En 1557, poco mas de cien años después de que el almirante Cristóbal Colón descubriera Cuba, fue erigida lo que ha sido considerado como la primera lápida Cubana. Fue hecha en homenaje a la señora María de Cepero Nieto, que murió inexplicablemente de un disparo "escapado".
Por tanto esta considerado como el monumento funerario más antiguo que se conserva en la actualidad en la Habana. Estuvo inicialmente en la antigua Parroquial Mayor que se hallaba en una parte de los terrenos donde fue construido el Palacio de los Capitanes Generales, en uno de los laterales interiores del patio de dicha edificación, el mismo lugar donde cayó abatida esta pobre mujer.
Según el historiador de la Habana, el doctor Emilio Roig de Leuchsenring, la señora doña María de Cepero era miembro de una familias más antiguas de San Cristóbal de La Habana, de hecho su padre, Don Francisco de Cepero, entonces gobernador de la Habana, y su esposa doña Isabel Nieto, quienes habían sido de los primeros conquistadores que viajaron a la isla, de ahí la importancia histórica que tiene esta lápida.
Según un artículo del parodista Luis Bay Sevilla, publicado por el Diario de la Marina en 1937, la placa estuvo expuesta en un café en la esquina de Obispo y Oficios, y citando al historiador cubano don José María de la Torre, en su libro “La Habana antigua y moderna”, el accidente se desarrolló dentro del recinto de la Parroquial Mayor y en medio de una misa costeada por la propia dama.
Según ese relato, en el centro del templo, de espaldas a la puerta principal que hoy da hacia la calle Obispo, doña María Cepero se encontraba orando cuando llegado el momento en que un piquete de arcabuceros estacionado en correcta formación en la plaza que se extendía por frente a dicho templo, descargó sus armas en honor de la Divinidad. Cuando el humo producido por las armas se disipó, todos vieron con horror como la señora había sido impactada por uno de aquellos disparos.
La bala extraviada había atravesado el pecho de la desventurada señora, que yacía exánime en el suelo falleciendo tras rápida agonía. En recuerdo de este desgraciado suceso, que conmovió intensamente a la sociedad habanera de aquella época, se colocó sobre la tumba donde se inhumaron los restos de la infortunada dama, la lápida que nos ocupa, cavándose la fosa en el mismo sitio donde ocurrió el hecho.
Hay que tener en cuenta que aquellos arcabuces españoles disparaban un proyectil de plomo de onza y media y 20 cm de diámetro, con lo cual el daño que ocasionaban en las personas era considerable. Sobre todo teniendo en cuenta que su cañón tenía un metro de largo, lo que le permitía a sus proyectiles alcanzar hasta los 400 metros.
Nic Fimen Fecit Tormente Bellico Inapinae Percusa Domina María Cepero. Anno 1557. NR. A. A.
HA SIDO RETIRADA DEL MUSEO NACIONAL LA LAPIDA DE LA SRA. MARÍA CEPERO (Artículo de la sección de Arquitectura, septiembre 1937)
Por disposición del Alcalde de la Habana, a propuesta del Dr. Emilio Roig, Historiador de la Ciudad, accediendo a nuestra petición, formulada desde las páginas de esta Revista, la lapida ha sido convenientemente colocada en el patio del Ayuntamiento de esta Capital, para que conmemore la trágica muerte de la Sra. María Cepero, piadosa dama de las principales de la ciudad, hija que era del Gobernador, Don Diego de la Rivera y Cepero.
En este lugar permaneció la lápida hasta el año 1777, que fue demolida la antigua Parroquial Mayor para construir, en la parcela de terreno que ella ocupara, entre otras obras más, el edificio donde se encuentra actualmente el Palacio Municipal. Fue entonces que un familiar de la señora Cepero, al ser demolida la Parroquial solicitó, y obtuvo del Gobierno, la correspondiente autorización para colocarla en el edificio situado en la esquina de Obispo y Oficios, donde, según también la tradición, residiera con sus familiares la ya citada señora.
Siguiendo el hilo del relato, la lápida permaneció allí hasta el año 1914, que en ocasión de estarse adaptando la fachada del edificio para instalar en su planta baja un café, fue recogida por el señor Emilio Heredia, primer director y fundador que fue del Museo Nacional. Esta placa tiene el mérito de ser la más antigua que existe en Cuba, y en su diseño ostenta además de una cruz, un querubín y otras alegorías, así como la siguiente inscripción:
Misa en latín que traducida al castellano diría:
Aquí Finó Doña María Cepero Herida Inesperadamente Por Una Máquina de Guerra Año 1557. Pater Noster, Anima Mea.
Como el edificio del Ayuntamiento fue emplazado en parte del terreno que ocupara la antigua Parroquial Mayor, teniendo en cuenta que no existe causa alguna que aconseje mantener en el Museo Nacional una lápida, la misma fue colocada en uno de los pasillos que, teniendo en cuenta los viejos planos, sería el lugar más cercano al lugar donde doña María Cepero se encontraba enterrada.
Como el edificio del Ayuntamiento fue emplazado en parte del terreno que ocupara la antigua Parroquial Mayor, teniendo en cuenta que no existe causa alguna que aconseje mantener en el Museo Nacional una lápida, la misma fue colocada en uno de los pasillos que, teniendo en cuenta los viejos planos, sería el lugar más cercano al lugar donde doña María Cepero se encontraba enterrada.
HA SIDO RETIRADA DEL MUSEO NACIONAL LA LAPIDA DE LA SRA. MARÍA CEPERO (Artículo de la sección de Arquitectura, septiembre 1937)
Por disposición del Alcalde de la Habana, a propuesta del Dr. Emilio Roig, Historiador de la Ciudad, accediendo a nuestra petición, formulada desde las páginas de esta Revista, la lapida ha sido convenientemente colocada en el patio del Ayuntamiento de esta Capital, para que conmemore la trágica muerte de la Sra. María Cepero, piadosa dama de las principales de la ciudad, hija que era del Gobernador, Don Diego de la Rivera y Cepero.
Esta lápida, que tiene el mérito indiscutible de ser la más antigua que poseemos, se remonta a mediados del siglo XVI. A nuestro juicio debía ser retirada de las salas del Museo Nacional y colocada en un lugar visible, cerca de donde se fijó, para pública recordación de este infausto acontecimiento.
El Alcalde de la Habana y el magnífico Historiador de la Ciudad, Dr. Roig de Leushenring, han realizado una buena labor, desempolvando esta reliquia histórica, situándola en un lugar donde puede ser vista por propios y extraños. Es otro pequeño triunfo de Arquitectura.
Adaptado de un artículo del periodista Luis Bay Sevilla
Diario de la Marina, agosto de 1937