Saqueos y vandalismo en la Habana. // |
Unas horas antes del venidero año 1959, Fulgencio Batista, su esposa Marta y su hijo Jorge, junto a varios de los más altos integrantes de su régimen, se dirigieron al aeropuerto militar de Columbia donde esperaban tres aviones del ejercito.
Mientras tanto en Cuba, el general Eulogio Cantillo Porras, convertido en la máxima autoridad de facto en Cuba, debió nombrar al vice presidente Rafael Guas Inclán, que ya había renunciado a su cargo hacía unas semanas para presentarse a la alcaldía de La Habana, a la que fue electo sin haber tomado posesión del cargo. Esa fue la excusa para no asumir la presidencia.
El siguiente en la lista era el presidente del Congreso, Anselmo Alliegro y Milá, quien fue considerado presidente provisional muy a su pesar.
Mientras tanto, los últimos reductos de Santa Clara se rendían ante las fuerzas del guerrillero Ernesto Guevara, que fiel a su estilo ordenó varias ejecuciones sumarias de oficiales, entre ellos la de los coroneles Joaquín Casillas Lumpuy y Leovigildo Fernández Suero, a raíz de que el regimiento "Leoncio Vidal Caro" se rindiera en masa unas horas antes.
Anselmo Alliegro tomó un avión con destino a Nueva York, y el general Cantillo instó a asumir la presidencia provisional al presidente de la Cámara de Representantes en ese momento, Gastón Godoy, que se negó a aceptarla, por lo que Cantillo se vio obligado al más antiguo del Tribunal Supremo, Carlos Manuel Piedra, que aceptó el cargo a las nueve de la mañana, por cierto con el beneplácito de los Estados Unidos, y decretó inmediatamente un alto el fuego.
Sin embargo, ningún miembro del Tribunal Supremo se presentó en el palacio presidencial para tomarle juramento, así que a las dos de la tarde Piedra renunciaba a la presidencia.
Al mismo tiempo, la guarnición de Santiago de Cuba se rendía y la ciudad fue declarada por los rebeldes capital provisional del país. Fidel Castro delegaba en Manuel Urrutia Lleó que, según él, lo elegía por "decisión popular" cuando no era cierto.
Urrutia nombró un gobierno donde el catedrático e hijo del general del ejercito libertador José Miró Argenter, el doctor José Miró Cardona, sería su primer ministro. Comenzaba en Cuba una etapa gris como nunca en su historia, donde "PAREDÓN" se convirtió en la palabra de moda. Concretamente, diez oficiales del ejercito constitucional fueron los primeros ejecutados en Santiago de Cuba. Aquella espiral de sangre se saldó diez días después con 71 colaboradores más.
Mientras tanto la Habana, como siempre sucedía en estos casos, la ciudad era presa del saqueo y el vandalismo de los más oportunistas, sin imaginar siquiera lo que les esperaba en realidad, testigos de la más longeva y represiva dictadura familiar que, apenas dos años después, se quitaba definitivamente su máscara ante las cámaras de televisión:
Fueron fusilados en el campo de tiro de la loma de San Juan, el mismo escenario de una de las batalla más sangrientas de la guerra hispano estadounidense, y de la cual el periodista Antonio Llano Montes, de la revista Carteles, fue testigo de que algunos de aquellos ejecutados se encontraban aún con vida en el momento en que fueron enterrados en una fosa común.
Maldita Hemeroteca