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| Comandante Hubert Matos Benítez. // |
Una de las grandes falacias de Fidel Castro fue afirmar constantemente que sus enemigos "le acusaban de comunista". Sin embargo fíjese, haciendo un gran esfuerzo uno podría pensar que en la guerra todo vale, y que si ese fue el método que él encontró para engañar y ganar tiempo para consolidar su proyecto, equivocado o no, se le podría hasta perdonar.
En un final fue él y no otro quien tomó la iniciativa de afrontar una serie de acontecimientos que, por lo general, giraron a su favor. Pero lo verdaderamente bajo, rastrero, infame e indigno de este maligno hombre, fue utilizar esa estratagema para desgraciarle la vida a cientos de hombres, incluso gente como Hubert Matos que hasta pusieron en riesgo el bienestar de su familia por apoyarlo en su causa de la Sierra Maestra.
“Debemos agarrar por los cuernos aquí el truquito del comunismo.”.
Así decía este tipo que por desgraciar, le acabó la vida a casi todos los cubanos. No solo eso, tuvo el descaro de afirmar que "el truquito" se lo había inventado Fulgencio Batista para perjudicar "su revolución", y nunca mejor dicho, y así fue como acusó a Matos, indirectamente por lo menos, de ser un Batistiano.
Su cinismo fue tal, que le acusó de:
“pararse aquí a acusar de comunista a la revolución” tal como habían hecho los desertores del Ejército Rebelde e incluso “quien había sido designado por generosidad de la revolución", Presidente de la República.
Sin palabras.
Uno de esos desertores era el capitán Francisco Rodríguez, alias El Mexicano, que ya no era el Mexicano si no "Panchita jabón candado", ya sabe, sus rebeldes eran tíos muy machotes. Este capitán no solo le señaló de comunista, le acusó además de haberse robado los 4,5 millones recaudados por la gente del 26 de julio. Recordemos como la teniente Pastorita le subía los maletines petados de dinero, dicho por ella misma.
De todas formas quien le puso el dedo a la llaga fue el jefe de la aviación, el comandante Pedro Luis Díaz Lanz, primer balsero de la historia de Cuba, que compareció en el congreso de Estados Unidos ratificando, de buena tinta además, estas mismas acusaciones.
Lo mismo que Lanz en Miami, que Matos desde una fría celda de una galera de la Cabaña, tuvieron que soportar estoicamente que el miserable jefe en el que habían confiado cuando dijo que aquella revolución era más verde que las palmas, se quitara al fin la careta el 22 de diciembre de 1961 bajo la imagen de José Martí en su plaza:
¡Seremos siempre socialistas!, ¡por eso somos marxista-leninistas!, ¡y por eso seremos siempre marxista-leninistas!.
En ese mismo momento la historia absolvía a Hubert Matos, y a tantos y tantos cubanos sacrificados que sintiéndose traicionados por este infame individuo, tuvieron que abandonar su patria en el mejor de los casos. En la causa de Hubert Matos - condenado a veinte años - fueron sancionados igualmente a siete años de prisión:
- Roberto Cruzo Zamora,
- Ángel Rosendo Lugo,
- Ángel Ruiz Maceira;
- Jesús N. Becquer Cobas;
- Vicente Rodríguez Camejo;
- Miguel A. Crespo Garda,
- Rodobaldo Ramos;
- Eluvio Rivera Limonta;
- José A. Pérez Álamo;
- Manuel Nieto;
- William Lobrina Galdos;
- Jesús A. Torres Calunga;
- Manuel Esquivel Ramos;
- José López Legón;
- José Martí Ballester.
A tres años
- Raúl Barandela;
- Eduardo Bonet Rosell;
- Dionisio Suárez Esquivel,
- Mario Santana Basulto.
A dos años
Huber Matos cumplió los primeros seis años y medio de su condena en la prisión Isla de la Juventud, donde Castro había estado preso en 1953, y el resto de la pena en la prisión de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en La Habana.
El 8 de octubre de 1960 se fugaron del Castillo del Morro quince de sus compañeros militares, ayudados por el sargento de la Marina de Guerra Antonio Hernández Hernández. Llegaron en botes a Cayo Hueso, continuando viaje en avión hacia Miami, donde pidieron asilo político.
Matos, en cambio, tuvo que cumplir su condena íntegra, hasta que fue puesto en libertad el 21 de octubre de 1979. Falleció el 27 de febrero del 2014 en la ciudad de Miami, a los 95 años de edad. Desde entonces sus restos descansan en Costa Rica, como fue su deseo, y a la espera de que puedan ser trasladados a Cuba, pero libre, por la que luchó siempre.
Por Jorge García
Maldita Hemeroteca