Palacio Almendares. |
Si existe en La Habana una casa que sintetiza el lujo, las historias políticas y literarias de una época tan lejana como principios del siglo XIX, esa fue la casa del Marqués de Almendares, una de las grandes nombres dentro de la sacarocracia isleña.
Este palacio de grandes dimensiones, el cual es producto de la ampliación y reconstrucción de una casa anterior de planta baja sin portales, se edificó a principios del siglo XIX, convirtiéndose en una de las mejores residencias de la Habana y que, según publicó el diario de la Marina, su costó se elevó hasta los 300 mil pesos de la época.
Su dueño, Don Ignacio de Herrera y O’Farrill, que había heredado el título de Marqués de Almendares y una cuantiosa fortuna a la muerte de su hermano, el coronel Miguel Antonio Herrera, aumentó considerablemente sus ingresos en el sector azucarero, como ya lo venía haciendo su hermano, y representó uno de los pilares de la economía nacional donde la industria azucarera lo era casi todo.
Se casó por primera vez en la Catedral de La Habana el 19 de marzo de 1832 con Doña Serafina de Cárdenas y Veitia, hija del Marqués de Cárdenas de Montehermoso y del cual nacieron sus nueve hijos, quedando viudo en 1856. Al año de viudo contrajo nupcias con la que hasta ese momento había sido su cuñada y hermana de la difunta, Doña María Josefa de Cárdenas y Veitia, que su vez había enviudado de Don Rafael Montalvo y Calvo de la Puerta.
Fue entonces que Don Ignacio ordenó construir en esta época el magnífico palacio de la plaza de Belén al arquitecto Don Ciríaco Rodríguez, ocupando más a media manzana de fabricación con un amplio portal al frente, un patio interior rodeado de columnas como el de la Capitanía General, y donde todos los mármoles fueron traídos desde Europa. Al fallecer Pepilla, como llamaba a su segunda esposa, su imperio comenzó a desmoronarse.
Sus platos, comprados por anticuarios y prestamistas, se vendía en la Habana a sesenta pesos cada uno como exclusivas rarezas, mientras que por cada taza china más de cien. De hecho fueron hechas por encargo suyo a China, de pura porcelana y copia fiel de las que usaba el emperador. Con el tiempo algunos de sus ingenios renacieron de sus cenizas para convertirse en colosos mucho mayores y en la medida en que por apenas centavos de un precio, se hacían y deshacían fortunas.
En la actualidad ese marquesado, el VII, lo posee desde el 2020 el señor Luis Alfredo de la Vega y de Cárdenas que desde el fallecimiento de su madre, la Cubana María Elena de Cárdenas González "Manana", aquella encantadora anciana que a los 98 años lo recuperó desde Miami. Se encontraba en poder de la española Alicia Alcocer, que al parecer no le correspondía. Lo mismo pasó con el X marquesado de Campo Florido, que desde el 2023 le pertenece igualmente a su hijo Luis Alfredo.
Su capital se resquebrajó por malas administraciones y, aprovechándose de su vejez, comenzó a ser esquilmado desde dentro por sus mismos criados. La destructiva tea incendiaria mambisa le quemó campos e ingenios durante la guerra de independencia y, sin querer renunciar al lujo en que vivió contrajo nupcias por tercera vez. En esta ocasión se trató de una bellísima joven, mucho más que sus hijos. Desde una cómoda butaca observó cómo iban desapareciendo poco a poco de su casa cuadros, muebles, plata y objetos de valor, hasta que se fue acabando poco. Quien llegó a ser uno de los grandes magnates azucareros de Cuba, se apagó finalmente el 17 de julio de 1884.
En estas paupérrimas condiciones la llegó a tener el régimen Castrista |
Sus platos, comprados por anticuarios y prestamistas, se vendía en la Habana a sesenta pesos cada uno como exclusivas rarezas, mientras que por cada taza china más de cien. De hecho fueron hechas por encargo suyo a China, de pura porcelana y copia fiel de las que usaba el emperador. Con el tiempo algunos de sus ingenios renacieron de sus cenizas para convertirse en colosos mucho mayores y en la medida en que por apenas centavos de un precio, se hacían y deshacían fortunas.
MARQUESADO
Al morir, Don Ignacio de Herrera y O’Farrill era consejero de administración, senador del Reino, gentil-hombre de Cámara de Su Majestad y poseía la gran cruz de la orden de Isabel la Católica. Su título de segundo marqués de Almendares había sido creado el 14 de diciembre de 1842 por Joaquín Baldomero Espartero, el regente del reino de España durante la minoría de edad de la reina Isabel II, en favor de su hermano Miguel Antonio de Herrera y O'Farrill, casado con María Isabel Herrera y de la Barrera sin descendencia, y que a su vez era caballero de Santiago y teniente coronel del III escuadrón rural de Fernando VII en Cuba. Se lo habían concedido en atención a los méritos contraídos en la construcción del Ferrocarril de La Habana.
En el caso de este ultimo, se trataba de un marquesado perteneciente al padre de doña María Elena, el señor Luis de Cárdenas y Cárdenas, nacido en 1810 en la Habana y muerto en Cienfuegos en 1863, y que la millonaria Española Alicia Koplowitz se lo había adjudicado sin éxito. No solo perdió ese, tambien el de Bellavista en caso muy similar al Campo Florido. No contaba la Koplowitz con esta Cubana que ya marchó en el 2020, a la edad de 101 años.
Maldita Hemeroteca
Fuente: Condesado del Diario de la Marina y de la Prensa Española