viernes, 3 de junio de 2022

Espias gallegos al servicio del ejercito libertador cubano

Dos ribadenses -Balbino González Pasarón (Ribadeo, 1870) y su primo José Antonio González Lanuza (La Habana, 1865) fueron dos colaboradores que espiaron para las fuerzas independentistas cubanas en su lucha por emanciparse del dominio español.

Cuando llegó la independencia, ambos ocuparon cargos relevantes: Balbino llegó a ser presidente de la audiencia de la Habana y Lanuza fungió como secretario de instrucción pública y justicia. Balbino emigró a Cuba con sus padres a los nueve años y luego de estudiar Derecho ingresó en el Ejército Español en 1895 como teniente auditor de Guerra.

Eran años convulsos. Días de ira entre unos cubanos -los mambises- y otros que abogaban por una cierta autonomía respecto de la metrópoli. En ese tiempo los líderes insurrectos Antonio Maceo, José Martí y Máximo Gómez organizaron una red de información para ayudar al Ejército Libertador.

Eran agentes al mando de Perfecto Lacoste - quien fue alcalde de La Habana - que penetró hasta el despacho mismo de Valeriano Weyler - Capitán General de Cuba - para captar secretos militares de los españoles y obtener armas y pertrechos para las fuerzas rebeldes.

Según los historiadores, Bryan Gual y Gómez Montano, Lacoste tenía muchos contactos que le brindaron valiosas informaciones. Entre otros, José Bruzón, amigo de Weyler y líder del Partido Autonomista, Alfredo Martín Morales, director del Diario de la Marina y que conocía datos y planes para la isla.

Igualmente el cura Guillermo G. Arocha, un alto cargo en el Obispado de La Habana y el ribadense González Pasarón, teniente del Ejército. Ese grupo de agentes clandestinos que nunca fueron descubiertos por la policía española, se completaba con una Agencia de Comunicaciones que dirigía el mambí José Pons Naranjo.

Ambos grupos proporcionaban logística e información, apoyaban movimientos, servían de correos y hacían llegar prensa extranjera con noticias sobre la causa cubana. Todo eso permitía que los líderes cubanos tomaran sus decisiones asistidos por una abundante información que suplía la escasez de sus recursos bélicos.

En Pinar del Río, por ejemplo, los españoles fueron derrotados gracias a que los rebeldes conocían de antemano sus movimientos por los planos que la red de espías había sustraído al mando. Ese tipo de acciones desanimaban a los sectores españolistas; y hacían ganar adeptos a unos independentistas en auge.

Cuando Cuba se emancipó, su primer presidente, Tomás Estrada Palma, nombró en 1902 a Balbino González Pasarón jefe del despacho de la Secretaría de la Gobernación que ostentaba Eduardo Yero. Y después llegó a ser fiscal y presidente de la Audiencia de La Habana.

Balbino se había casado en 1900 con la cubana María Miyeres con la que no tuvo hijos. Él murió el 31 de enero de 1940 y está enterrado con su esposa -fallecida en 1941- en el popular Cementerio de Colón de La Habana.

La posición a favor de los independentistas cubanos de González Lanuza fue mucho más clara y directa que la de su primo carnal González Pasarón. En 1896, el fuego secesionista recorría imparable toda la geografía cubana.

Para apagarlo, el régimen español incrementó sus acciones militares, concentró a los campesinos en ciudades para evitar su apoyo a los mambises y redobló su vigilancia para desarticular la red de colaboradores creada por el Partido Revolucionario Cubano.

El 3 de octubre de ese año, el contraespionaje español se apuntó un buen tanto: la policía -al mando del gobernador José Porrúa- logró detener al abogado José Antonio González Lanuza que estaba al frente de la Junta Revolucionaria de La Habana. Fue encarcelado en la capital y luego enviado al presido en Ceuta, España.

En 1898 fue indultado y se trasladó a Nueva York donde continuó apoyando a los sublevados, hasta que Cuba logró la independencia. Entonces regresó a la isla y el 24 de octubre de 1898 y participó en la asamblea general del Ejército Revolucionario que tuvo lugar en Camagüey.

En ella, fue uno de los cinco miembros de la comisión enviada a Washington para acordar con el presidente de los Estados Unidos, William Mckinley los términos de colaboración del gobierno americano con el nuevo país y la ayuda económica para el ejército mambí. 


Los otros comisionados fueron los generales Calixto García, al centro, José Miguel Gómez, quien después fuera presidente de la republica a la izquierda y el coronel Manuel Sanguily que aparecen sentados, mientras que el ingeniero y teniente coronel santiaguero José R. Villalón y el ribadense José A. González Lanuza de pie.

En Nueva York se les unió quién luego sería - tras los años iniciales de tutela americana - el primer presidente de la República de Cuba, don Tomás Estrada Palma. Al regreso, el ribadense fue nombrado Secretario de Instrucción Pública y Justicia del gobierno a fin a los EEUU.

Desde ahí reorganizó la enseñanza superior y creó nuevas cátedras y escuelas, como las de Ingenieros o Arquitectos. Fue magistrado de la Audiencia y delegado oficial al Congreso Panamericano de Río en 1906. Presidió el Ateneo; y fue fundador de la Academia de Historia de Cuba.

González Lanuza, autor del Código Penal de Cuba

José Antonio González Lanuza era hijo de emigrantes ribadenses. Nació en La Habana en 1865 y falleció a los 52 años en 1917. Se casó con la cubana Carmen Alamilla y tuvo tres hijos: José Antonio, Dulce María y Elena. Problemas físicos y de movilidad en su juventud le obligaron a centrarse en los estudios y se licenció en Derecho en 1885 con 15 premios extraordinarios.

Fue catedrático y decano de la Facultad de Derecho y su defensa del periodista Juan Gualberto Gómez «que mantenía viva y constante la propaganda separatista», según el Tribunal Supremo español, supuso que sus sólidos argumentos sentasen jurisprudencia y obligasen al Alto Tribunal a declarar lícita la propaganda pacífica del separatismo.

Lanuza fue uno de los más grandes penalistas de la historia de Cuba. Su nombre figuró en el frontispicio de la Facultad de Derecho de La Habana y el Estado Cubano concedió largo tiempo la Orden Nacional de Honor y Mérito de Primera clase "González Lanuza".

Su militancia política arrancó como dirigente estudiantil en la Universidad. Fue senador y presidente de la Cámara de Representantes durante dos períodos en los que fue autor del primer proyecto de Código Penal de Cuba, 15 proyectos de Ley y varios libros sobre aspectos jurídicos.

Fue nombrado Secretario de Instrucción Pública y Justicia del gobierno interventor norteamericano. A pesar de su posición a favor de la independencia de Cuba y en contra del dominio español, nunca perdió contacto con la colonia emigrante.

Participó en la sociedad Aires da Miña Terra y, según asegura en sus memorias Justo Taladrid, presidente de Vivero y su Comarca, tanto él como su primo Balbino González hicieron favores a personas y próceres gallegos en la isla.

Artículo publicado en el periódico gallego "la Voz de Galicia" 

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