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| Sentado al centro el principal secuestrador Secundino Rosales |
En un suplemento del periódico canario-habanero "El Eco de Canarias", publicado el 3 de mayo de 1887, decía entre otras cosas esto:
"Para nadie es secreto los innumerables atropellos que se han cometido en nuestros buques mercantes los emigrantes canarios que, impulsados por la miseria, se han visto obligados a abandonar el suelo nativo, han encontrado siempre mejor amparo y protección en los buques extranjeros que en los de nuestras islas". Más adelante, añadía:
"En las Palma ciertos alcaldes convertidos en insolentes rancheadores, arrancando de sus tranquilos hogares, valiéndose de halagüeñas promesas, a trabajadores honrados que jamás pensaron en abandonar a sus cariñosas madres. Muchas lloraban con desesperación la ausencia de sus hijos, y con gritos de dolor condenaban la conducta de los agentes encargados de llenar su buques de hombres para traerlos a Cuba a ser pasto del bandolerismo y del rigor de este clima extraño a la naturaleza de los emigrados".
DICHO Y HECHO.
EL SUCUESTRO
En el año 1926 se produjo el secuestro del ex teniente coronel del Ejército Libertador, y rico colono del central Stewart, Enrique Pina Jiménez, propietario de la plantación cañera "Dos Hermanos" muy cerca de Ciego de Ávila, con residencia fija en Sancti Spíritus. Fue considerado por la prensa de la época como el más sensacional de cuantos habían sucedido en la etapa republicana.
Este hecho, protagonizado por tres inmigrantes de las Islas Canarias y un colaborador, también de ese origen, tuvo consecuencias nefastas. Por órdenes del presidente del país en ese momento, el ex general Gerardo Machado Morales, amigo personal del secuestrado, se persiguieron y se asesinaron a varias decenas de campesinos originarios de esas islas, tanto en Sancti Spíritus como en Morón y Ciego de Ávila, poblados de la antigua jurisdicción de Puerto Príncipe.
El humilde labrador Tinerfeño, Secundino Rosales, fue el eje principal del secuestro, siendo capturado ese mismo año y ejecutado en el cuartel de la Guardia Rural en la ciudad de Ciego de Ávila. El secuestro no fue un caso aislado de bandolerismo, pues durante el primer cuarto del siglo XX, Ramón Arroyo Suárez (Arroyito), Fermín López García (Congo Suárez) e Inocencio Solís, entre otros, azotaban el territorio central Cubano.
Así lo relata en su libro el escritor cubano José Antonio Quintana García, "Crónica de una matanza impune", y que tratándose de Gerardo Machado santifica prácticamente a los secuestradores. Partiendo de que una matanza de estas proporciones y sobre todo la forma en que se cometió, no puede ser de ningún modo justificada, tampoco significa que los autores del delito fueran unos angelitos, como se afirma en la mayoría de la bibliografía consultada.
Bandoleros canarios y cubanos hubieron muchísimos desde antes que finalizara la guerra, sobre todo en la zona sur de matanzas, amparados muchos de ellos por el general cubano Julio Sanguily. Su método preferido era la extorsión y el secuestro, y no robaban para comer como aseguran estos "jala levas" del régimen castrista, pedir 50 mil pesos oro por un rescate es una cantidad que hoy estaría rozando el cuarto de millón de pesos. Una cifra de esta magnitud, no llevaba ese "humilde propósito" precisamente.
Fue por eso que la zona escogida no fue al azar. Allí se encontraba la sede de los almacenes del rico español Margolles, tenía sus tierras la potentada hacendada Loreta Íñiguez, que cientos de esas caballerías fueron vendidas a los inversionistas del central Stewart y los de la "Silveira Sugar Company", que se suponía era la primera fuente de trabajo en la zona. Por cierto, entre esos inversionistas se encontraban los ex miembros del ejercito libertador cubano y segundo presidente de Cuba, José Miguel Gómez, administrador de este central, así como el ex coronel Cosme de la Torriente.
Una vez liberado y luego de haber efectuado el pago de 50 mil pesos oro por su rescate, Enrique Pina se fue a ver a su amigo Machado y este - ni corto ni perezoso - decretó la persecución y "posterior limpieza" que se estima superó las 40 personas. La matanza, que comenzó en marzo y se extendió hasta julio de ese año 1926, fue realizada por parte de los efectivos de la Guardia Rural, que ahorcaron de los árboles a la mayoría de las victimas, incluyendo también a campesinos cubanos.
Entre los ejecutados estuvieron Ramón Méndez, en la colonia “San Cristóbal”; José María Abreu, en la finca “El Cocal”; el negro Leonardo Cuesta, en la colonia “Dos Amigos”; José Acosta Torres, en la colonia “Elena”; Manuel Mesa Pérez, en el central “Velazco”; Álvaro Gómez Surí, en la finca “El Jagual”; Esteban Cruz Rodríguez, en la finca “Puerto Escondido”; Crescencio Valderrama Carbonell, en la finca “Tres Hermanos”; Juan Méndez Rodríguez y José Plasencia Rodríguez, en la colonia “Ceja de los Cojos”.
Los reportes citaron a tres braceros isleños sin antecedentes penales, como los autores del secuestro. El primero, José Pérez, de cuarenta años, viudo y con conocimientos de lectura y escritura, era el más destacado según el magistrado; el segundo, Ernesto Rodríguez, de treinta años, analfabeto mientras que el tercero, Secundino Rosales, (foto de arriba) había arribado a Cuba con la intención de hacer fortuna.
El Heraldo de Cuba dio así la noticia en grandes titulares:
“El Coronel Pina fue devuelto anoche por los bandidos en Majagua, mediante el pago de un rescate de 50.000 pesos”, y añadió, “los secuestradores exigieron que la cantidad referida fuera pagada en oro, y en la finca ‘Marroquí’, propiedad del señor Severo Pina, se llevó a cabo la transacción. Eso sí, la mayoría de la prensa conservadora, digamos los más poderosos e influyentes periódicos, miró hacia otro lado. Incluso la revista Carteles "se hizo la sueca".
En el año 1926 se produjo el secuestro del ex teniente coronel del Ejército Libertador, y rico colono del central Stewart, Enrique Pina Jiménez, propietario de la plantación cañera "Dos Hermanos" muy cerca de Ciego de Ávila, con residencia fija en Sancti Spíritus. Fue considerado por la prensa de la época como el más sensacional de cuantos habían sucedido en la etapa republicana.
Este hecho, protagonizado por tres inmigrantes de las Islas Canarias y un colaborador, también de ese origen, tuvo consecuencias nefastas. Por órdenes del presidente del país en ese momento, el ex general Gerardo Machado Morales, amigo personal del secuestrado, se persiguieron y se asesinaron a varias decenas de campesinos originarios de esas islas, tanto en Sancti Spíritus como en Morón y Ciego de Ávila, poblados de la antigua jurisdicción de Puerto Príncipe.
El humilde labrador Tinerfeño, Secundino Rosales, fue el eje principal del secuestro, siendo capturado ese mismo año y ejecutado en el cuartel de la Guardia Rural en la ciudad de Ciego de Ávila. El secuestro no fue un caso aislado de bandolerismo, pues durante el primer cuarto del siglo XX, Ramón Arroyo Suárez (Arroyito), Fermín López García (Congo Suárez) e Inocencio Solís, entre otros, azotaban el territorio central Cubano.
Así lo relata en su libro el escritor cubano José Antonio Quintana García, "Crónica de una matanza impune", y que tratándose de Gerardo Machado santifica prácticamente a los secuestradores. Partiendo de que una matanza de estas proporciones y sobre todo la forma en que se cometió, no puede ser de ningún modo justificada, tampoco significa que los autores del delito fueran unos angelitos, como se afirma en la mayoría de la bibliografía consultada.
Bandoleros canarios y cubanos hubieron muchísimos desde antes que finalizara la guerra, sobre todo en la zona sur de matanzas, amparados muchos de ellos por el general cubano Julio Sanguily. Su método preferido era la extorsión y el secuestro, y no robaban para comer como aseguran estos "jala levas" del régimen castrista, pedir 50 mil pesos oro por un rescate es una cantidad que hoy estaría rozando el cuarto de millón de pesos. Una cifra de esta magnitud, no llevaba ese "humilde propósito" precisamente.
Fue por eso que la zona escogida no fue al azar. Allí se encontraba la sede de los almacenes del rico español Margolles, tenía sus tierras la potentada hacendada Loreta Íñiguez, que cientos de esas caballerías fueron vendidas a los inversionistas del central Stewart y los de la "Silveira Sugar Company", que se suponía era la primera fuente de trabajo en la zona. Por cierto, entre esos inversionistas se encontraban los ex miembros del ejercito libertador cubano y segundo presidente de Cuba, José Miguel Gómez, administrador de este central, así como el ex coronel Cosme de la Torriente.
Una vez liberado y luego de haber efectuado el pago de 50 mil pesos oro por su rescate, Enrique Pina se fue a ver a su amigo Machado y este - ni corto ni perezoso - decretó la persecución y "posterior limpieza" que se estima superó las 40 personas. La matanza, que comenzó en marzo y se extendió hasta julio de ese año 1926, fue realizada por parte de los efectivos de la Guardia Rural, que ahorcaron de los árboles a la mayoría de las victimas, incluyendo también a campesinos cubanos.
Entre los ejecutados estuvieron Ramón Méndez, en la colonia “San Cristóbal”; José María Abreu, en la finca “El Cocal”; el negro Leonardo Cuesta, en la colonia “Dos Amigos”; José Acosta Torres, en la colonia “Elena”; Manuel Mesa Pérez, en el central “Velazco”; Álvaro Gómez Surí, en la finca “El Jagual”; Esteban Cruz Rodríguez, en la finca “Puerto Escondido”; Crescencio Valderrama Carbonell, en la finca “Tres Hermanos”; Juan Méndez Rodríguez y José Plasencia Rodríguez, en la colonia “Ceja de los Cojos”.
Los reportes citaron a tres braceros isleños sin antecedentes penales, como los autores del secuestro. El primero, José Pérez, de cuarenta años, viudo y con conocimientos de lectura y escritura, era el más destacado según el magistrado; el segundo, Ernesto Rodríguez, de treinta años, analfabeto mientras que el tercero, Secundino Rosales, (foto de arriba) había arribado a Cuba con la intención de hacer fortuna.
El Heraldo de Cuba dio así la noticia en grandes titulares:
“El Coronel Pina fue devuelto anoche por los bandidos en Majagua, mediante el pago de un rescate de 50.000 pesos”, y añadió, “los secuestradores exigieron que la cantidad referida fuera pagada en oro, y en la finca ‘Marroquí’, propiedad del señor Severo Pina, se llevó a cabo la transacción. Eso sí, la mayoría de la prensa conservadora, digamos los más poderosos e influyentes periódicos, miró hacia otro lado. Incluso la revista Carteles "se hizo la sueca".
En 1928 hubo juicio, y aunque se aplicaron algunas condenas, el grueso de la causa quedó archivada.
Maldita Hemeroteca
Fuente: "La Colonia Canaria. Wanguemert y Cuba". Manuel de Paz. // P. L. Padrón: “La matanza de los isleños en Ciego de Ávila: debut sangriento de Machado”.
Maldita Hemeroteca
Fuente: "La Colonia Canaria. Wanguemert y Cuba". Manuel de Paz. // P. L. Padrón: “La matanza de los isleños en Ciego de Ávila: debut sangriento de Machado”.






