Boda negra
Hay canciones que se las traen, aunque en este caso se trata de un poema, por cierto atribuido erróneamente al poeta colombiano Julio Flórez, cuando fue el sacerdote y poeta venezolano, Carlos Borges, su verdadero dueño. Hablamos de "Boga Negra".
En Cuba la popularizó el bolerista Orestes Macías, natural de Bejucal, en la Habana, y confieso que de muchacho me quedaba lívido cuando me imaginaba la escena, cada vez que "el guapachoso" la cantaba con la orquesta Rumbavana en la televisión. ¿Se acuerdan cuando cantaba aquel bolerón "Vanidad", del compositor chileno Armando González, nadie la interpretó como él.
Por cierto, con Rumbavana, orquesta fundada en 1955 por José Ferro, fue que se dieron a conocer los primeros temas del sonero Adalberto Álvarez, y cuando aún no era nadie en Cuba. Otro detalle curioso de esta agrupación fue que su bongosero, Celestino Alonso, al que le decían "Papá Gofio", fue el primero en la música popular Cubana que utilizó una caña brava seca además del tradicional cencerro.
Retornando al tema que nos ocupa, decíamos que el autor de este tétrico poema, que originalmente se tituló Boda macabra y que fue adaptado al bolero allá por 1893, fue el poeta Carlos Borges, que era un cura venezolano que lo mismo te rezaba el padre nuestro, que se ventilaba en la sacristía a la primera monja que le pintara gracia. De hecho, fue expulsado varias veces por ese motivo, y vuelto a readmitir una vez se arrepentía. Según confesó una vez, el poema lo había escrito en 1885.
Orestes Macías |
Entre sus obras más conocidas, estuvieron "Ya reiré cuando tu llores", "En ocaso", "La ausencia", "Flores negras", ¡entre más de un centenar!.
Orestes Macías murió en Cuba en 2020, en medio de la pandemia de Coronavirus, a los 85 años de edad. Supo imponerse en un ambiente musical en la Habana dominado por grandes como Benny Moré, Orlando Contreras, Roberto Faz, Orlando Vallejo, La Lupe, Elena Burke, Omara Portuondo y Moraima Secada en las de Aida, Celia Cruz, Celeste Mendoza y por supuesto, doña Olga Guillot.
Jorge García.
Maldita Hemeroteca