Mostrando entradas con la etiqueta SABIAS. Mostrar todas las entradas

martes, 23 de enero de 2024

LOS COMUNISTAS: Se salieron con la suya

La torre de Manaca. // 

Al partir de Cuba, presionado y destituido por todos sus desmanes y triquiñuelas políticas, el general y presidente Gerardo Machado y Morales dijo una frase que ha quedado para la posteridad: "DESPUÉS DE MÍ EL CAOS".

Y sí, claro que sabemos lo que pasó con Machado, los muertos, el pandillerismo, la anarquía comunista que se había desatado en el país, pero aun así Cuba había sido muy prospera bajo su gobierno que luego sucumbió al crack mundial. Tanto fue el caos, que el instrumento nombrado por los violentos del A.B.C., el señor Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, no duró ni treinta días, el "hijo de papá pintó menos que un manco".

Y hablando del comunismo, un día como hoy, 24 de enero pero de 1950, el señor Ángel Rodriguez, secretario organizador de la FNTA, la entonces federación nacional de trabajadores azucareros de Cuba, denunciaba al periódico "Diario de la Marina" que los comunistas intentaban sabotear la zafra dándole candela a los cañaverales.

Estos hechos, que fueron confirmados por el secretario de esta organización y representante a la cámara Emilio Surí Carrillo, al parecer fueron filtrados de una reunión que celebraron los comunistas el día 19 donde trazaban el plan de atentados supuestamente. Rodriguez lo denunciaba así al ministro de defensa: "¡Si a los comunistas no se les vigila, verán la candela que darán a los cañaverales!".

El central Trinidad, con más de 420 caballerías, estaba situado en el conocido "valle de los ingenios" del poblado de Fomento, muy próximo a Trinidad, en la antigua provincia de las Villas, y garantizaba trabajo a 2000 residentes de la zona, entre azucareros y ganaderos. Lo construyó el industrial norteamericano Henry Havemeyer en 1892 en tierras de la potentada familia "Los Iznaga", y era administrado por el coronel mambí Carlos Ernesto Font Sterling.

Este coronel se había incorporado a las fuerzas del 4to cuerpo de las Villas el 24 de octubre de 1895, como miembro de la 1ra División comandada por los Mayores Generales Serafín Sánchez y el polaco Carlos Roloff. Como perito mercantil, fue nombrado inspector de hacienda en las Villas y desde 1897 integró de la asamblea constituyente de La Yaya. En su corta vida, porque murió a los 48 años, fue redactor del periódico "La Republica", el órgano del ejercito libertador en Remedios, dirigido entonces por el comandante Juan Maspons Franco y que su staff lo integraban el futuro segundo presidente de Cuba, general José Miguel Gómez, Eusebio Hernández y los entonces coroneles Enrique Loynaz del Castillo y Guillermo Fernández Mascaró.

Como si fuera poco, en 1957 el industrial vasco Jesús Azqueta Aranguena había construido allí la papelera "Pulpa Cuba S.A.", otra fuente de empleo que había sido financiada con más de 8 millones por el BANDES, entidad vinculada a Fulgencio Batista, con lo cual no cabría más nada que decir. Ni la comida que esos miles de obreros llevaban a la mesa hizo detener a estos marxistas que, por saberse desplazados en las urnas, apelaban a lo que sabían hacer muy bien para conseguir su objetivo. Por supuesto, en 1959 el Trinidad y su papelera, rebautizada después como "El Vaquerito", resultaron de las primeras propiedades de la zona en ser expropiadas por los barbudos.

Y claro, hoy los tecnócratas de la dictadura Castrista podrían argumentar que aquella FNTA era una organización de espaldas al "sufrimiento de nuestros trabajadores azucareros", o que estaba confabulada con los negocios fraudulentos del gobierno de Carlos Prío Socarrás y toda esa monserga a que nos tienen acostumbrados, sin embargo no podrían, porque de hacerlo olvidarían que fueron ellos mismos los que, en 1959, rebautizaron el expropiado central Trinidad como "FNTA", en honor - precisamente - a esa Federación azucarera Cubana con lo cual muy mala no debió ser.

Con los años los comunistas consiguieron su objetivo, aunque no por la candela de sus atentados. Desgraciadamente el FNTA fue uno de aquellos 90 centrales y 70 mil trabajadores que sucumbieron a la desidia, la ineficacia y la improductividad del sistema creado por "el máximo líder", cerrando sus puertas para siempre en el 2004. No solo eso, sus bateyes se convirtieron en pueblos fantasmas donde sus residentes pasaron a engrosas las filas de parados en lo que un día llegó a ser la mayor, y más poderosa, fuente de empleo en la isla.

Y como la vida es como es, el nieto de este coronel mambí, el señor Carlos Font Boullosa, fue de los buzos que integraron la brigada 2506 que desembarcó en Playa Girón en 1961. Aunque al final - repetimos- habrá que reconocer que los comunistas, se salieron con la suya, si de destruir se trata. 


Maldita Hemeroteca.

lunes, 22 de enero de 2024

CUBA Y ESPAÑA: Entierros sui generis


La tumba del cubano Eugenio Casimiro Rodriguez, nacido en el pueblo de San José de las Lajas en la Habana, no ha sido la única en posición vertical que se recuerde, pero sí de las miles que hay en el cementerio de Colón de la capital Cubana, donde su sarcófago fue colocado en una bóveda construida según sus deseos.

Dicen las malas lenguas que el chulo y guapetón Alberto Yarini y Ponce de León "era un guayabito de alcantarilla" al lado del impulsivo Eugenio Casimiro, ex policía para más detalles, que fuera condenado en 1918 a muerte primero, y luego a cadena perpetua conmutada, por cometer asesinato en la ciudad de Cienfuegos, a donde había sido trasladado como jefe de esa fuerza represiva. ¿Su delito?, haber asesinado al alcalde de aquel lugar.

Un día la suerte tocó a su celda, o al jardín donde barría se podría decir mejor, pues estando en esas labores conoció a doña María Teresa Zayas, la hija del entonces presidente Alfredo Zayas y Alfonso, el 4to en orden de la república, que se enamoró perdidamente al extremo de conseguirle el indulto. Por supuesto, Eugenio se casó con la chica e inició una vertiginosa carrera política de la mano de su poderoso suegro, en la que llegó a ocupar un escaño en la cámara de representantes.

Sin embargo este bravucón no fue capaz de respetar a su esposa que tanto había hecho por él, engañándola con sus constantes relaciones extra matrimoniales, hasta que un buen día, o muy malo, doña Teresa le sorprendió "infraganti" con otra mujer en el apartamento "América" y, del insulto que cogió, allí mismo sufrió un infarto del que no pudo recuperarse.

Al poco tiempo le tocó morirse a Casimiro, nadie es eterno, pero antes de partir mandó a construir en su capilla familiar un nicho en posición vertical. Fue su última voluntad, pues decía que un tipo que había caído de pie en la vida, tenía también que caer parado en el infierno. De hecho fue enterrado con el mismo rifle con el cual se dijo había dado muerte al alcalde ah, y cien pesos en el bolsillo por si acaso.


JOSÉ Y SU MISTERIOSA CUBANA 

Esa historia Cubana se repite más o menos en España, en un pequeño cementerio del poblado de Alfaro, en la Rioja. En este caso se trataba de un bonachón, el señor José Mauleón y Giménez, quien al igual que Casimiro, ha sido el único español que descansa verticalmente en este país. Según la historia José falleció en 1869 a los 28 años de edad, y su ultima voluntad tras una triste historia de amor que acabó muy mal.

Corría el 1869 y el rico Don José Mauleón y Giménez estaba enamorado de una de las criadas de Casilda Sáenz de Heredia, la señora esposa del dictador Miguel Primo de Rivera y madre del fundador del partido fascista español, la Falange, José Antonio Primo de Rivera. De esta sirvienta solo se sabe que era cubana, pero no su nombre, por tanto era un amor casi imposible teniendo en cuenta su alcurnia de familia acaudalada. Sin embargo a pesar de las diferencias sociales, "la parejita se buscaba la vida".

Pero la tragedia les golpeó cuando ella enfermó de viruela y falleció poco después de contraer la enfermedad. Luego se supo que él también estaba contagiado y, de hecho, no tardó mucho tiempo en seguir el camino de su amada. Y fue entonces que antes de morir, su última voluntad fue pedir ser enterrado en el cementerio de Alfaro de pie, frente a la tumba de ella, para así poder mirarla por siempre.

Su familia cumplió sus deseos y preparó para el joven un panteón de mármol en forma vertical que colocó frente al mausoleo de la familia Sáenz de Heredia, donde la cubana está enterrada. En la inscripción frontal de su lápida - que se aprecia verídica en la segunda imagen - puede leerse: "El sr. Jose Mauleon y Giménez. Falleció el día 11 de enero de 1869 a los 28 años de edad. R.I.P.". Así es como esta trágica historia de amor desencadenó un elemento único en los cementerios de España y de Cuba, para más coincidencias. 

Maldita Hemeroteca 

SUCEDIO ASÍ: Atentado al jefe del ejército Cubano

Diario de la Marina, 25 de diciembre de 1951. // 

Camagüey, 23 de diciembre de 1951; a las 9.55 de la mañana del día se producía un atentado contra el ex general Genovevo Pérez Damera, hasta hace poco jefe del estado mayor del ejercito constitucional y el ex comandante Rafael Trujillo, quien era su ayudante personal.

El hecho se produjo en la calle Avellaneda, entre San Martín y Correa, cuando un auto negro interceptó en ese lugar el "pisicorre" que conducía del Comandante Trujillo descargando una ametralladora contra sus ocupantes que heridos, perdieron la dirección y chocaron contra un poste, mientras el otro coche se perdió de vista. 

Tras la natural conmoción, dada la relevancia de los heridos y la posible complicación política que pudieran tener los hechos, la policía ha colocado a la ciudad en estado de sitio, pues entradas y salidas se encuentran cerradas, las terminales de viajeros custodiadas y sometidas a registro en la calle cuanta persona levante sospechas.

El auto desde donde se produjo el atentado fue encontrado abandonado en la calle de San José, encontrándose en su interior una ametralladora de mano con dos magazines cargados, una pistola y un sombrero de hombre. Como la destitución de Genovevo como jefe del ejército parece vincularse por sus relaciones con Policarpo Soler, cuya entrada al mundo de la política criolla esta respaldada por grupos del gatillo alegre.

Se sabe que entre los dos se había originado cierta fricción, lo cual suponen algunos haya sido el detonante de este atentado. Sin embargo el propio Genovevo exoneró a Policarpo, así como los no menos temibles "El Turquito" y "El Manquito", de quienes dijo que eran sus amigos personales. El comandante Trujillo viajó a Santo Domingo para entrevistarse con el dictador de ese país, Leónidas Trujillo, y revelarle los pormenores de la invasión organizada en Cayo Confites capturada por la marina dominicana.

Luego el ayudante militar regresó a Santo Domingo para volver a contactar con el sátrapa dominicano, cobrar la delación que se le pagó generosamente, por lo que el atentado vendría a ser una especie de ajuste de cuentas de algunas de las organizaciones involucradas en la expedición, aunque nunca se puso comprobar. Como tampoco la muerte misma de Policarpo en Santo Domingo, todo un misterio como en las telenovelas.

domingo, 21 de enero de 2024

DOS HISTORIAS: Dos vidas inmerecidas



Cuentan que durante la primera guerra mundial el soldado inglés Henry Tandey tuvo en la mira de su fusil a un rival alemán, pero no cualquiera, se trataba del cabo Adolf Hitler herido, sin embargo por mera piedad decidió no rematarlo. ¿Craso error o benévola actitud?, saque usted su propia conclusión. 

Lo cierto es que esta historia ya era conocida desde 1940 cuando el ex soldado la contó a los diarios, y fue confirmada posteriormente en los datos del archivo militar del regimiento "Green Howards". Lo cierto es que esta historia ya era conocida desde 1940 cuando el ex soldado la contó a los diarios, y fue confirmada posteriormente en los datos del archivo militar del regimiento Green Howards. 

Con los años Tandey se enteró de que le había salvado la vida a uno de los más sanguinarios criminales de la historia, y en 1938 se lo comunicó por teléfono al premier británico de la época, Neville Chamberlain, e incluso se sintió doblemente culpable y arrepentido al ver los cientos muertos, ancianos, mujeres y niños, que caían a diario víctimas de los bombardeos alemanes en Convetry, su lugar de residencia. Así culpándose toda su vida, este buen soldado falleció en 1977 a los 86 años.

En Cambio...

Situémonos ahora en el País Vasco, norte de España, cuando el 21 de septiembre de 1962 el señor Ramón Baglietto vio a una mujer que cruzaba la calle con dos niños, cuando de pronto observó que un camión que se dirigía hacia ellos a toda velocidad. Ramón no dudó en intervenir, y aunque solo puso rescatar al bebé que la mujer llevaba en sus brazos, no pudo evitar que su madre y su hermano perecieran bajo las ruedas de aquel vehículo.

El niño Kandido Azpiazu, de tan solo unos meses de nacido, preservó la vida gracias a la acción valiente y desinteresada del bueno de Ramón. Sin embargo el 12 de mayo de 1980, ese mismo niño, ahora con 18 años y convertido en un miembro de la banda terrorista ETA, participaba en un atentado donde la victima fue, precisamente, Ramón Baglietto, que por entonces militaba en las filas de la colación política Unión Centro y Democracia, liderado entonces por el primer presidente de la democracia española, Don Adolfo Suárez.

En ese asesinato también participó otro miembro de la banda, José Ignacio Zuazolazigorraga. Cuatro años después de asesinar a Baglietto, acabaron también con la vida de su vecino y gran amigo José Txiki Larrañaga. No solo eso, en 2005 ya libre de su condena de 20 años, este etarra abrió una cristalería justo en los bajos donde vivía la señora que había dejado viuda, Doña Pilar Elías, la que ETA sentenció también en el 2001 con un libro bomba que por suerte no llegó a explotar.

Aquí le dejamos esta increíble historia que, según dijeron algunos, en el momento de apretar el gatillo este sicario no sabía que su víctima le había salvado la vida.
 

DOS HISTORIAS: Dos vidas inmerecidas



Cuentan que durante la primera guerra mundial el soldado inglés Henry Tandey tuvo en la mira de su fusil a un rival alemán, pero no cualquiera, se trataba del cabo Adolf Hitler herido, sin embargo por mera piedad decidió no rematarlo. ¿Craso error o benévola actitud?, saque usted su propia conclusión. 

Lo cierto es que esta historia ya era conocida desde 1940 cuando el ex soldado la contó a los diarios, y fue confirmada posteriormente en los datos del archivo militar del regimiento "Green Howards". Lo cierto es que esta historia ya era conocida desde 1940 cuando el ex soldado la contó a los diarios, y fue confirmada posteriormente en los datos del archivo militar del regimiento Green Howards. 

Con los años Tandey se enteró de que le había salvado la vida a uno de los más sanguinarios criminales de la historia, y en 1938 se lo comunicó por teléfono al premier británico de la época, Neville Chamberlain, e incluso se sintió doblemente culpable y arrepentido al ver los cientos muertos, ancianos, mujeres y niños, que caían a diario víctimas de los bombardeos alemanes en Convetry, su lugar de residencia. Así culpándose toda su vida, este buen soldado falleció en 1977 a los 86 años.

En Cambio...

Situémonos ahora en el País Vasco, norte de España, cuando el 21 de septiembre de 1962 el señor Ramón Baglietto vio a una mujer que cruzaba la calle con dos niños, cuando de pronto observó que un camión que se dirigía hacia ellos a toda velocidad. Ramón no dudó en intervenir, y aunque solo puso rescatar al bebé que la mujer llevaba en sus brazos, no pudo evitar que su madre y su hermano perecieran bajo las ruedas de aquel vehículo.

El niño Kandido Azpiazu, de tan solo unos meses de nacido, preservó la vida gracias a la acción valiente y desinteresada del bueno de Ramón. Sin embargo el 12 de mayo de 1980, ese mismo niño, ahora con 18 años y convertido en un miembro de la banda terrorista ETA, participaba en un atentado donde la victima fue, precisamente, Ramón Baglietto, que por entonces militaba en las filas de la colación política Unión Centro y Democracia, liderado entonces por el primer presidente de la democracia española, Don Adolfo Suárez.

En ese asesinato también participó otro miembro de la banda, José Ignacio Zuazolazigorraga. Cuatro años después de asesinar a Baglietto, acabaron también con la vida de su vecino y gran amigo José Txiki Larrañaga. No solo eso, en 2005 ya libre de su condena de 20 años, este etarra abrió una cristalería justo en los bajos donde vivía la señora que había dejado viuda, Doña Pilar Elías, la que ETA sentenció también en el 2001 con un libro bomba que por suerte no llegó a explotar.

Aquí le dejamos esta increíble historia que, según dijeron algunos, en el momento de apretar el gatillo este sicario no sabía que su víctima le había salvado la vida.
 

CAMILO CIENFUEGOS Y EL CLUB DE LOS 27

Camilo trabajando ilegal en EEUU//
Es un misterio, una inexplicable maldición que un gran numero de personas famosas en el mundo hayan desaparecido a los 27 años de edad, unos por la mala vida que llevaron, otros por enfermedades y en cambios otros - como en este caso - por "misteriosas circunstancias", digámosle así, la del mítico comandante cubano Camilo Cienfuegos Gorriarán en 1959.

Era hijo de una familia de emigrantes españoles, Ramón Cienfuegos Flores y Emilia Gorriarán Zaballa, anarquistas y republicanos españoles que habían llegado a Cuba en los años treinta.En 1949 empezó a estudiar escultura, pero abandonó sus estudios porque su familia no podía costearlos, de manera que se tuvo buscar la vida lo que incluyó un viaje a los estados unidos como emigrante, algo raro en los cubanos de aquellos tiempos.

El 28 de octubre de 1959, Cienfuegos desapareció mientras volaba en una avioneta Cessna en el trayecto entre Camagüey y La Habana cuando apenas tenía veintisiete años, que son los mismos que tuvieron al morir el cantante y poeta norteamericano Jim Morrinson, la icónica Janis Joplin, una de las cantantes de rock más célebres de su tiempo, el gran Jimi Hendrix, considerado como el mejor guitarrista, Brian Jones, fundador de los Rollings Stone, Kurt Cobain, el malogrado cantante y guitarrista principal de la banda Nirvana o la reconocida cantante y compositora británica, Amy Winehouse.

De ellos no solo Camilo murió misteriosa, dramática y violentamente, al parecer Brian Jones tenía conversaciones de negocios con el beatle John Lennon, cuando inesperadamente apareció flotando en la piscina de su casa al poco de ser expulsado de la banda. De hecho notoria era su enemistad con dos de los Rollings, Jagger y Richards, mientras que el resto, o bien por sospechas de asesinato, o de mortales sobre dosis.

Igual murieron con esa edad el zurdo del Arizona Diamondbacks en las grandes ligas, Tyer Skaggs, el artista visual norteamericano Jean Michel Basquiat, pareja de Andy Warhol, la rubia Lea De Mae, actriz del cine X, el actor Harry Hains o los futbolistas Christian Benitez y Andrés Escobar. Son muchísimos más, pero esta es una amplia muestra de esta extraña coincidencia.

En el caso de Camilo, al que se le conocieron dos amores, una guajira de Yaguajay llamada Rosalba Álvarez y la enfermera salvadoreña Isabel Blandón, pronunció un día lunes 26 de octubre del año 1959, y ante una enorme masa de pueblo que se dio cita frente al Palacio Presidencial de la Habana, lo que fueron sus ultimas palabras a modo de despedida. 

Aquel pueblo no imaginaba ni por un momento lo que sucedería después. Este ha sido uno de los grande misterios del Castrismo, que ni siquiera un ex comandante y preso político como Hubert Matos, su compañero y amigo en la sierra, pudo explicar muy bien. Hoy, casi 65 años después, las preguntan incómodas aun gravitan y se siguen multiplicando.

A 112 años de una hazaña polar


Los exploradores Noruegos, capitaneados por Roald Amundsen, arribaron a la bahía de las Ballenas el 14 de enero de 1911. Con tiros de perros, se dispusieron a adelantar a los británicos en la carrera al polo Sur. 

El barco de Amundsen, el Fram, cedido por el explorador ártico Fridtjof Nansen, era el no va más en buques polares. Los depósitos de alimentos básicos para la exploración polar fueron de vital importancia para la supervivencia de los dos equipos, una vez iniciada la marcha. A 80° de latitud Sur, Amundsen anotó: 

"Nos detuvimos para dejar un depósito de reservas […] de 12 cajas de penmican para los perros […] unos 30 kilos de filetes de foca y 50 kilos de grasa junto con 20 tabletas de chocolate. Además, 1 caja de margarina y 2 cajas de galletas".

Amundsen, y sus cuatro compañeros esquiadores expertos, alcanzaron la meta el 14 de diciembre de 1911. Pasaron tres días «marcando el Polo», esto es, realizando observaciones para determinar su ubicación exacta. El quinteto de Scott, ósea los británicos, llegaron 33 jornadas después y que hoy, 17 de Enero, se cumplen 112 años.

A propósito de esta epopeya. Hay una película Cubana en la que un jefe de policía, quiero recordar que fue ambientada durante la época de Batista, ejemplificaba sarcásticamente el hecho de que los Noruegos habían vencido a los Ingleses en la carrera por el polo debido a que se habían comido a sus perros, justificando de esa forma "ciertas decisiones y sacrificios" que había que hacer en la vida.

---En este caso Amundsen consideró, y así lo escribió en su diario, que únicamente era posible llegar al Polo Sur con éxito si se empleaban perros esquimales.---

Las tres ventajas principales en las que basaba su empleo eran que estos, debido a su menor peso podían pasar mejor sobre los puentes de nieve formados sobre las grietas que había en el hielo y, en caso de que el puente se hundiese y el perro cayera al gua, no ocurría una desgracia, ya que se se le agarraba de la nuca y se colocaba de nuevo sobre hielo firme.

La segunda gran ventaja, decía el explorador, es que el perro puede ser alimentado con carne de los propios perros, lo que permitía mayor provisión de alimentos para estos animales. Según se iba avanzando, el peso que se arrastraba con los trineos iba disminuyendo por la comida consumida, tanto por los hombres como por los perros, al igual que se reducía el petróleo utilizado por un carro.

Por ello se puede prescindir durante la marcha de algunos perros sacrificando los de menos cualidades, así se alimentan a los demás. El hecho de que los perros comieran carne fresca de vez en cuando, fue un factor clave para que el grupo pudiesen realizar el esfuerzo que se les exigió durante este extenuante viaje al Polo Sur. Ahora, sobre si participaron o no de semejante festín canino, de eso no dice nada. 

Maldita Hemeroteca 

sábado, 20 de enero de 2024

¿REBELIÓN DONDE?


La historia comienza con un tal señor Jones, alcohólico y dueño de una granja, que al parecer no se ocupaba muy bien de los animales. En aquel cortijo había un cerdo muy sabio llamado "Viejo Comandante", que ante la situación imperante instó a los animales a rebelarse y hacerse con el mando y el control, poniendo como única condición la igualdad para todos.

Desgraciadamente Viejo Comandante muere.

No obstante para el resto de los animales la idea les había parecido magnífica, salvo para "Benjamín", un viejo burro muy arisco pero sagaz, que solía decir que dios le había provisto de cola para espantar las moscas, pero que hubiera preferido que las moscas no existieran. Esa era su principal función en la vida, ser un tremendo hijo de puta que las venía venir mucho antes de que llegaran. Eso sí, era muy buen amigo de "Boxeador", el caballo más trabajador y abnegado de la finca.

Al final los animales deciden rebelarse asumiendo el liderazgo los cerdos, que de todos ellos eran los animales más inteligentes. Y es aquí donde empieza a complicarse el asunto de convertirse en rebeldes. Dos cerdos, "Napoleón" y "Snowball", entran en conflicto. Mientras que el primero es un vago que no quiere hacer nada pero se metía en todo, el segundo quería enseñar a los otros animales y construir un molino de viento, con lo cual se convierte en el líder favorito.

Sin embargo, con lo que no contaba Snowball era que Napoleón le saldría al paso y se convirtiera en comandante en jefe, entre otras cosas gracias a su ejército privado de perros feroces. Al quedar Snowball desplazado, los demás cerdos - temerosos y confundidos - comenzaron a culparlo de todo, y para mostrar su enfado decidieron quebrantar todas las normas de igualdad que se habían establecido tras la rebelión. 

La vida en la granja se puso cada vez peor: los animales se olvidan del sueño de Viejo Comandante, en tanto que el resto de los cerdos comienzan a tomar medidas que son del agrado de muy muchos. Napoleón se dirigía así a las masas...

"Camaradas, no hay que flaquear. Ningún argumento os tiene que desviar del camino. No prestéis nunca atención cuando os digan que el hombre y los animales tienen un interés común, que la prosperidad de uno es la prosperidad de los otros. Mentiras. El hombre no sirve a los intereses de ninguna criatura, salvo a los suyos. Que entre nosotros, los animales, haya una perfecta unidad, una perfecta camaradería en la lucha. Todos los hombres son enemigos. Todos los animales son camaradas."

Napoleón era un verraco de aspecto bastante feroz, el único de raza "berkshire" en la granja, con fama de salirse siempre con la suya. En cambio otro cerdo, Bola de Nieve, era más vivaracho que Napoleón, más ingenioso, menos estricto pero no se le atribuía la misma firmeza de carácter. El resto de los demás puercos de la granja estaban destinados a la matanza, entre ellos uno gordito llamado "Chillón", de mejillas redondas, ojos expresivos, movimientos ágiles y voz estridente. 

Chillón era un brillante conversador, que cuando defendía alguna idea difícil saltaba a un lado y a otro sacudiendo la cola de una manera muy persuasiva. Los demás decían que Chillón era capaz de convertir lo negro en blanco. Basado en las enseñanzas del fallecido Viejo Comandante, las que decidieron llamar «animalismo», trazaron un plan de acción en reuniones secretas en el establo. 

Sin embargo algunos animales eran de la opinión de que había que seguir siendo leales al señor Jones, al que aun llamaban «amo», con argumentos tan básicos como: «El señor Jones nos da de comer. Si desapareciera, nos moriríamos de hambre». «¿Por qué debería importarnos lo que suceda cuando ya estemos muertos?» «Si esa Rebelión va a ocurrir de todos modos, ¿qué más da que trabajemos o dejemos de trabajar por ella?». 

Los cerdos se vieron en grandes dificultades para hacerles ver que eso contrariaba el espíritu del ideario "animalismo". Las preguntas más estúpidas eran las de Marieta, la yegua blanca. La primera que le hizo a Bola de Nieve fue: 

—¿Seguirá habiendo azúcar después de la Rebelión? 

—No —dijo Bola de Nieve con firmeza—. En esta granja no tenemos medios para fabricar azúcar. Además, tú no necesitas azúcar. Tendrás toda la avena y todo el heno que quieras.

—¿Y podré seguir usando cintas en la crin? —volvió a preguntar Marieta.

—Camarada —dijo Bola de Nieve—, esas cintas a las que tanto cariño tienes son el símbolo de la esclavitud. ¿No entiendes que la libertad vale más que esas cintas?. Marieta asintió, pero no parecía muy convencida.

Y hablando de caballos...

"Boxeador", como ya dijimos, era un viejo caballo sumamente trabajador y leal. Un día de verano, al anochecer, un repentino rumor recorrió la granja: algo le había sucedido a Boxeador. Había salido solo a arrastrar una carga de piedra hasta el molino. Y, efectivamente, el rumor era cierto. Unos minutos más tarde llegaron dos palomas con la noticia:

—¡Boxeador se ha caído! ¡Está tendido en el suelo y no puede levantarse!

Más o menos la mitad de los animales de la granja salieron corriendo hacia la loma donde construían el molino de viento.
Allí estaba Boxeador, en el suelo, entre las varas del carro, con el cuello estirado, sin poder levantar la cabeza. Tenía los ojos vidriosos, los flancos empapados en sudor. De la boca le brotaba un hilo de sangre.

Trébol se arrodilló a su lado.

—¡Boxeador!—. ¿Cómo estás?
—Es el pulmón —dijo Boxeador con voz débil
—Pero no importa, creo que podréis terminar el molino sin mí. Hay una buena cantidad de piedra acumulada. De todos modos, solo me quedaba un mes. A decir verdad, había estado esperando la jubilación. Y como Benjamín (otro caballo) también está envejeciendo quizá le permitan jubilarse al mismo tiempo y hacerme compañía.

—Tenemos que conseguir ayuda inmediatamente —dijo Trébol—Que alguien corra a contarle al cerdo Chillón lo que ha sucedido.

Los demás animales corrieron de inmediato a la casa a darle la noticia a Chillón. Solo quedaron allí los caballos Trébol y Benjamín, quien se echó al lado de Boxeador y, sin decir nada, comenzó a ahuyentarle las moscas con su larga cola. Al cuarto de hora se apareció Chillón, muy preocupado y apenado. Dijo que el camarada Napoleón se había enterado con mucho dolor de esa desgracia sufrida a uno de los trabajadores más leales de la granja, y que estaba haciendo los preparativos para enviarlo al hospital de Willingdon donde sería tratado.

Eso preocupó un poco a los animales. Con excepción de los corceles Marieta y Bola de Nieve, ningún otro animal había salido jamás de la granja, de manera que no les gustaba la idea de que su camarada enfermo terminara en manos de seres humanos. Sin embargo Chillón los convenció con facilidad, argumentando que sería mejor para Boxeador que lo viera un veterinario en vez de dejarlo en la granja.

Una media hora más tarde, cuando Boxeador se hubo recuperado un poco, lo ayudaron a ponerse con esfuerzo de pie, y logró volver cojeando al establo, donde Trébol y Benjamín le habían preparado una buena cama de paja. Durante los dos días siguientes, Boxeador no salió de su establo. Por la noche ella se echaba a su lado para conversar, mientras que Benjamín le espantaba las moscas.

Boxeador declaraba no sentirse arrepentido de lo que había sucedido. Si se reponía bien, podría llegar a vivir otros tres años, y esperaba con ilusión los tranquilos días que pasaría en un rincón del prado. Sería la primera vez que tendría tiempo para estudiar y cultivar la mente. Pensaba dedicar el resto de su vida a aprender las veintidós letras restantes del alfabeto.

Sin embargo, Benjamín y Trébol solo podían acompañar a Boxeadordespués de las horas de trabajo, y fue al mediodía cuando llegó el furgón para llevárselo. Todos los animales estaban cosechando los nabos bajo la supervisión de un cerdo, cuando vieron con asombro que por el lado de los edificios aparecía Benjamín, al galope, y rebuznando con todas sus fuerzas. Era la primera vez que lo veían tan agitado; de hecho, era la primera vez que lo veían galopar.

—¡Rápido, rápido! —gritó
—¡Venid! ¡Se llevan a Boxeador!

Sin esperar órdenes del cerdo, los animales interrumpieron lo que estaban haciendo y echaron a correr hacia los edificios de la granja. Efectivamente, en el patio había un furgón grande, cerrado, tirado por dos caballos, con un letrero en el costado y un hombre de aspecto taimado, con bombín, sentado en el pescante, mientras que el establo de Boxeador estaba vacío.

Los animales rodearon el furgón.

—¡Adiós, Boxeador! —dijeron a coro
—¡Adiós!—¡Estúpidos! ¡Estúpidos!, gritó Benjamín, corcoveando alrededor y pateando el suelo con los pequeños cascos
—¡Estúpidos! ¿No veis lo que está escrito en el costado del furgón.

Eso hizo vacilar a los animales, que se quedaron callados. Muriel empezó a deletrear las palabras. Pero Benjamín la apartó y en medio de un silencio sepulcral leyó:

—«Alfred Simmonds, matarife de caballos y fabricante de cola, Willingdon. Comerciante de cueros y harina de huesos. Servicio de perrera.»

—¿No entendéis lo que significa? ¡Llevan a Boxeador al matadero!.

Los animales soltaron al unísono un grito de horror. En ese momento el hombre sentado en el pescante fustigó a los caballos y el furgón salió del patio a trote rápido. Todos los animales lo siguieron, desgañitándose. Trébol se abrió paso hasta la primera fila. El furgón empezó a acelerar. Trébol trató de obligar sus robustos miembros a galopar, y logró un medio galope.

—¡Boxeador! —gritó
—¡Boxeador! ¡Boxeador! ¡Boxeador!

Y en ese momento, como si hubiera oído el alboroto fuera del furgón, la cara de Boxeador, con la raya blanca en la nariz, apareció en la ventanilla de la parte trasera del vehículo.

—¡Boxeador! —gritó Trébol con terrible potencia
—¡Boxeador! ¡Sal de ahí! ¡Rápido! ¡Te llevan a la muerte!

Todos los animales repitieron el grito de «¡Boxeador, sal de ahí, Boxeador!». Sin embargo el furgón avanzaba cada vez a mayor velocidad, alejándose de ellos. No estaba claro si Boxeador había entendido las palabras de Trébol. Pero un instante más tarde su rostro desapareció de la ventanilla y se oyó el tremendo tamborileo de cascos dentro del furgón. Estaba tratando de salir de allí a patadas.

En otros tiempos los cascos de Boxeador habrían reducido a astillas el vehículo. Pero, ¡ay!, las fuerzas lo habían abandonado, y en unos instantes el sonido del tamborileo se fue debilitando hasta cesar. Desesperados, los animales empezaron a pedir a los dos caballos que tiraban del furgón que se detuvieran.

—¡Camaradas, camaradas! —gritaron
—¡No llevéis a vuestro propio hermano a la muerte!

Pero las estúpidas bestias, demasiado ignorantes para darse cuenta de lo que pasaba, no hicieron más que aplastar las orejas contra la cabeza y acelerar el paso. La cara de Boxeador no volvió a aparecer en la ventanilla. Demasiado tarde, a alguien se le ocurrió adelantarse al furgón y cerrar la puerta de la granja, pero el vehículo la atravesó en un instante, antes de desaparecer con rapidez en la carretera. Nunca más vieron a Boxeador.

Tres días después se anunció que había muerto en el hospital de Willingdon, a pesar de recibir todas las atenciones a las que un caballo puede aspirar. Chillón salió a dar la noticia a los demás. Según dijo, había estado con Boxeador durante sus últimas horas.

—¡Fue la escena más conmovedora que he visto jamás!, dijo Chillón, levantando la pezuña y enjugándose una lágrima
—Estuve a su lado en el último momento.

Y al final, casi demasiado débil para hablar, me susurró al oído que solo una cosa le producía dolor: tener que dejarnos antes de terminar el molino y entonces me dijo: «¡Adelante, camaradas!. Adelante en nombre de la Rebelión. ¡Viva la Granja Animal! ¡Viva el camarada Napoleón! porque siempre tiene razón.» Esas fueron sus últimas palabras, camaradas.

De repente, la actitud de Chillón cambió. Calló un instante, y antes de continuar sus ojillos lanzaron miradas de desconfianza a un lado y a otro. Estaba enterado, dijo, de que había circulado un estúpido y malvado rumor en el momento del traslado de Boxeador. Algunos animales habían notado que en el furgón que llevaba a Boxeador había un letrero que decía «Matarife de caballos», y habían llegado a la conclusión de que mandaban a Boxeador al matadero.

Casi resultaba increíble —dijo Chillón— que algún animal pudiera ser tan estúpido. ¿Es que no conocéis, -gritó indignado, moviendo la cola y balanceándose-, es que no conocéis a vuestro querido líder, el camarada Napoleón?. Había una explicación muy sencilla, y es que ese furgón había sido antes propiedad del matarife, había fue comprado por el veterinario que aún no había cambiado el letrero. Así surgió el error.

Esa noticia alivió mucho a los animales.

Y cuando Chillón dio más detalles de la agonía de Boxeador, de la admirable atención que había recibido y de los caros medicamentos que Napoleón había pagado sin pensar en el costo, desaparecieron sus últimas dudas. La idea de que al menos había muerto contento, atenuó el dolor que sentían por la desaparición del querido camarada.

El propio Napoleón asistió a la reunión del siguiente domingo por la mañana y pronunció un breve discurso en homenaje a Boxeador. Explicó que no habían podido traer los restos de su llorado camarada para enterrarlos en la granja, pero había ordenado que se preparara una gran corona con laureles del jardín, para que fuera colocada sobre su tumba.

Por otro lado los cerdos tenían previsto celebrar en unos días un banquete conmemorativo en honor de Boxeador. El día fijado para el banquete, llegó desde Willingdon un vehículo de reparto que dejó en la granja una gran caja de madera. Esa noche se oyeron ruidosos cantos, seguidos por algo parecido a una violenta disputa que terminó a eso de las once con un tremendo estruendo de cristales rotos. Nadie se movió hasta el mediodía, y se rumoreaba que de algún lado los cerdos habían sacado el dinero para comprarse otra caja de whisky.

Napoleón terminó su discurso recordando las dos máximas favoritas de Boxeador: «Trabajaré más duro por que el camarada Napoleón siempre tiene razón», aprovechando para advertirle a todos, lo conveniente que les sería "hacerlas propias" sus palabras.

Pasaron los años. Fueron y vinieron las estaciones, se consumieron las cortas vidas de los animales. Llegó un momento en que no quedaba casi nadie — fuera de Trébol, Benjamín, y algunos cerdos que recordara los viejos tiempos anteriores a la Rebelión. Habían olvidado a Boxeador, salvo los pocos que lo habían conocido.

Trébol era ahora una yegua robusta y vieja, con las articulaciones entumecidas y los ojos legañosos. Tenía dos años más de la edad necesaria para jubilarse, pero en realidad ningún animal se había jubilado nunca. Hacía ya tiempo que ni se hablaba de reservar un rincón de la pradera para quienes se jubilaran.

Napoleón era ahora un verraco maduro de ciento cincuenta kilos y su leal Chillón estaba tan gordo que apenas veía. Parecía que la finca se había enriquecido sin hacer más ricos a los propios animales… excepto, claro está, a los cerdos y a los perros. Eso, quizás, se debía en parte a la cantidad de cerdos y de perros que había.

Chillón intentaba explicarles a los animales que ellos tenían que afanarse todos los días con cosas misteriosas llamadas «archivos», «informes», «minutas» y «notas». Eran grandes hojas de papel que debían cubrir con una apretada escritura y, una vez escritas, las quemaban en el horno. Eso, les aseguraba Chillón, era de suma importancia para el bienestar de la granja. Ninguno de los cerdos producía alimentos, pese al gran apetito que siempre tenían.Sin embargo, los animales nunca perdieron la esperanza.

Conclusión: Lo que en un inicio comenzó como una rebelión social y considerada justa, terminó por convertirse en una brutal dictadura, mucho peor a la que habían derribado.

Adaptado de: "Rebelión en la granja", de Eric Arthur Blair, alias "George Orwell". (India 1903 - Reino Unido 1950).

miércoles, 17 de enero de 2024

A 113 años de una hazaña polar


El 14 de enero de 1911, un grupo de exploradores Noruegos, capitaneados por Roald Amundsen, arribaron a la bahía de las Ballenas en la antártida. Con tiros de perros, se dispusieron a adelantar a los británicos en la carrera por conquistar el polo Sur. 

El barco de Amundsen, el Fram, cedido por el explorador ártico Fridtjof Nansen, era el no va más en buques polares. Los depósitos de alimentos básicos para la exploración polar fueron de vital importancia para la supervivencia de los dos equipos una vez iniciada la marcha. Cuando se encontraban a 80° de latitud Sur, Amundsen anotó: 

"Nos detuvimos para dejar un depósito de reservas […] de 12 cajas de penmican para los perros […] unos 30 kilos de filetes de foca y 50 kilos de grasa junto con 20 tabletas de chocolate. Además, 1 caja de margarina y 2 cajas de galletas". Amundsen, y sus cuatro compañeros que eran expertos esquiadores, alcanzaron la meta el 14 de diciembre de 1911. Pasaron tres días «marcando el Polo», esto es, realizando observaciones para determinar su ubicación exacta.

El quinteto de Scott, ósea los británicos, llegaron 33 jornadas después, un 17 de Enero, del que hoy se cumplen 113 años. A propósito de esta epopeya, hay una película Cubana en la que un jefe de policía, quiero recordar que fue ambientada durante la época de Batista, ejemplificaba sarcásticamente el hecho de que los Noruegos habían vencido a los Ingleses en la carrera por el polo, debido a que se habían comido a sus perros, justificando de esa forma "ciertas decisiones y sacrificios" que había que hacer en la vida.

---En este caso Amundsen consideró, y así lo escribió en su diario, que únicamente era posible llegar al Polo Sur con éxito si se empleaban perros esquimales.---

Roald Amundsen

Las tres ventajas principales en las que basaba su empleo eran que estos, debido a su menor peso corporal, podían pasar mejor sobre los puentes de nieve formados sobre las grietas que había en el hielo y, en caso de que el puente se hundiese y el perro cayera al gua no ocurriría una desgracia, ya que se se le agarraba de la nuca y se colocaba de nuevo sobre hielo firme.

La segunda gran ventaja, decía el explorador, es que el perro puede ser alimentado con carne de los propios perros, lo que permitía mayor provisión de alimentos para estos animales. Según se iba avanzando, el peso que se arrastraba con los trineos iba disminuyendo debido a la comida consumida, tanto por los hombres como por los perros, al igual que se reducía el petróleo utilizado por un carro.

Por ello se podía prescindir durante la marcha de algunos perros, sacrificando a los de menos cualidades y así se alimentan a los demás. El hecho de que los perros comieran carne fresca de vez en cuando, fue un factor clave para que el grupo pudiesen realizar el esfuerzo que se les exigió durante este extenuante viaje al Polo Sur. Ahora, sobre si participaron o no de semejante festín canino, Amundsen no anotó nada.

Maldita Hemeroteca

martes, 16 de enero de 2024

Rebelión donde?


La historia comienza con un tal señor Jones, alcohólico y dueño de una granja, que al parecer no se ocupaba muy bien de los animales. En aquel cortijo había un cerdo muy sabio llamado "Viejo Comandante", que ante la situación imperante instó a los animales a rebelarse y hacerse con el mando y el control, poniendo como única condición la igualdad para todos.

Desgraciadamente Viejo Comandante muere.

No obstante para el resto de los animales la idea les había parecido magnífica, salvo para "Benjamín", un viejo burro muy arisco pero sagaz, que solía decir que dios le había provisto de cola para espantar las moscas, pero que hubiera preferido que las moscas no existieran. Esa era su principal función en la vida, ser un tremendo hijo de puta que las venía venir mucho antes de que llegaran. Eso sí, era muy buen amigo de "Boxeador", el caballo más trabajador y abnegado de la finca.

Al final los animales deciden rebelarse asumiendo el liderazgo los cerdos, que de todos ellos eran los animales más inteligentes. Y es aquí donde empieza a complicarse el asunto de convertirse en rebeldes. Dos cerdos, "Napoleón" y "Snowball", entran en conflicto. Mientras que el primero es un vago que no quiere hacer nada pero se metía en todo, el segundo quería enseñar a los otros animales y construir un molino de viento, con lo cual se convierte en el líder favorito.

Sin embargo, con lo que no contaba Snowball era que Napoleón le saldría al paso y se convirtiera en comandante en jefe, entre otras cosas gracias a su ejército privado de perros feroces. Al quedar Snowball desplazado, los demás cerdos - temerosos y confundidos - comenzaron a culparlo de todo, y para mostrar su enfado decidieron quebrantar todas las normas de igualdad que se habían establecido tras la rebelión. 

La vida en la granja se puso cada vez peor: los animales se olvidan del sueño de Viejo Comandante, en tanto que el resto de los cerdos comienzan a tomar medidas que son del agrado de muy muchos. Napoleón se dirigía así a las masas...

"Camaradas, no hay que flaquear. Ningún argumento os tiene que desviar del camino. No prestéis nunca atención cuando os digan que el hombre y los animales tienen un interés común, que la prosperidad de uno es la prosperidad de los otros. Mentiras. El hombre no sirve a los intereses de ninguna criatura, salvo a los suyos. Que entre nosotros, los animales, haya una perfecta unidad, una perfecta camaradería en la lucha. Todos los hombres son enemigos. Todos los animales son camaradas."

Napoleón era un verraco de aspecto bastante feroz, el único de raza "berkshire" en la granja, con fama de salirse siempre con la suya. En cambio otro cerdo, Bola de Nieve, era más vivaracho que Napoleón, más ingenioso, menos estricto pero no se le atribuía la misma firmeza de carácter. El resto de los demás puercos de la granja estaban destinados a la matanza, entre ellos uno gordito llamado "Chillón", de mejillas redondas, ojos expresivos, movimientos ágiles y voz estridente. 

Chillón era un brillante conversador, que cuando defendía alguna idea difícil saltaba a un lado y a otro sacudiendo la cola de una manera muy persuasiva. Los demás decían que Chillón era capaz de convertir lo negro en blanco. Basado en las enseñanzas del fallecido Viejo Comandante, las que decidieron llamar «animalismo», trazaron un plan de acción en reuniones secretas en el establo. 

Sin embargo algunos animales eran de la opinión de que había que seguir siendo leales al señor Jones, al que aun llamaban «amo», con argumentos tan básicos como: «El señor Jones nos da de comer. Si desapareciera, nos moriríamos de hambre». «¿Por qué debería importarnos lo que suceda cuando ya estemos muertos?» «Si esa Rebelión va a ocurrir de todos modos, ¿qué más da que trabajemos o dejemos de trabajar por ella?». 

Los cerdos se vieron en grandes dificultades para hacerles ver que eso contrariaba el espíritu del ideario "animalismo". Las preguntas más estúpidas eran las de Marieta, la yegua blanca. La primera que le hizo a Bola de Nieve fue: 

—¿Seguirá habiendo azúcar después de la Rebelión? 

—No —dijo Bola de Nieve con firmeza—. En esta granja no tenemos medios para fabricar azúcar. Además, tú no necesitas azúcar. Tendrás toda la avena y todo el heno que quieras.

—¿Y podré seguir usando cintas en la crin? —volvió a preguntar Marieta.

—Camarada —dijo Bola de Nieve—, esas cintas a las que tanto cariño tienes son el símbolo de la esclavitud. ¿No entiendes que la libertad vale más que esas cintas?. Marieta asintió, pero no parecía muy convencida.

Y hablando de caballos...

"Boxeador", como ya dijimos, era un viejo caballo sumamente trabajador y leal. Un día de verano, al anochecer, un repentino rumor recorrió la granja: algo le había sucedido a Boxeador. Había salido solo a arrastrar una carga de piedra hasta el molino. Y, efectivamente, el rumor era cierto. Unos minutos más tarde llegaron dos palomas con la noticia:

—¡Boxeador se ha caído! ¡Está tendido en el suelo y no puede levantarse!

Más o menos la mitad de los animales de la granja salieron corriendo hacia la loma donde construían el molino de viento.
Allí estaba Boxeador, en el suelo, entre las varas del carro, con el cuello estirado, sin poder levantar la cabeza. Tenía los ojos vidriosos, los flancos empapados en sudor. De la boca le brotaba un hilo de sangre.

Trébol se arrodilló a su lado.

—¡Boxeador!—. ¿Cómo estás?
—Es el pulmón —dijo Boxeador con voz débil
—Pero no importa, creo que podréis terminar el molino sin mí. Hay una buena cantidad de piedra acumulada. De todos modos, solo me quedaba un mes. A decir verdad, había estado esperando la jubilación. Y como Benjamín (otro caballo) también está envejeciendo quizá le permitan jubilarse al mismo tiempo y hacerme compañía.

—Tenemos que conseguir ayuda inmediatamente —dijo Trébol—Que alguien corra a contarle al cerdo Chillón lo que ha sucedido.

Los demás animales corrieron de inmediato a la casa a darle la noticia a Chillón. Solo quedaron allí los caballos Trébol y Benjamín, quien se echó al lado de Boxeador y, sin decir nada, comenzó a ahuyentarle las moscas con su larga cola. Al cuarto de hora se apareció Chillón, muy preocupado y apenado. Dijo que el camarada Napoleón se había enterado con mucho dolor de esa desgracia sufrida a uno de los trabajadores más leales de la granja, y que estaba haciendo los preparativos para enviarlo al hospital de Willingdon donde sería tratado.

Eso preocupó un poco a los animales. Con excepción de los corceles Marieta y Bola de Nieve, ningún otro animal había salido jamás de la granja, de manera que no les gustaba la idea de que su camarada enfermo terminara en manos de seres humanos. Sin embargo Chillón los convenció con facilidad, argumentando que sería mejor para Boxeador que lo viera un veterinario en vez de dejarlo en la granja.

Una media hora más tarde, cuando Boxeador se hubo recuperado un poco, lo ayudaron a ponerse con esfuerzo de pie, y logró volver cojeando al establo, donde Trébol y Benjamín le habían preparado una buena cama de paja. Durante los dos días siguientes, Boxeador no salió de su establo. Por la noche ella se echaba a su lado para conversar, mientras que Benjamín le espantaba las moscas.

Boxeador declaraba no sentirse arrepentido de lo que había sucedido. Si se reponía bien, podría llegar a vivir otros tres años, y esperaba con ilusión los tranquilos días que pasaría en un rincón del prado. Sería la primera vez que tendría tiempo para estudiar y cultivar la mente. Pensaba dedicar el resto de su vida a aprender las veintidós letras restantes del alfabeto.

Sin embargo, Benjamín y Trébol solo podían acompañar a Boxeadordespués de las horas de trabajo, y fue al mediodía cuando llegó el furgón para llevárselo. Todos los animales estaban cosechando los nabos bajo la supervisión de un cerdo, cuando vieron con asombro que por el lado de los edificios aparecía Benjamín, al galope, y rebuznando con todas sus fuerzas. Era la primera vez que lo veían tan agitado; de hecho, era la primera vez que lo veían galopar.

—¡Rápido, rápido! —gritó
—¡Venid! ¡Se llevan a Boxeador!

Sin esperar órdenes del cerdo, los animales interrumpieron lo que estaban haciendo y echaron a correr hacia los edificios de la granja. Efectivamente, en el patio había un furgón grande, cerrado, tirado por dos caballos, con un letrero en el costado y un hombre de aspecto taimado, con bombín, sentado en el pescante, mientras que el establo de Boxeador estaba vacío.

Los animales rodearon el furgón.

—¡Adiós, Boxeador! —dijeron a coro
—¡Adiós!—¡Estúpidos! ¡Estúpidos!, gritó Benjamín, corcoveando alrededor y pateando el suelo con los pequeños cascos
—¡Estúpidos! ¿No veis lo que está escrito en el costado del furgón.

Eso hizo vacilar a los animales, que se quedaron callados. Muriel empezó a deletrear las palabras. Pero Benjamín la apartó y en medio de un silencio sepulcral leyó:

—«Alfred Simmonds, matarife de caballos y fabricante de cola, Willingdon. Comerciante de cueros y harina de huesos. Servicio de perrera.»

—¿No entendéis lo que significa? ¡Llevan a Boxeador al matadero!.

Los animales soltaron al unísono un grito de horror. En ese momento el hombre sentado en el pescante fustigó a los caballos y el furgón salió del patio a trote rápido. Todos los animales lo siguieron, desgañitándose. Trébol se abrió paso hasta la primera fila. El furgón empezó a acelerar. Trébol trató de obligar sus robustos miembros a galopar, y logró un medio galope.

—¡Boxeador! —gritó
—¡Boxeador! ¡Boxeador! ¡Boxeador!

Y en ese momento, como si hubiera oído el alboroto fuera del furgón, la cara de Boxeador, con la raya blanca en la nariz, apareció en la ventanilla de la parte trasera del vehículo.

—¡Boxeador! —gritó Trébol con terrible potencia
—¡Boxeador! ¡Sal de ahí! ¡Rápido! ¡Te llevan a la muerte!

Todos los animales repitieron el grito de «¡Boxeador, sal de ahí, Boxeador!». Sin embargo el furgón avanzaba cada vez a mayor velocidad, alejándose de ellos. No estaba claro si Boxeador había entendido las palabras de Trébol. Pero un instante más tarde su rostro desapareció de la ventanilla y se oyó el tremendo tamborileo de cascos dentro del furgón. Estaba tratando de salir de allí a patadas.

En otros tiempos los cascos de Boxeador habrían reducido a astillas el vehículo. Pero, ¡ay!, las fuerzas lo habían abandonado, y en unos instantes el sonido del tamborileo se fue debilitando hasta cesar. Desesperados, los animales empezaron a pedir a los dos caballos que tiraban del furgón que se detuvieran.

—¡Camaradas, camaradas! —gritaron
—¡No llevéis a vuestro propio hermano a la muerte!

Pero las estúpidas bestias, demasiado ignorantes para darse cuenta de lo que pasaba, no hicieron más que aplastar las orejas contra la cabeza y acelerar el paso. La cara de Boxeador no volvió a aparecer en la ventanilla. Demasiado tarde, a alguien se le ocurrió adelantarse al furgón y cerrar la puerta de la granja, pero el vehículo la atravesó en un instante, antes de desaparecer con rapidez en la carretera. Nunca más vieron a Boxeador.

Tres días después se anunció que había muerto en el hospital de Willingdon, a pesar de recibir todas las atenciones a las que un caballo puede aspirar. Chillón salió a dar la noticia a los demás. Según dijo, había estado con Boxeador durante sus últimas horas.

—¡Fue la escena más conmovedora que he visto jamás!, dijo Chillón, levantando la pezuña y enjugándose una lágrima
—Estuve a su lado en el último momento.

Y al final, casi demasiado débil para hablar, me susurró al oído que solo una cosa le producía dolor: tener que dejarnos antes de terminar el molino y entonces me dijo: «¡Adelante, camaradas!. Adelante en nombre de la Rebelión. ¡Viva la Granja Animal! ¡Viva el camarada Napoleón! porque siempre tiene razón.» Esas fueron sus últimas palabras, camaradas.

De repente, la actitud de Chillón cambió. Calló un instante, y antes de continuar sus ojillos lanzaron miradas de desconfianza a un lado y a otro. Estaba enterado, dijo, de que había circulado un estúpido y malvado rumor en el momento del traslado de Boxeador. Algunos animales habían notado que en el furgón que llevaba a Boxeador había un letrero que decía «Matarife de caballos», y habían llegado a la conclusión de que mandaban a Boxeador al matadero.

Casi resultaba increíble —dijo Chillón— que algún animal pudiera ser tan estúpido. ¿Es que no conocéis, -gritó indignado, moviendo la cola y balanceándose-, es que no conocéis a vuestro querido líder, el camarada Napoleón?. Había una explicación muy sencilla, y es que ese furgón había sido antes propiedad del matarife, había fue comprado por el veterinario que aún no había cambiado el letrero. Así surgió el error.

Esa noticia alivió mucho a los animales.

Y cuando Chillón dio más detalles de la agonía de Boxeador, de la admirable atención que había recibido y de los caros medicamentos que Napoleón había pagado sin pensar en el costo, desaparecieron sus últimas dudas. La idea de que al menos había muerto contento, atenuó el dolor que sentían por la desaparición del querido camarada.

El propio Napoleón asistió a la reunión del siguiente domingo por la mañana y pronunció un breve discurso en homenaje a Boxeador. Explicó que no habían podido traer los restos de su llorado camarada para enterrarlos en la granja, pero había ordenado que se preparara una gran corona con laureles del jardín, para que fuera colocada sobre su tumba.

Por otro lado los cerdos tenían previsto celebrar en unos días un banquete conmemorativo en honor de Boxeador. El día fijado para el banquete, llegó desde Willingdon un vehículo de reparto que dejó en la granja una gran caja de madera. Esa noche se oyeron ruidosos cantos, seguidos por algo parecido a una violenta disputa que terminó a eso de las once con un tremendo estruendo de cristales rotos. Nadie se movió hasta el mediodía, y se rumoreaba que de algún lado los cerdos habían sacado el dinero para comprarse otra caja de whisky.

Napoleón terminó su discurso recordando las dos máximas favoritas de Boxeador: «Trabajaré más duro por que el camarada Napoleón siempre tiene razón», aprovechando para advertirle a todos, lo conveniente que les sería "hacerlas propias".

Pasaron los años. Fueron y vinieron las estaciones, se consumieron las cortas vidas de los animales. Llegó un momento en que no quedaba casi nadie — fuera de Trébol, Benjamín, y algunos cerdos que recordara los viejos tiempos anteriores a la Rebelión. Habían olvidado a Boxeador, salvo los pocos que lo habían conocido.

Trébol era ahora una yegua robusta y vieja, con las articulaciones entumecidas y los ojos legañosos. Tenía dos años más de la edad necesaria para jubilarse, pero en realidad ningún animal se había jubilado nunca. Hacía ya tiempo que ni se hablaba de reservar un rincón de la pradera para quienes se jubilaran.

Napoleón era ahora un verraco maduro de ciento cincuenta kilos y su leal Chillón estaba tan gordo que apenas veía. Parecía que la finca se había enriquecido sin hacer más ricos a los propios animales… excepto, claro está, a los cerdos y a los perros. Eso, quizás, se debía en parte a la cantidad de cerdos y de perros que había.

Chillón intentaba explicarles a los animales que ellos tenían que afanarse todos los días con cosas misteriosas llamadas «archivos», «informes», «minutas» y «notas». Eran grandes hojas de papel que debían cubrir con una apretada escritura y, una vez escritas, las quemaban en el horno. Eso, les aseguraba Chillón, era de suma importancia para el bienestar de la granja. Ninguno de los cerdos producía alimentos, pese al gran apetito que siempre tenían.Sin embargo, los animales nunca perdieron la esperanza.

Conclusión: Lo que en un inicio comenzó como una rebelión social y considerada justa, terminó por convertirse en una brutal dictadura, mucho peor a la que habían derribado.

Adaptado de: "Rebelión en la granja", de Eric Arthur Blair, alias "George Orwell". (India 1903 - Reino Unido 1950).

domingo, 14 de enero de 2024

Quien riendo la hace, llorando la paga


Quien siembra vientos, cosecha tempestades, un viejo refrán que nos advierte que todas nuestras acciones en la vida tienen sus consecuencias. La escritora María C. Werlau, nacida en la Habana en 1959 y cuyo padre había luchado contra Batista y luego fue uno de los tantos que cayeron en las arenas de Bahía de Cochinos, escribió un libro que tituló, "Las víctimas olvidadas del Che Guevara".

Según afirmó el fallecido brigadista de Girón Esteban Bovo, quien fuera secretario de esa asociación de veteranos y padre del político de la ciudad de Miami, de los 104 brigadistas muertos en la invasión de 1961, incluyendo los que fallecieron en Guatemala antes de salir y los que murieron en un bote que estuvo 15 días a la deriva después de la batalla, el resto de los cadáveres nunca se pudieron recuperar.

Entre este último grupo se encuentran cinco brigadistas que, tras ser capturados por haberse infiltrado en Cuba en las semanas previas al desembarco, fueron fusilados el mismo 19 de abril de ese año, más otros cinco que fueron ejecutados el 5 de septiembre del mismo año, sentenciados por un tribunal cubano. De igual manera reposan los cadáveres de nueve brigadistas que murieron asfixiados cuando eran trasladados a la capital cubana en un camión cerrado, que luego se conoció como la "Rastra de la Muerte", un traslado que fue organizado por el comandante Osmani Cienfuegos, hermano del fallecido comandante Camilo Cienfuegos, que desapareció en circunstancias que aun no han sido muy bien aclaradas.

Unos fueron enterrados en el mismo lugar donde cayeron; otros fueron sepultados en el cementerio de Jagüey Grande y el resto depositados en fosas comunes en el cementerio Colón de La Habana. Como su nombre lo indica, en esta edición de 56 páginas, la señora Werlau actualizó la lista de las víctimas entre las que se incluyen dos hermanos de Vertientes en Camagüey, acusados de “chivatos.” .

Contó además con la ayuda de Ion Mihai Pacepa, ex jefe de los servicios de inteligencia de Rumanía, (la temible "Securitate") que reveló un supuesto plan de la KGB diseñado para convertir al argentino Ernesto Guevara en un mártir. Un 10 de abril de 1955, el implacable ejecutor argentino debutaba en la "Agencia Latina" de Argentina, como redactor y fotógrafo durante la celebración de los Juegos Panamericanos en México. 

En realidad había llegado huyendo desde Guatemala, donde se había enrolado en un movimiento izquierdista que fue sofocado un año antes por el dictador Carlos Castillo Armas. Más tarde - y como es bien conocido - encontró su acomodo ideal en Cuba, uniéndose a Fidel Castro en México y después en la sierra, donde se sintió tan a gusto que desplegó todo su arte que perfeccionó después como verdugo en la Cabaña.

También fungió como jefe de Milicias, director de la Reforma Agraria, interventor implacable, ministro de finanzas y de Industrias, presidente del Banco Nacional y ministro de Economía, (sin tener ni la más mínima idea en ninguno de ellos) Por último se mostró como un sicario confeso en los micrófonos de la ONU. Con el tiempo le empezó a estorbar a los hermanos Castro, de manera que empezó a buscar afanosamente un país donde meterse.

Sabedor como nadie de que en Cuba su vida comenzaba a correr cierto peligro, asegurado por su propio amigo y guerrillero ya fallecido en Francia, Dariel Alarcón Ramírez, alias Benigno, antiguo jefe de recursos humanos de la temible prisión habanera de Valle Grande, que en 1996 encontró su particular paz en París cuando - supuestamente - decidió romper con esa revolución a la que tanto se dedicó.

En una entrevista que el escritor francés Jean Cormier concediera en su pequeño negocio en la capital francesa, y publicada después en el libro "La cara oculta del Che", aseguró que previo a la aventura en el Congo y su periplo por otros países del África, a Guevara le habían señalado en Cuba de ser un trotskista y pro chino. Eran tiempos en que China y la URSS eran enemigos, y de Cuba también por supuesto, y esa inclinación le causaba problemas "ideológicos" a Fidel Castro con Moscú. 

Esto fue lo que dijo:

"Sé que hubo una conversación muy fuerte entre él y Fidel, en la que salió muy disgustado. Eso le llevó a irse para Tope Collantes como una semana con unos ataques de asma muy fuertes. Lo sé por el compañero Argudín, uno de los guardaespaldas personales que me lo dijo. Fue Raúl quien le llamó trotskista. 

"Entonces el Che se paró muy violento, como con ganas de irle pá arriba y le dijo: 'Eres un estúpido, un estúpido'. Fidel no atinó a responder. Guevara salió molesto, tiró la puerta y se fue. Y ahí, a pocos días, viene la decisión, así prematuramente, de irse para el Congo, pero antes pasó por el sanatorio que hay en el Escambray".

Sus aventuras africanas fueron acompañadas del fracaso. (El mismo Guevara lo admitió). Primero, porque en un ataque en Front de Force dirigido por el comandante Víctor Drake, por cierto otro que tuvo un destacado expediente como implacable fiscal y jefe de la policía en Sagua la Grande, y además de "eficiente cazador de alzados en el Escambray", cayeron derrotados con el fatal resultado de varios guerrilleros cubanos muertos.

Esta acción, en la que los combatientes africanos tenían de todo menos de guerrilleros, provocó que la CIA comprobara la ciudadanía de aquellos muertos y, como era obvio, sospechara la presencia de Cuba en el asunto y con el argentino al frente. De aquella África sostenida por Bélgica y Estados Unidos, tuvo que salir Guevara por patas en 1965. Desde entonces, la "parca" no se alejó ni un momento de su lado, hasta llevárselo -definitivamente- en la intrincada selva Boliviana.

Dicen que primero pensó en Argentina, pero un tipo frío calculador y vengativo como Fidel le convenció que Bolivia, la especial ratonera que le había preparado, era una mejor opción. Y como para que no se le ocurriera ni regresar, le leyó aquella carta que ni sabemos a ciencia cierta si fue escrita por él no. Aunque para el caso da exactamente igual.

El Karma quiso que dos Cubanos agentes de la CIA, Gustavo Villoldo, que vengó la muerte de su padre, un alto ejecutivo de la "General Motors" que optó por suicidarse en la Habana, al caer prisionero de este psicópata luego de saquearle más de 360 vehículos, y el coronel Félix Rodríguez quien fuera presencial testigo de como aquel 9 de octubre de 1967, los cientos de muertos que cargaba este cabrón asesino a sus espaldas, le hacían justicia.

Maldita Hemeroteca 

domingo, 7 de enero de 2024

José López Lledín, un caballero llegado de Galicia


La Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, la Sagrada Familia o el Golden Gate son algunos de los símbolos con los que reconocemos a algunas de las ciudades del mundo.

Símbolos que, con solo nombrarlos, identifican una ciudad o un país. Uno de los símbolos de una de las más bellas ciudades del mundo es un extravagante, gallardo y elegante hombre que fue inmortalizado por músicos, pintores y poetas de la Isla de Cuba como uno de sus grandes referentes.

Uno de los locos más cuerdos que han existido en la historia de la Humanidad. Un pintoresco e insólito personaje que se ganó el cariño de varias generaciones de cubanos. Un gallego de Lugo que decía ser aristócrata, mosquetero y corsario y que la bella ciudad de La Habana inmortalizó para siempre, convirtiéndolo en su leyenda y en uno de sus símbolos más queridos:

El Caballero de París.

El Caballero de París nacía el 30 de diciembre de 1899 como José María López Lledín en la aldea de Vilaseca, en el Municipio de Negueira de Muñiz, provincia de Lugo. Sus padres se ganaban la vida con una pequeña bodega en la que producían vino y aguardiente, con la que mantenían a su numerosa familia. José María comenzó su educación a los 7 años de edad, aunque no llegaría a completar la Educación Secundaria.

Quizá huyendo de la pobreza o en busca de un lugar en el que prosperar, al igual que miles de gallegos hacían en aquella época, José María emigra para “hacer las Américas”. Se embarca en el vapor alemán “SS Chemnitz” y llega a La Habana el 10 de diciembre de 1913, acompañado de parte de su familia. En la capital cubana el joven hace de todo: florista, sastre, ayudante en una librería y un bufete de abogados…

El 10 de Diciembre de 1913 según el Registro de Entrada de Pasajeros de 1913, Folio 283 del Archivo N acional y con solo 12 años llega a la Habana, Cuba abordo del vapor alemán "Chemnitz" y se reúne con su tío llamado AG, un cuñado de su hermano Benigno y con su hermana Inocencia, la cual había llegado a Cuba en 1910. Por un breve periodo trabajó en la
bodega de otro gallego en la calle Genios, hasta que dejó la casa de su tío para seguir su propio destino

"El Caballero"
José María sabía que si quería llegar a lo más alto tenía que mejorar sus modales y cultura, así que se puso a ello. Estudiando y refinando su acento, su vocabulario y sus movimientos, consiguió empezar a trabajar como sirviente en los más importantes hoteles de La Habana de principios del siglo XX.

Pero, súbitamente, todo se truncó.

Nadie parece saber qué ocurrió realmente, ni porqué, pero José María fue arrestado en 1920 y enviado a la temida prisión del “Castillo del Príncipe”, en La Habana. Así como nadie parece saber exactamente qué crimen supuestamente había perpetrado, todos los historiadores coinciden en que fue acusado de algo que realmente no había cometido. 

Durante su estancia en prisión, aprendió a hacer manualidades y comenzó a dar discursos donde se presentaba como Papa, Rey o Caballero. Su mente fue incapaz de resistir la angustia, la ira y la desesperación de saberse inocente.

Y algo se rompió dentro de él.

En 1934 fue puesto en libertad y comenzó a deambular por la ciudad con su pelo oscuro desaliñado, su barba, vestido de negro con una capa del mismo color y siempre con una bolsa con sus pertenencias y un porta documentos cargado de papeles y periódicos.

Viajaba en los autobuses y por gran parte de las calles de La Habana saludando y disertando sobre filosofía, religión, política o las noticias del día. Se le podía encontrar en el Paseo del Prado, la Avenida del Puerto, cerca de la Plaza de Armas y muchas otras calles de la ciudad.

Nunca pedía limosna y tan solo aceptaba donaciones de personas a las que conocía, a las que obsequiaba con unos bellísimos lápices con los que practicaba una preciosa artesanía. Les entrelazaba hilos de varios colores donde se podía leer Cuba, José Martí o el nombre de algún niño que se lo pedía.

Sobre su apodo de “El Caballero de París”, nadie sabe a ciencia cierta cómo surgió. Hay quien dice que lo obtuvo de una novela francesa, otros que la gente empezó a llamarlo así en la Acera del Louvre del Paseo del Prado de La Habana y hay quien afirma que se debe a las historias de cortes reales, piratas, corsarios y caballeros andantes que siempre contaba a su paso. Él decía que La Habana era “muy parisién”, y que era “mosquetero, corsario y caballero de Lagardere”.

La realidad es que pocos conocían su verdadero nombre y para todos era simplemente “El Caballero”.

Pero el 7 de diciembre de 1977, el Caballero fue internado por razones humanitarias en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra, en las afueras de La Habana. Su estado físico era deplorable y no dejaba de deteriorarse, así que se encargaron de cuidar de él. Durante su estancia allí fue sometido a exámenes físicos y psicológicos y su médico, el Dr. Luis Calzadilla Fierro, que se convertiría también en su biógrafo, le diagnosticó parafrenia, una enfermedad considerada como una forma de esquizofrenia. 

MUERTE

A las 01:45 del 11 de julio de 1985, con 86 años de edad, fallecía. Era enterrado en el cementerio de Santiago de las Vegas en La Habana, pero sus restos serían exhumados y trasladados al Convento de San Francisco de Asís, donde todavía descansan, a solo unos pocos metros del muelle en que desembarcó de aquel vapor que le había traído desde España. 

En la actualidad, si paseas por La Habana Vieja, centro histórico de la ciudad, justo a la entrada del Convento, podrás encontrar a turistas asombrados ante una estatua de bronce a tamaño real de un hombre que porta harapos señoriales y con el cabello enmarañado. Su brillante barba es fruto de las miles de caricias de cubanos y extranjeros en busca de la fortuna que a él se le negó.

El Dr. Calzadilla, contaba la última conversación que habían tenido poco antes de fallecer:

- Buenas tardes Caballero.

- Buenas tardes Calzadilla. Por favor no me llames más Caballero. Ya no soy el Caballero de París. Estos no son tiempos de aristócratas ni de caballeros andantes.

- ¿Entonces yo ya no soy tampoco su fiel mosquetero?
- No Calzadilla, desde hace años solo eres mi fiel psiquiatra.

Su desaparición de las calles no fue el final de su historia, sino que sus andanzas continúan vigentes en la tradición popular y en las preciosas las leyendas de la ciudad de La Habana, que eternizó para siempre a un gallego de Lugo como su símbolo: José María López Lledín, el Caballero de París.

Por Iván Fernández Amil / (Quincemil) El Español.es

viernes, 5 de enero de 2024

El infame avión Lolita Express aterrizó una vez en el aeropuerto José Martí de la Habana


Probablemente sepa que el célebre físico alemán de origen judío, Albert Einstein, visitó la isla de Cuba en diciembre del 1930 procedente de Holanda. 

No obstante aunque al pronunciar su apellido suena parecido, no es este personaje del que trata el post precisamente, si no del magnate Jeffrey Epstein, aquel que fuera condenado a 20 años de cárcel por delitos de pedofilia, y que falleciera al colgarse - supuestamente - con una sábana en su celda del "Metropolitan Correctional Center" de New York, el diez de enero de 2019.

Las circunstancias inusuales que rodearon la muerte de Epstein, sumadas al contexto en el que esta ocurrió, han generado teorías que sugieren que pudo haber sido asesinado para evitar que revelara sus conexiones con figuras prominentes en el mundo del entretenimiento, las finanzas y las altas esferas de la política incluso, quienes podrían haber visitado su pequeña y pecadora isla "Little St James" en busca del condenado vicio. 

Y hablando de políticos, hay una pregunta en el aire... ¿Cuál fue la relación que tuvo este señor con el fallecido dictador de Cuba Fidel Castro Ruz?.

Como es conocido, el pasado 3 de enero se hizo pública una lista - otra vez - donde aparecen los supuestos invitados y asistentes a estas vergonzosas fiestas y tal, como los actores Tom Hanks y Leonardo DiCaprio, el Príncipe Andrew de Inglaterra, el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, el científico Stephen Hawking, la modelo Naomi Campbell, la famosa presentadora Oprah Winfrey, el rey del pop Michael Jackson, entre muchos otros, lo que no quiere decir que hayan participado de este deleznable delito, pero sí se supone que debían conocer a lo que realmente se dedicaba el anfitrión. 

Sin embargo el ex mandatario de Colombia, Andrés Pastrana, también aparece vinculado a este caso y en relación al fallecido dictador Cubano. Aquí fue al revés, fue Jeffrey Epstein quien visitó Cuba como se afirma. ¿El motivo?. Fue Pastrana lo llevó a la isla porque, según dijo el propio ex mandatario, Epstein quería conocer a Fidel Castro en persona. 

"Tuvieron una conversación muy larga de temas que ni yo conocía", aunque aclaró que en el momento del viaje no se conocían los delitos por los que después fue juzgado. Además Pastrana dejó claro que fue el propio Castro quien les cursó la invitación. Eso sí, el viaje a Cuba lo hicieron en el infame avión "Lolita Express", la pecadora nave área que usaba Epstein para sus viajes privados y cometer sus fechorías delictivas. 

No era el único, pero si el avión más conocido. Al parecer la nave - que ya no tiene ni los motores - lleva cuatro años abandonada en un aeropuerto privado en Georgia, donde la compañía - "Stambaugh Aviation" - le cobra mil dólares mensuales por estacionarlo. De acuerdo a las investigaciones, este avión fue utilizado en incontables ocasiones, lo mismo para trasladar a las menores de edad víctimas de los abusos, como a sus selectos invitados. 

Por supuesto nadie en Cuba, excepto muy contadas personas, se enteraron de la visita de este pedófilo a la isla, toda vez que el régimen castrista y la prensa cubana son una misma e indisoluble entidad en su aparato represivo. La legislación penal cubana está diseñada entre otras cosas para reprimir libertades como la de expresión, asociación, reunión y prensa precisamente. 

Puntos de Vista.

jueves, 4 de enero de 2024

José López Lledín, un caballero llegado de Galicia



La Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, la Sagrada Familia o el Golden Gate son algunos de los símbolos con los que reconocemos a algunas de las ciudades del mundo. 

Símbolos que, con solo nombrarlos, identifican una ciudad o un país. Uno de los símbolos de una de las más bellas ciudades del mundo es un extravagante, gallardo y elegante hombre que fue inmortalizado por músicos, pintores y poetas de la Isla de Cuba como uno de sus grandes referentes. Uno de los locos más cuerdos que han existido en la historia de la Humanidad. 

Un pintoresco e insólito personaje que se ganó el cariño de varias generaciones de cubanos. Un gallego de Lugo que decía ser aristócrata, mosquetero y corsario y que la bella ciudad de La Habana inmortalizó para siempre, convirtiéndolo en su leyenda y en uno de sus símbolos más queridos:

El Caballero de París.

El Caballero de París nacía el 30 de diciembre de 1899 como José María López Lledín en la aldea de Vilaseca, en el Municipio de Negueira de Muñiz, provincia de Lugo. Sus padres se ganaban la vida con una pequeña bodega en la que producían vino y aguardiente, con la que mantenían a su numerosa familia. José María comenzó su educación a los 7 años de edad, aunque no llegaría a completar la Educación Secundaria.

Quizá huyendo de la pobreza o en busca de un lugar en el que prosperar, al igual que miles de gallegos hacían en aquella época, José María emigra para “hacer las Américas”. Se embarca en el vapor alemán “SS Chemnitz” y llega a La Habana el 10 de diciembre de 1913, acompañado de parte de su familia. En la capital cubana el joven hace de todo: florista, sastre, ayudante en una librería y un bufete de abogados…

El 10 de Diciembre de 1913 según el Registro de Entrada de Pasajeros de 1913, Folio 283 del Archivo Nacional y con solo 12 años llega a la Habana, Cuba abordo del vapor alemán "Chemnitz" y se reúne con su tío llamado AG, un cuñado de su hermano Benigno y con su hermana Inocencia, la cual había llegado a Cuba en 1910. Por un breve periodo trabajó en la bodega de otro gallego en la calle Genios, hasta que dejó la casa de su tío para seguir su propio destino

"El Caballero"
José María sabía que si quería llegar a lo más alto tenía que mejorar sus modales y cultura, así que se puso a ello. Estudiando y refinando su acento, su vocabulario y sus movimientos, consiguió empezar a trabajar como sirviente en los más importantes hoteles de La Habana de principios del siglo XX.

Pero, súbitamente, todo se truncó. Nadie parece saber qué ocurrió realmente, ni porqué, pero José María fue arrestado en 1920 y enviado a la temida prisión del “Castillo del Príncipe”, en La Habana. 

Así como nadie parece saber exactamente qué crimen supuestamente había perpetrado, todos los historiadores coinciden en que fue acusado de algo que realmente no había cometido. Durante su estancia en prisión, aprendió a hacer manualidades y comenzó a dar discursos donde se presentaba como Papa, Rey o Caballero. Su mente fue incapaz de resistir la angustia, la ira y la desesperación de saberse inocente.

Y algo se rompió dentro de él.

En 1934 fue puesto en libertad y comenzó a deambular por la ciudad con su pelo oscuro desaliñado, su barba, vestido de negro con una capa del mismo color y siempre con una bolsa con sus pertenencias y un porta documentos cargado de papeles y periódicos. Viajaba en los autobuses y por gran parte de las calles de La Habana saludando y disertando sobre filosofía, religión, política o las noticias del día. Se le podía encontrar en el Paseo del Prado, la Avenida del Puerto, cerca de la Plaza de Armas y muchas otras calles de la ciudad.

Nunca pedía limosna y tan solo aceptaba donaciones de personas a las que conocía, a las que obsequiaba con unos bellísimos lápices con los que practicaba una preciosa artesanía. Les entrelazaba hilos de varios colores donde se podía leer Cuba, José Martí o el nombre de algún niño que se lo pedía. Sobre su apodo de “El Caballero de París”, nadie sabe a ciencia cierta cómo surgió. 

Hay quien dice que lo obtuvo de una novela francesa, otros que la gente empezó a llamarlo así en la Acera del Louvre del Paseo del Prado de La Habana y hay quien afirma que se debe a las historias de cortes reales, piratas, corsarios y caballeros andantes que siempre contaba a su paso. Él decía que La Habana era “muy parisién”, y que era “mosquetero, corsario y caballero de Lagardere”.

La realidad es que pocos conocían su verdadero nombre y para todos era simplemente “El Caballero”. Pero el 7 de diciembre de 1977, el Caballero fue internado por razones humanitarias en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra, en las afueras de La Habana. Su estado físico era deplorable y no dejaba de deteriorarse, así que se encargaron de cuidar de él. Durante su estancia allí fue sometido a exámenes físicos y psicológicos y su médico, el Dr. Luis Calzadilla Fierro, que se convertiría también en su biógrafo, le diagnosticó parafrenia, una enfermedad considerada como una forma de esquizofrenia. 

MUERTE

El caballero de París
A las 01:45 del 11 de julio de 1985, con 86 años de edad, fallecía. Era enterrado en el cementerio de Santiago de las Vegas en La Habana, pero sus restos serían exhumados y trasladados al Convento de San Francisco de Asís, donde todavía descansan, a solo unos pocos metros del muelle en que desembarcó de aquel vapor que le había traído desde España. 

En la actualidad, si paseas por La Habana Vieja, centro histórico de la ciudad, justo a la entrada del Convento, podrás encontrar a turistas asombrados ante una estatua de bronce a tamaño real de un hombre que porta harapos señoriales y con el cabello enmarañado. Su brillante barba es fruto de las miles de caricias de cubanos y extranjeros en busca de la fortuna que a él se le negó.

El Dr. Calzadilla, contaba la última conversación que habían tenido poco antes de fallecer:

- Buenas tardes Caballero.

- Buenas tardes Calzadilla. Por favor no me llames más Caballero. Ya no soy el Caballero de París. Estos no son tiempos de aristócratas ni de caballeros andantes.

- ¿Entonces yo ya no soy tampoco su fiel mosquetero?
- No Calzadilla, desde hace años solo eres mi fiel psiquiatra.

Su desaparición de las calles no fue el final de su historia, sino que sus andanzas continúan vigentes en la tradición popular y en las preciosas las leyendas de la ciudad de La Habana, que eternizó para siempre a un gallego de Lugo como su símbolo: José María López Lledín, el Caballero de París.

Por Iván Fernández Amil / (Quincemil) El Español.es