miércoles, 24 de agosto de 2022

La trepidante vida de Xavier Cougat

Descubrió a Charo Baeza. Bautizó a Rita Hayworth y apadrinó a Nina. Se casó cinco veces - una de ellas con la vedette Cubana Rita Montaner - y de todas se divorció en Las Vegas.

La versión más feliz del significado de la palabra emigrante la protagonizó el director de orquesta catalán Xavier Cugat, quien conquistó con su música la meca del cine norteamericano, Hollywood Cugat Abbe Lane 

En una breve escena del mítico film ”El Padrino II”, se ve al hijo juerguista y manirroto de don Vito Corleone, Fredo, festejando a su hermano Michael a su llegada a Nevada. En la juerga frustrada apenas comenzada estaba previsto que actuara una orquesta: la del mítico catalán Xavier Cugat, en aquellos años en la cresta de la ola de las grandes orquestas norteamericanas que imponían sus ritmos en las glamurosas fiestas de las estrellas del cine. 

El documental titulado “Sexo, maracas y chihuahuas” retrata la vida de Cugat, un inmigrante atípico cuya familia tomó el camino del exilio en 1900, rumbo a Cuba, donde el joven Xavier empezó a destacar como virtuoso del violín, pero también como empedernido don Juan.

Tanto que a los 18 años llevó al altar a una hermosa cubana-catalana-irlandesa llamada Rita Montaner, quien acabaría siendo una estrella de revista musical, tan señalada, que, incluso llegó a eclipsar al músico a quien muchos designaban en son de mofa como el marido de Rita Montaner. 

Con Abbe Lane se casó en 1950

Tras separarse de Rita, Xavier se unió profesionalmente a la hija de un bailarín sevillano llamada también Rita, pero que mudó convenientemente de apellido para pasar a ser la famosa actriz Rita Hayworth. 

De la mano de las dos Rita y de otras hermosas damas, como la mexicana Carmen Castillo, Cugat entraría por la puerta grande en los Estados Unidos esgrimiendo un repertorio de tonadas caribeñas que escenificó en el Waldorf Astoria de Nueva York, para más tarde asociarse con el gran Cole Porter en cuya compañía creó tonadas inolvidables como “Begin the begin”.

Transcurría el año de 1935 cuando tras divorciarse de Carmen Castillo, hija de un industrial español, se uniría a la mexicana Lina Romay. La siguiente de sus conquistas (conocidas) sería la despampanante modelo Lorraine Allen con la que convivió durante tres años que terminaron abruptamente, al ser sorprendido en el lecho matrimonial con una linda jovencita, 32 años más joven que el músico. 

Según la leyenda, en el proceso de divorcio tuvo que intervenir el mismísimo Al Capone, amigo del músico catalán, quien hizo al abogado de su esposa Lorraine una proposición que no pudo rechazar, al mejor estilo de don Corleone. Años después, aquella jovencita, en cuestión se había convertido ya en una actriz y cantante de éxito llamada Abbe Lane, con la que Cugat naturalmente acabaría casándose, en 1950, tras lanzarla al estrellato mundial.

Los movimientos de cadera y la voz sensual de Abbe se tornaron conocidísimos en España, país al que viajó la pareja en numerosas ocasiones. Parecía que, al final, Cugat había encontrado a su pareja ideal, aunque los tribuletes de turno seguían asociando al músico con señoras de gran belleza, como la brasileña Carmen Miranda o la rubia platino Lana Turner. 

Pero fiel a su fama de calavera incorregible, Cugat se topó, en 1964, con una españolita, de Murcia, de nombre Rosario Molina, intérprete de coplas a la que llevó a Estados Unidos donde, convertida en Charo Baeza, terminó en estrella en los casinos de la ciudad del juego, Las Vegas. Naturalmente, su maestro, es decir Cugat, locamente enamorado de su obra, no dudo en convertirla en su quinta esposa. 

Pero Cugat había iniciado el camino de vuelta a su Barcelona natal. Eso sí, con el equipaje repleto de reconocimiento universal, gracias a los numerosos éxitos conseguidos con sus composiciones musicales, sus intervenciones en los filmes de la época y su sentido de lo comercial intacto. 

Gracias a eso, supo asociar su apellido a anuncios publicitarios con turrones, pipas e incluso boinas vascas. Cugat volvió a casa en plena transición española de la dictadura a la democracia. Aún así, el Cugat que se estableció en España (en el Ritz de Barcelona) pletórico de ideas nuevas que demandaban socios arriesgados, no era un hombre rico: mucha parte de su fortuna se había filtrado por el desagüe de los costosos litigios en divorcios. 

Además de sus cinco bodas y su música llena de ritmos caribeños, Cugat destacó también como caricaturista de éxito y colaboró en varias publicaciones. Falleció en el olvido en Barcelona el 27 de octubre de 1990, aunque el paseo de la fama de Hollywood le recuerda aún con cuatro estrellas. P.Z.

 

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