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QUE NO ME TOQUEN CAMPANAS


En el ayuntamiento de Huesca hay un impresionante oleo de 474 × 356 cm del pintor Palentino, José María Casado del Alisal, que recrea la dantesca escena del rey Ramiro II de Aragón mostrándole a los nobles de su reino las cabezas cortadas de los que habían desafiado su autoridad, dejando bien claro quién era el que mandaba allí.

El artista, especialista en cuadros de historia, pintó esta escena tan gore sin escatimar en sangre y truculencia, y es que este acontecimiento histórico era perfecto para un pintor como él, que pretendía mezclar lo académico con los romántico, tan de moda en ese siglo XIX.

Así se combina la historia, que debiera ser «fría y neutral», con el dramatismo de una escena como esta de la Edad Media Española, en concreto en el reinado de este soberano entre 1134 y 1137, donde se cometían actos de impresionante violencia .

Esta historia nos cuenta - poco más o menos - que tras la muerte de Alfonso I de Aragón, que no deja descendencia, su hermano Ramiro II es quien asumen el trono de aquel reinado que lejos estaba de ser España todavía.

La obra en el ayuntamiento de Huesca. 

Muchos no vieron esto con buenos ojos la designación de Ramiro, y a esos los mandó llamar a su palacio de Huesca con la excusa de enseñarles una campana que se oía en todo el reino, los hizo pasar por una puerta estrecha a la misma vez que los fue decapitando de uno en uno conforme entraban. 

Las cabezas de los nobles fueron colocadas en forma de círculo, y al final dejó la cabeza del obispo Pedro de Luesia, cabecilla de los rebeldes, de badajo de la campana. (La bola que produce el sonido al chocar con las paredes interiores de la campana). Las demás cabezas eran de Lizana, de Roldán y del resto de los ricos-hombres rebeldes.

Debajo había una enorme piedra que debía servir de tajo para partir las gargantas; y de pie, junto a ella, se miraban dos negros de infernal catadura, con los alfanjes desnudos y goteando sangre: eran Yussuf y Assaleh, los esclavos del Conde de Barcelona. Más lejos estaban los troncos descabezados y llenos de heridas algunos: entre los cuales se veían los cadáveres de no pocos almogávares que debieron sucumbir en lid, porque estaban también acribillados de heridas.

José M. Casado
Como es lógico, la revuelta de los nobles disconformes se acabó ahí mismo. Esta historia, entre la realidad y la leyenda (no está probado que algo así sucediera, exceptuando fantasiosos relatos más literarios que históricos) inspiró al pintor Casado del Alisal para crear uno de sus más alabados experimentos artísticos.

Se cuenta que el pintor decidió usar cabezas reales adquiridas en hospitales, y una anécdota dice que se llegó a desmayarse cuando le enviaron un saco y volcaron su contenido en el suelo, rodando tres cabezas humanas. 

Este cuadro - dantesco donde los haya, se encuentra en el Ayuntamiento de Huesca con el título original: La leyenda del rey monje o La campana de Huesca.

No sabemos nada de pintura, pero usted observe como un pintor como este del que probablemente conozca ahora por primera vez, como nos pasó, supo interpretar los detalles de las piedras graníticas con las que fue construido aquella especie de sótano y castillo, el trabajo de las luces y sobre todo la expresión de espanto que reflejó en las caras de aquellos nobles horrorizados.

Y todo con un pincel señores. Sí, ya sabemos que es una medio estupidez lo que estamos diciendo, pero inténtelo con un lápiz a ver si es capaz. Si lo quiere apreciar con más nitidez, pinche aquí