Indecorosos traidores y asesinos, pero mambises al fin
En el mes de noviembre de 1879 aparecía publicado en la Gaceta de La Habana una disposición, la ley del 8 de enero, que adoptaba medidas drásticas contra el bandolerismo existente en Cuba, criminales que se dedicaban a la extorsión, el secuestro, el robo de reses y objetos de valor e incluso, el asesinato.
Lo más preocupante de todo es que esos delitos lo hacían en nombre de la libertad de Cuba. Entre esta lacra podemos citar por ejemplo a Felix Gallo, quien al concluir la Guerra de los Diez Años organizó una cuadrilla junto a otros perseguidos por delitos criminales, y se lanzaron a los campos utilizando el nombre de "Cuba Libre" para exigir dinero a los hacendados y cometer todo tipo de tropelías.
Otro ejemplo fue el de Carlos Agüero Fundora, quien había participado en la Guerra de los diez años y en la guerra chiquita, tras la cual marchó al extranjero como emigrado. Regreso en una expedición el lro de abril de 1884, y para sostenerse en los campos cubanos tuvo que a apelar al robo para sobrevivir aunque en su caso se sostiene que sus propósitos eran otros.
También fueron capturados Juan Castillo - alias Juan María - y Fello Hernández, autores de varios hechos criminales como incendiar los cañaverales de las colonias de los señores Felipe Martínez y José González. Eran tiempos en que la campiña Cubana estaba siendo asolados por aquel bandidaje, destacando uno de nombre Manuel Hermenegildo García Ponce, natural de Alacranes, conocido popularmente como "El rey de los campos de Cuba", quien no solo fue un ladrón, también un asesino.
Su banda la integraban los famosos bandoleros Vicente, Sixto Varela, Gallo Sosa, Domingo Montelongo, José Plasencia, Antonio Mayor, Eulogio Rivero, Pedro Palenzuela y Andrés Santana. En la zona de Puerto Príncipe, actual Camagüey, operaban Silverio López y Eustaquio Guillen, quienes sembraron el terror hasta que fueron capturados.
Uno de los mas despiadados fue José Álvarez Arteaga, alias "Matagás", (la prensa castrista lo señala como patriota) que se estrenó como jefe de una de aquellas bandas hacia mayo de 1877 en la zona norte de Matanzas, uniéndose poco después a otros connotados bandidos como José Desiderio Matos, alias "El Tuerto" y a su hermano Bernardo, los que ya operaban por la zona de la Ciénaga de Zapata.
En 1886 se destacó en la región habanera el no menos famoso Manuel Romero Guzmán, alias "Lengue Romero", y en Las Villas era muy temido Nicasio Mirabal. En Pinar del Rio campeaban por su respeto Arturo García, Agustín la Calle, Manuel González, José Álvarez, Perico Delgado y Carlos Socarras Acosta y ojo, que solo se tratan de los mas conocidos porque los habían por cientos.
Otro connotado pandillero fue el canario Andrés Santana Pérez, celebre por el apoyo que recibía de la gente. Pérez llegó a ocupar un vasto territorio que iba desde Alfonso XII hasta el municipio de Cabezas, en el sur de matanzas. Las principales ciudades ocupadas, que ellos conocían como sitierías, fueron las de La Lima, La Margarita (lugar muy estratégico y cercano a la capital), Casaleiz (lugar donde se situaba un ingenio demolido), El Cuzco, el Galeoncito y el potrero Valera.
Era aquella guerra terrible donde casi siempre un prisionero era un ejecutado. Abelardo se destacaba por su crueldad excesiva. Pero su odio era especial contra los canarios. Un número considerable de canarios prestó sus servicios a la causa de la metrópoli. Una parte considerable de ellos integraban las tristemente célebres guerrillas. Puede ser esa una justificación más lógica al odio que comenzó a mostrar Abelardo Rodríguez con los canarios.
Es posible que los asociara con la implacable persecución a que eran sometidos los revolucionarios por estas fuerzas auxiliares del ejército español. En ocasiones estas unidades eran más eficientes que las propias columnas del ejército regular. Acostumbrados al clima y conociendo las tácticas de los insurrectos, los perseguían implacablemente. Muchas veces saciaban su odio contra las mujeres y niños que sorprendían en los campamentos.
Es posible que los asociara con la implacable persecución a que eran sometidos los revolucionarios por estas fuerzas auxiliares del ejército español. En ocasiones estas unidades eran más eficientes que las propias columnas del ejército regular. Acostumbrados al clima y conociendo las tácticas de los insurrectos, los perseguían implacablemente. Muchas veces saciaban su odio contra las mujeres y niños que sorprendían en los campamentos.
Las violaciones y asesinatos eran asuntos comunes entre estas tropas de mercenarios. No obstante - haciendo justicia - hay que admitir que entre estos pandilleros habían mas cubanos que isleños y españoles. Su traición no cogió a nadie por sorpresa. Un día desapareció del campamento. Pero no se presentó a los españoles como usualmente ocurría en estos casos. Se internó en lo más espeso del bosque donde fue reuniendo las monstruosidades de la guerra.
Este tipo de gente no era del bando cubano ni español, sino de del bando de la crueldad. Sedientos de sangre, resentidos, frustrados, con todos ellos fue conformando su banda. Una partida de soldados españoles le sorprendió durmiendo en casa de una querida, y aun así logro llegar al bosque. A mirar si le perseguían mientras seguía corriendo una rama de un árbol le pegó en la cabeza y le hizo perder el conocimiento. Fue capturado y, en un juicio repleto de testigos acusadores, fue condenado a muerte por fusilamiento.
Uno de los mas bravos mambises que tuvo aquella guerra y del que apenas se habla es el general Carlos Agüero y Fundora, en su caso era conocido como un auténtico estratega. Sin embargo le señalaron lo menos 100 atracos en la provincia de Matanzas, desde la requisitoria de caballos, dinero, armas, quema de ingenios y de caseríos. Lo mismo atracaba, que no rechazaba el combate frente a frente con los españoles, y llegó a tomar importantes pueblos de la zona. Agüerito, como le llamaba "el inglesito" Henry Reeve, se había sumado a la primera gesta mambisa con solo 14 años de edad.
Fue víctima de una encerrona en la zona de Calimete, organizada por soldados y oficiales españoles con la colaboración de los mulatos traidores Federico Prendes y Sixto Hernández. Le dieron muerte junto al capitán José Morejón que le acompañaba y su cadáver fue enterrado en una modesta fosa muy próxima a la prisión de Calimete.
Sin embargo hay que admitir que este hombre, a pesar que apenas se reconocen sus méritos, fue uno de los mas bravos mambises de aquella gesta a la que dedicó mas de la mitad de su vida. Incluso hay investigadores españoles que le señalan como uno de los mas temibles y valientes mambises.
Fue un alumno aventajado de Máximo Gómez, Henry Reeve y un estudioso de libros como el del genial guerrillero José Garibaldi, que a la postre fueron métodos de combate que puso en práctica en la provincia de Matanzas para demostrar que sí se podía hacer guerra de guerrillas en terrenos llanos y mantener en jaque a las fuerzas españolas.
¿Saben quien le sustituyó en el cargo?.. pues nada mas y nada menos que José Álvarez Arteaga, el célebre bandolero Matagás, que desde que se alzó en la zona de Colón en Matanzas se convirtió en un artista en eso de mutar de mambí a bandolero y viceversa. En esa dualidad se mantuvo como 10 años y estuvo a las ordenes de los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez durante la invasión hacia occidente.
Pero espérate que ahora viene lo bueno.
Sus restos se encuentran hoy depositados en el Mausoleo a los Mártires de la Patria en la ciudad de Colón, provincia de Matanzas. De cualquier manera se hace necesario rescatar aquellas historias, que no son tan románticas como las de otros que ya conocemos hasta el hartazgo.
Hay que evitar la pérdida cultural e histórica de todos estos personajes que han seguido marginados, aún después de muertos. Si México tenía a un héroe como Pancho Villa, ¿Por qué Cuba no va tener a Matagas, Gallo Sosa, Lengue o Manuel García?. Sin ir más lejos. Se señala como el mas valiente de todos al general de brigada Roberto Bermúdez López Ramos, el mas joven e intrépido mambí de su época.
Sin embargo fue un favorito de Antonio Maceo que lo ascendió a coronel, aun sabiendo que se trataba del más frío, sádico y sanguinario de los asesinos. De hecho cuando no pudo ocultar mas sus sanguinarios delitos y evitar tener que tomar medidas disciplinarias drásticas (Maceo le debía hasta la vida) se lo entregó a Máximo Gómez " porque no podía con él". El 12 de agosto de 1898, en Las Charcas, Las Villas, el generalísimo le dio su merecido, e irónicamente 24 horas antes de que España claudicara ante los EEUU.
Fuentes: Bandolerismo-canario-cuba-siglo-XIX bandolerismo en Cuba. Acerca del estado de la cuestión