jueves, 27 de octubre de 2022

La huella que dejó Martí en Zaragoza, y no académica precisamente.


En el año 2002 la Universidad de Zaragoza le entregó al entonces vice presidente de Cuba, Carlos Lage, hoy defenestrado y trabajando en el hospital Julio Trigo de la Habana, eso dicen, el expediente académico de José Martí.

El apóstol vivió y cursó estudios en la institución académica aragonesa, graduándose de derecho civil y canónico. Este fue un título - dado en del año 1874 - que para el próximo 30 de junio cumplirá 148 años de conferido. 

Como sabemos Martí llegó deportado a Cádiz a finales de enero de 1871 y permaneció en Madrid por dos años. En mayo de 1873 tomó la decisión de continuar sus estudios de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. Decía el maestro que el ambiente de la capital de España le ofrecía demasiados atractivos y distracciones como para poder enfocarse en los estudios. 

Por eso fue que se marchó a la fría Zaragoza desde mayo de 1873 hasta noviembre de 1874, periodo en el que cursó las diez asignaturas que le faltaban para obtener su título de Filosofía y Letras y, además, el de Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras por ese centro de estudios. Tenía apenas 20 años de edad.

Su expediente académico se conserva en el Archivo de la institución académica zaragozana, donde existe un busto en su honor y en él aparecen las respectivas asignaturas, así como los temas que desarrolló. Para obtener el grado de Derecho, Martí defendió un tema muy significativo de su vocación política, "La oratoria política y forense entre los romanos. Cicerón como su más alta expresión". 

Total, que en los 18 meses que estuvo en la capital Aragonesa, Martí aprovechó también para conocer lo que era la política y el ajetreo social que allí se vivía, sobre todo en un período en el que se vivieron tres guerras: la sublevación de los zaragozanos contra el general Pavía, la segunda guerra Carlista y por supuesto la Guerra de Cuba, que ya para entonces le iba quedando poco.

Y como no podía ser de otra manera, tratándose de él, allí también dejó su huella y no la digital precisamente. Nada más llegar a Zaragoza, Martí conoció a la joven Blanca Montalvo, cuarta de una familia modesta de seis hermanos, de la que se enamoraría con pasión e incluso, a pesar de la oposición paterna.

Su gran amigo Fermín Valdés, que también residía entonces en aquella ciudad, describió a Blanca de Montalvo en su obra “Ofrenda de hermano” como “una blonda y bella y distinguida señorita a quien José Martí amó“. Agregó que “Blanca le preparaba a José Martí infusiones de violetas para curar la tos y la tristeza, esperanzada de que la idea de Martí de regresar a Cuba se fuera debilitando poco a poco”.

Estamos hablando de una de las ciudades más frías de toda España. De hecho se la jugó el maestro, bien sabemos lo que le pasó a Calixto García en una situación parecida estando en New York, dode "agarró" un neumonía de fatal desenlace.  

“Aquí vivió José Martí en esta ciudad”. Una placa en la fachada del número 13 de la calle de la Manifestación recuerda que allí se alojó el joven de 20 años recién llegado a Zaragoza en 1873.

Al final José Martí se regresó a Cuba, pero Blanca Montalvo no perdió la ilusión. Soñó que en algún momento volvería a buscarla pero no fue así. Martí se dedicó a entregarle su amor a otras mujeres como Rosario de la Peña o Carmen Zayas-Bazán, con quien se casó finalmente en 1877.  En 1875, un año después de su partida, le dedicó un cuento a su amada de Zaragoza: “Hora de la lluvia”. En el preámbulo tiembla el hermoso recuerdo:

Mi Blanca: 

A las ocho y media empiezo a escribir para ti esta brevísima historia -feliz ya, porque nace de tu cariño y tu deseo. Espacio estrecho es una hora, y cosa rápida y risible ha de ser todo lo que en ella precipitadamente escriba yo. 

Tiempo, papel -todo es estrecho para este poderoso amor que vive en mí. Llueve copiosísimamente; llueve sin cesar. Es, Blanca mía -y no te rías- que el cielo mismo frunce el ceño, y se pone mohíno, y llora, porque no hemos podido hablarnos hoy. Tú eres el cielo”.

El texto se publicó sin firma en “Revista Universal“, de Cuba, y concluía así: “Son las nueve y veinticinco minutos. – Ya acaba mi brevísima historia. – Aún llueve. Aún esperas. Salgo a llevártela. ¿Me quieres, Blanca mía?”.

Ya en París, el apóstol le escribe en 1874 una carta a su novia que por alguna razón se había quedado en España, y en ella se lee lo siguiente: 

 El 25 me llegaron tus dos tristes y cariñosas cartas, pero a pesar de su tristeza y de mis lágrimas, cuando las recibí me dio la impresión de que me daban vida, y ahora, después de recibirlas, respiro…”

Pero ya para entonces Martí volaba alto junto a la famosa actriz francesa Sara Bernhardt, que no queremos decir nada, si no que dicen que con ella aprendió bastante. Sara había estado en Cuba en 1887 en una actuación en el teatro Sauto de Matanzas, entonces teatro Esteban, interpretando "La Dama de las Camelias". Lo cierto es que ya estando en New York Martí no se la podía quitar de su recuerdo, al punto de que en el periódico "The Sun" escribió lo siguiente: 

« Una mujer pobre que logró tal importancia en el mundo ha de ser una gran mujer […] ¿ De dónde procede ? De la pobreza. ¿Adónde va ? A la gloria". 

Y termina diciendo... 

« No se aprovecha Sarah Bernhardt de dotes naturales, sino que ha tallado en sí propia, fríamente y como artista que trabaja en mármol, la mujer que le pareció que deslumbraría y admiraría más a los hombres".

Con el tiempo su antigua amada se casó con el prestigioso médico turolense Manuel Simeón Pastor y Pellicer, aunque dicen que no lo pudo olvidar nunca. Tan es así, que a su único hijo, que tuvo al año siguiente de la muerte del cubano en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, lo llamó José. 

Me pregunto: ¿sabrán esos descendientes, si es que los hay, que pudieron haber tenido al Cubano más universal en su árbol genealógico?. Total que a esa bella ciudad maña Martí le escribió un poema en los "Versos Sencillos", que sus tres primeras estrofas decían así: 

“Para Aragón en España,
Tengo yo en mi corazón
Un lugar, todo Aragón,
Franco, fiero, fiel, sin saña.”

“Si quiere un tonto saber
Por qué lo tengo, le digo
Que allí tuve a un buen amigo,
Que allí quise a una mujer.”

“Alla, en la vega florida,
La de la heroica defensa,
Por mantener lo que piensa
Juega la gente la vida.”

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