sábado, 22 de octubre de 2022

La prensa Gallega en el conflicto Cubano (Segunda parte)


En 1878 nacía El Eco de Galicia, de Waldo Rodríguez Insua, una revista de muy larga duración, pues superará las dos décadas.

Durante la segunda guerra por la independencia de Cuba, surgen otros diarios como Follas Novas, semanario bilingüe, "científico, literario y defensor de la colonia gallega", que nacía el 6 de junio de 1897. En su número inicial se dice: "Creemos cumplir con el más elemental de los deberes al aparecer por primera vez en las lides periodísticas.

Enviamos un cariñoso y fraternal saludo a la prensa de esta Antilla y en particular a El Eco de Galicia (...) nacemos para defender, hasta donde nuestras fuerzas lo permitan, los intereses generales de Galicia en Cuba". Este semanario comienza a salir unos meses después de que desapareciera "La tierra gallega".

Esta publicación nacía en abril de 1894 y dejaba de salir en noviembre de 1896. Fue fundada y dirigida por el poeta Manuel Curros Enríquez. La mayor parte de esta prensa se mostraría en contra de la insurrección cubana y a medida que avanza el conflicto y se alarga la guerra muchos de los diarios irán mudando de parecer.

Cuando estalló la guerra de la independencia, "La tierra gallega" se manifestó abiertamente opuesto a la lucha de los independentistas cubanos. Muchos de sus editoriales atacaban a Máximo Gómez, Antonio Maceo y a otros líderes sublevados. Caso significativo es el de Juan G. Montenegro que fundara en marzo de 1892 "La Voz de Galicia" y que en 1895 se alista en el ejército español.

Sin embargo, otros como "Follas Novas" no escribirán ni una sola línea en defensa del poder colonial español. El periódico de Waldo Rodríguez Insua atacaría duramente la intervención yanqui. En uno de los editoriales de El Eco de Galicia se mofan del presidente americano MacKinley:

"Quería parir un monte y daba tales gritos que ensordecía al mundo. La expectación era inmensa. Al final parió un ratoncito (...) No se diga, mi señor MacKinley, que en su choza se grita mucho para luego salir diciendo: Estaba catando pulgas".

Después de la derrota, fue tal la indignación de muchos de los gallego-cubanos por las falsedades y mentiras del gobierno que W. Rodríguez Insua escribía: "La patria, la gran nación española está muerta (...) Y en vano es negarlo.

El hecho es tan evidente, tan positivo, tan escandaloso y claro que no necesita ser probado (...) La lucha legal, pues; es la lucha sin temores ni dudas, con el corazón decidido y entero y los ojos puestos en Dios y en la pequeña patria (Galicia), que sin grandes esfuerzos alcanzará el triunfo definitivo y total".

Otro de los grandes diarios de La Habana estaba dirigido por gallegos, nos referimos a El Diario de la Marina, firme defensor de los intereses españoles en la isla. Esta publicación estuvo durante muchos años en manos de militares procedentes de O Ferrol (importante puerto militar gallego), de ahí su conservadurismo.

Pero no solo los gallegos estarían representados en la prensa habanera. Otras minorías regionales y nacionales de origen hispánico tenían sus propios diarios como El Heraldo de Asturias o la revista vasca Laurat Bat. Ya en 1869 había aparecido en La Habana un semanario titulado El catalán.

Por lo que respecta a la prensa gallega en EE UU, es significativo la publicación en Nueva York de la revista La Crónica. Es esta ciudad un polo importante de la emigración gallega a los EE UU, de ahí que ya desde 1842, el militar coruñés Antonio Javier San Martín fundara esta publicación. Este primer director se trasladó a La Habana para hacerse cargo de la dirección de El Diario de la Marina al morir su fundador, Araujo de Lira.

Sucedió a San Martín en La Crónica el ferrolano Manuel Peña y Cajigal, a quien sustituyó, por motivos de salud, el también ferrolano José Ferrer de Couto. Éste, a la vista de las dificultades por las que pasaba La Crónica, la reemplazó por El Cronista.

Al morir Ferrer, se hace cargo de la dirección un periodista de A Estrada, Ramón Verea. Verea, al hacerse cada vez más tirante la situación entre España y los Estados Unidos, sale de Nueva York hacia Guatemala y de aquí para Buenos Aires.

LA CENSURA Y LA DESINFORMACIÓN

Durante todo el conflicto cubano ejercer la verdadera profesión periodística se convirtió en todo un reto profesional que sólo algunas publicaciones y sus periodistas intentaban alcanzar a duras penas.

La censura y el secuestro de publicaciones era normal en esta época y el gobierno argumentaba razones de estado para intervenir y censurar los diarios. Follas Novas publicaba en su primer número: "...desde hoy venimos a compartir los sinsabores que amargan de continuo la vida de los que nos dedicamos a la profesión periodística, haciendo extensivo el saludo a la prensa que ve la luz en nuestra Galicia".

Uno de los semanarios gallegos más perseguidos fue El Corsario. Editado en A Coruña se hizo muy popular en Cuba porque se manifestaba drásticamente contrario al colonialismo (español o yanqui) y contra la guerra. Las autoridades coloniales de la isla prohibieron en diversas ocasiones la difusión de esta publicación, procediendo al registro de la oficina de El Corsario en La Habana.

En un artículo este diario se quejaba de la censura impuesta por las autoridades gubernamentales de A Coruña: "Y nada menos que dos nos han caído en el último número. Los artículos primero y segundo han sido señalados con el lápiz rojo del fiscal. Claro; se conoce que al tachar el primero, se corrió un poco el lápiz, y adelante, que vaya el segundo también. ¡Qué más tiene! Donde cabe una caben dos, y los escribanos que escriban".

A pesar de los continuos acosos, estas publicaciones raramente cedían en su empeño y se mantenían fieles a sus idearios hasta el final. El Corsario afirmaba en el mismo número: "Aún con mordazas protestaremos contra los déspotas; si no con la lengua, con la mirada, en nuestro fuero interno habrá siempre un grito de repulsivo desprecio para los malandrines farisaicos a quienes tiene que echar otro nuevo Mesías a latigazos del Templo".

Incluso algunos llegaron a desaparecer por la acción del gobierno. En la edición del 18-10-1896, La Tierra Gallega criticaba la varadura del crucero Princesa de Asturias, en un artículo titulado "Responsabilidad ministerial". El gobierno colonial multó al director. La multa fue protestada y se le impuso otra más grande.

Curros Enríquez recurriría inútilmente al capitán general. Al final, el semanario dejaría de salir. Después de la derrota española en Cavite (Filipinas) y Santiago la situación se hace insostenible. Se impone la censura total y se suspenden los derechos constitucionales. Sólo se admite información gubernamental.

El Eco de Santiago titulaba "¡Silencio!" el editorial correspondiente a ese día: "Se han suspendido las garantías constitucionales en todo el territorio de la Monarquía. Hay que callar, bueno (...) Nosotros no tenemos ganas de ir a la cárcel; por eso, callamos y ... callaremos (...) Ojalá que no haya; que no se hubiere presentado ya la causa que produzca el tremendo despertar que alguien temía".

Durante esta etapa de la guerra las informaciones sobre el frente de batalla son sesgadas. El "parte de guerra" publicado por el gobierno no satisface a muchos de las publicaciones gallegas que intentan elaborar sus informaciones desde diversas perspectivas y utilizando fuentes propias (corresponsales), fuentes oficiales (Ministerio de la Guerra u oficiales en el frente) o fuentes procedentes de otros periódicos tanto españoles (El Imparcial, El Heraldo, La Correspondencia de España)

También extranjeros, incluyendo los diarios enemigos (Journal, World, Journal des Debats, Le Figaro). Se contrasta también cierto desfase temporal en la lectura de algunas noticias, aunque esto es fruto de los medios técnicos de la época ya que el correo tardaba muchísimo tiempo en llegar y el telegrama era demasiado caro.

El Eco de Santiago refleja muy bien esta situación de monopolio informativo por parte del gobierno español: "No hay manera de evitar esta Babel telegráfica. Si no publicamos otros despachos que los confirmados oficialmente nos exponemos a enterarnos de lo que sucede cuando ya no tenga interés el acontecimiento.

Mejor es que el buen sentido del lector depare la información y aplique a ella el indispensable espíritu crítico, único modo de saber algo en estos días de doble censura telegráfica, que nos tienen entregados, salvo contados casos, a lo que dignen decirnos nuestros enemigos". 

Otros periodistas, como el corresponsal de El Corsario, en La Habana, optan por sincerarse con el lector como muestra de la objetividad de sus palabras. En uno de sus artículos afirma que la muerte de Maceo no supone el fin de la guerra como lo pintaba la prensa gubernamental y detiene su crónica para decir: 

"No inspiro mis palabras ni mis acciones en cálculos ni egoísmos; no las fundo tampoco en apasionamientos estúpidos ni en inventivas denigrantes; no me mueven tampoco los cálculos interesados y de conveniencia a mis intereses -los anarquistas no los tenemos ni los queremos- rindo culto absoluto a la verdad y a ella solo nos atenemos todos los que convencidos procesamos el ideal anárquico.

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