 años, y que no quiere decir que no lo haya lamentado, fue el mayor general Calixto García Íñiguez, y no por racista propiamente, que lo fue y en grado sumo además, si no porque heredó el grado de lugar teniente general del ejercito Oriental, que después del de Máximo Gómez, era la más alta autoridad dentro de la insurrección Cubana.

Por Jorge García. / Maldita Hemeroteca

Fuentes: Documentos para servir a la historia de la Guerra Chiquita, del Archivo de Leandro Rodríguez, La Habana, publicaciones del Archivo Nacional de Cuba del año 1949. // "Mirada crítica a la historiografía cubana en torno a la marginalidad del negro en el Ejército Libertador (1868-1898)", Sarmiento Ramírez.

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