jueves, 19 de mayo de 2022

Caída en combate de José Martí y Pérez


Este 19 de mayo se cumple otro año más, el 127, de la caída en combate del más grande de los Cubanos, Don José Martí y Pérez, víctima del fuego español en un absurdo, y muy comentado, bautizo de fuego en la localidad de Dos Ríos, en el oriente Cubano.

Martí cayó víctima de una escaramuza dirigida por el coronel Español Ximénez de Sandoval quien estaba al frente de la columna "Hernán Cortez". Días antes, el 29 de Marzo, habían desembarcado por aquella zona el general Antonio Maceo, mientras que al mes siguiente lo hicieron el generalísimo Máximo Gómez y el ya entonces "Mayor general" José Mart.

En ese momento las tropas españolas en Cuba eran de unos 20.000 hombres, sin contar los voluntarios organizados en la isla. Bajo los mandatos como capitanes generales de Cuba de los generales Calleja, Martínez Campos, Weyler y Blanco, la guerra tuvo sus altibajos sin llegar a un resultado definitivo con las operaciones. Fueron enviados a Cuba unos 220.000 hombres, de los que volvieron 45.000 durante la guerra y 146.000 cuando terminó. El número de fallecidos superó los 50.000. 

Hoy se sabe que el éxito de este ataque Español se debió a la oportuna detención del mensajero mambí Carlos Chacón que, armado con dos dólares de plata, debía comprar café y demás insumos en el comercio "Las Ventas de Casanova". De paso debía enterarse del posible movimiento español en la región. 

Terminó por confesarlo todo, hasta que Máximo Gómez, quien le había mandado en esos menesteres, estaba al frente de la tropa. De esa forma Xandoval, con más de 1000 hombres, no solo pudo preparar su ataque a sabiendas de que dentro de aquellos mambises acampados a tan solo una milla en la finca "La Vuelta Grande", del otro lado del río Contramaestre, se encontraban tan ilustres enemigos, si no que evitó caer en manos de la emboscada Cubana. 

El mismo Máximo Gómez da fe de esto en sus notas en el Diario de Campaña. Luego de que el capitán Ramos informara a Máximo Gómez de la posición de las tropas españolas, Gómez ordena el ataque. En realidad se trataba de disparos producidos por  una avanzadilla española de alrededor de 40 hombres. 

Unos 360 mambises al mando del teniente coronel Amador Guerra salieron delante pero no encontraron a los Españoles, quedando a la espera de la llegada de Gómez, seguido de Bartolomé y Juan Masó, y hasta del propio Martí.

José Martí, afuera, advirtió el fuego de la primera línea de Infantería española posicionada detrás de la ramazón seca del mencionado dagame caído. Hacia allí parte, revólver en mano, seguido por el coronel Bello y otros. Sin embargo, Bello es herido de muerte y es evacuado por sus soldados que emprenden la retirada hasta que mas tarde fallecía.

Martí, abandonado a su suerte, ya iba herido. Tenía un balazo en el tercio inferior del muslo derecho y hacia su parte interna. En aquella galopada frenética y con la vista puesta al frente, Miguel Ángel de la Guardia se dirige a él y le dice: «Presidente, usted está herido» y Martí le respondió: «No importa, adelante». Y la temeridad del joven ayudante, quien tampoco se percató de que se habían quedado solos, puso fin a la tragedia cubana: «Pues, vamos».

Un segundo después, en el ímpetu de aquella carga, Martí había galopado hasta desembocar frente a la primera línea de tiradores españoles. Con el caballo parado en dos patas y herido por una bala en el vientre que le salió por la espalda, recibió dos balazos certeros de parte del fusilero cubano Antonio Oliva, que le derribaron mortalmente herido. Ya no sintió más y poco después expiró. 

Apenas tres años después, el 25 de abril de 1898, Estados Unidos declaraba la guerra a España. El 3 de julio tuvo lugar el hundimiento de la escuadra del almirante Cervera, rindiéndose Santiago de Cuba el 12 del mismo mes. A partir de entonces comenzó la repatriación final de los soldados españoles y Cub, aunque con ayuda e invadida de soldados americanos, su ansiada libertad. 

El entonces presidente del partido revolucionario Cubano y futuro de la república, Tomás Estrada Palma, su gran amigo, que había sido elegido a su muerte precisamente, lo primero que hizo fue visitarlo en el campo santo de Santa Ifigenia y le dijo frente a su tumba: ¡Martí, ya tienes la patria que tanto querías!. 

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