sábado, 18 de junio de 2022

Combate de Arroyo Hondo: El lance que salvó a Gómez y a Martí de una muerte segura

Lugar exacto por donde desembarcaron José Martí y Máximo Gómez, el 11 de abril de 1895.

Después de haberse despedido del teniente coronel Félix Ruenes y de sus hombres, el día 18 de abril, el general Máximo Gómez contaba con un grupo de 30 expedicionarios, incluidos Martí, Paquito Borrero, Ángel Guerra, César Salas, Marcos del Rosario, y el veterano Luis González Pineda, con su hijo y 17 miembros de su familia, entre otros. Sobre ellos se cernía un peligro mortal… 

En efecto, después de haber logrado la muerte del general Flor Crombet y de Joaquín Sánchez (a) Peñaló; así como la captura sucesiva de otros 8 integrantes de la expedición Crombet-Maceo, las fuerzas del Regimiento Simanca y de los guerrilleros del comandante Pedro Garrido, fracasaron en la búsqueda y captura de los generales Antonio y José Maceo, de los tenientes coroneles Agustín Cebreco y Adolfo Peña; los comandantes Silverio Sánchez Figuera y José C. Palacios , así como de los otros cinco patriotas que se integraron a las fuerzas insurgentes. 

Pero, enterados los jefes de esas respectivas fuerzas enemigas, el teniente coronel Joaquín Bosch y el comandante Pedro Garrido, del desembarco por Playitas de Cajobabo de Gómez, Martí y otros importantes jefes mambises, emprendieron la persecución de estos por zonas de Imías y la tierra del Guaso, hasta casi alcanzarlos ya a unos 12 km al norte de la capital guantanamera, en el punto conocido por Arroyo Hondo. 

Por fortuna, el general José Maceo lo supo también, y –al frente de las fuerzas de Periquito, las de Victoriano Garzón y de otros incorporados, con un total de 300 hombres- emprendió marcha la noche del 24, desde su campamento de Filipina hacia el poblado de Arroyo Hondo, a donde llegó antes de que los 600 del teniente coronel Bosch se lanzasen sobre Gómez, Martí y los que les acompañaban. 

Así fue, Bosch y Garrido dividieron sus fuerzas en dos bandos para avanzar sobre el arroyo para cumplir su anhelado propósito; pero sin sospechar del socorro cubano, y ahí comenzaron las acciones, en las que –según cuenta Martí en su Diario de Campaña- las balas silbaban sobre sus cabezas. 

En mayor detalle, sin embargo, lo cuenta el Auckland Star, de Nueva Zelanda (18 junio de 1895), tomando de un reporte especial de un corresponsal del periódico World, de Nueva York, quien entrevistó al general Antonio Maceo en Songo, días después de este sonado hecho de armas. Este reporte valiosísimo, redactado sin duda a partir del parte oficial enviado a Antonio por su hermano José, nos ofrece la versión más rica que de este trascendental combate se conozca: 

“[José] Maceo apostó a sus hombres dentro de la espesura, a lo largo de la ribera del [Arroyo] Hondo, el cual, en este punto, es un torrente de unos treinta pies de ancho. El Coronel [sic] Bosch se acercó temprano en la mañana por la ribera del arroyo, y, al recibir el fuego de los rebeldes, llevó a sus hombres hacia una posición en un cañaveral. El fuego continuó hasta la 1:00 pm. 

Como de costumbre, los españoles desperdiciaron demasiadas municiones innecesariamente, y cuando se les acabó, José Maceo cargó, cruzando el río, y [él y sus hombres] hicieron estragos con sus machetes entre los contrincantes. 

Los regulares españoles estaban reforzados por 200 voluntarios de Guantánamo. Los hombres del Coronel [sic] Bosch se retiraron, una vez que dispararon sus municiones. Esta es una falta [común] de los españoles. Los oficiales no parecen esforzarse en impedir que los soldados huyan tan pronto como pueden. 

Cuando se está armado con un fusil de repetición rápida como el Máuser, no se tarda mucho en gastar las 100 rondas con las que se provee a cada uno de los hombres. José Maceo quedó en su posición, y aún la sostenía cuando el vapor dejó Santiago esta mañana. “Los españoles admiten una pérdida de 16 muertos y varios oficiales heridos. 

De acuerdo con una carta recién recibida por el General [Antonio] Maceo de su hermano José, los españoles sufrieron severamente. Los cubanos utilizaron sus machetes con efecto devastador cuando los soldados españoles habían disparado todas sus municiones. 

“Por los cubanos, uno de los lugartenientes de [José] Maceo, un mestizo [de origen] francés, llamado Alcide de Verger (Alcid Duverger), cabalgó temerariamente hacia el arroyo, arengando a sus hombres a una carga al machete. Un disparo de los españoles mató al osado [mambí].” 

 Además del coronel Duvergel, los mambises sufrieron la muerte de otros 3, incluido Justo Trabas, hijo del glorioso capitán del 68, Martín Trabas, caído en el combate de El Zarzal (6-8 de junio de 1873); acción en la que Justo, con 11 años de edad –y según el testimonio del coronel Fernando Figueredo- mató de un machetazo al teniente coronel José Sostrada. Las bajas criollas, además, incluyeron 14 heridos. 

Pero la victoria mambisa no solo radica en la suma de muertos y heridos causados al enemigo y en la absoluta posesión del escenario del combate; sino, sobre todo, en haber impedido —con ese resuelto enfrentamiento a un enemigo superior en número y armamentos— la muerte o captura de Gómez, Martí, Paquito, Guerra y aquellos otros 26 hombres valiosos que les acompañaban en la inolvidable jornada.

Tomado de Cuba y su Historia 

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