La prensa Gallega en el conflicto Cubano (Primera parte)
Situémonos en una Habana aún en manos de los españoles y tomada ya por el ejército yanqui. En las calles se respira un aire amargo. El futuro es incierto para la isla. Ni los yanquis han conquistado Cuba, ni los españoles son dueños y amos del gobierno antillano.
Retrocedamos un siglo.
Luego de un siglo y pico que el conflicto que enfrentaba al estado español, Cuba y Estados Unidos llegaba a su fin., cuando en el mes de diciembre el diputado gallego, Montero Ríos, estampaba su firma en el Tratado de París. España abandonaba Cuba después de cuatro cientos años de colonización y tras dos largas y agónicas guerras libradas contra los revolucionarios de la isla.
Luego de un siglo y pico que el conflicto que enfrentaba al estado español, Cuba y Estados Unidos llegaba a su fin., cuando en el mes de diciembre el diputado gallego, Montero Ríos, estampaba su firma en el Tratado de París. España abandonaba Cuba después de cuatro cientos años de colonización y tras dos largas y agónicas guerras libradas contra los revolucionarios de la isla.
La independencia de la "perla antillana", como era considerada la colonia por la prensa y los políticos españoles, constituyó el mayor desastre político, económico y, sobre todo, militar de todo el siglo XIX. No es de extrañar, que desde entonces, el "Desastre del 98" simbolice el fin de una etapa y el comienzo de otra.
Cuba se consideraba una herencia sagrada que España no podía perder sin menoscabo de su identidad nacional. El presidente del Consejo, Antonio Cánovas, decía en vísperas de la guerra con EE UU que "Cuba es la Alsacia-Lorena de España; el honor de España está en juego".
Cuba se consideraba una herencia sagrada que España no podía perder sin menoscabo de su identidad nacional. El presidente del Consejo, Antonio Cánovas, decía en vísperas de la guerra con EE UU que "Cuba es la Alsacia-Lorena de España; el honor de España está en juego".
Otro insigne político, Emilio Castelar, ex presidente de la primera república española, iba más lejos y declaraba que "España hizo América, como Dios hizo el mundo... América será española eternamente". Con la derrota en la isla, España perdía no sólo la propia Cuba, sino Puerto Rico y Filipinas.
Pero el 98 significó mucho más que la independencia de estas colonias. Supuso el fin del agónico poderío español en ultramar; la muerte de España como imperio y como antigua potencia europea. España era víctima del darwinismo político de la época por el cual "el pez más grande se come al pez más pequeño".
El 98 marcó a toda la sociedad española. Las consecuencias del "Desastre" se dejaron notar durante años, décadas, incluso. Y estos sufrimientos no pasaron inadvertidos para el pueblo gallego, quizás, el más afectado por estas guerras.
1. GALICIA Y CUBA EN 1898
Cuba fue el destino de cientos de miles de emigrantes gallegos durante todo el siglo XIX. En las estadísticas oficiales correspondientes al período finisecular (1885-95), se registran 167.575 salidas de gallegos con destino a América, lo que representa casi el 40% de toda la emigración peninsular durante esa etapa.
El 98 marcó a toda la sociedad española. Las consecuencias del "Desastre" se dejaron notar durante años, décadas, incluso. Y estos sufrimientos no pasaron inadvertidos para el pueblo gallego, quizás, el más afectado por estas guerras.
1. GALICIA Y CUBA EN 1898
Cuba fue el destino de cientos de miles de emigrantes gallegos durante todo el siglo XIX. En las estadísticas oficiales correspondientes al período finisecular (1885-95), se registran 167.575 salidas de gallegos con destino a América, lo que representa casi el 40% de toda la emigración peninsular durante esa etapa.
De esos emigrantes, el 51% eligió Cuba como lugar de destino. Un refrán de la época decía que "sin gallego no hay mulato", lo que ya indica la importancia y el número de gallegos en la isla. Allí desempeñaron oficios urbanos en el artesanado y la construcción y, sobre todo, actividades de servicios en el pequeño comercio; pero muchos de ellos se integraron también en la zafra, en las labores tabaqueras o en los ingenios de azúcar.
Durante la segunda guerra cubana, unos 240.000 jóvenes peninsulares y 50.000 voluntarios cubanos formarían parte del mayor ejército colonial organizado por una metrópoli europea en las últimas décadas del siglo XIX. Galicia aportó miles de hombres a esta dura e incomprensible contienda.
Durante la segunda guerra cubana, unos 240.000 jóvenes peninsulares y 50.000 voluntarios cubanos formarían parte del mayor ejército colonial organizado por una metrópoli europea en las últimas décadas del siglo XIX. Galicia aportó miles de hombres a esta dura e incomprensible contienda.
La participación de los gallegos (más del 10% del total), considerada por algunos como la mayor del estado en términos relativos, supuso que cada pueblo proporcionara un promedio de una decena de hombres nacidos entre 1870 y 1875. González López en su "Historia de Galicia" afirma que esto supuso una auténtica hemorragia para nuestro país:
"Ninguna otra región aportó tantos hombres como Galicia a las armas españolas, sobre todo a la Marina, que trataban de dominar la insurrección cubana y que luego tuvieron que enfrentarse con la armada y el ejército norteamericanos".
Pero los jóvenes gallegos también mostrarían su descontento con esta guerra a través de la emigración, y por consiguiente, la deserción. Pretendían con ello librarse de ser llamados a filas y combatir en una guerra, a todas luces, injusta.
"Ninguna otra región aportó tantos hombres como Galicia a las armas españolas, sobre todo a la Marina, que trataban de dominar la insurrección cubana y que luego tuvieron que enfrentarse con la armada y el ejército norteamericanos".
Pero los jóvenes gallegos también mostrarían su descontento con esta guerra a través de la emigración, y por consiguiente, la deserción. Pretendían con ello librarse de ser llamados a filas y combatir en una guerra, a todas luces, injusta.
El informe de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago en 1881 cifra la emigración en "unos 20.000 gallegos van anualmente a América y al Brasil", cuyas cuatro quintas partes serían emigración clandestina de mozos sujetos por edad a quintas.
En plena guerra, en 1897, una real orden mandaba perseguir a los armadores y agentes intermediarios que facilitaban a los mozos de quintas documentación falsa para embarcar. Muchos soldados desertaban en el propio frente por las pésimas condiciones que debían soportar en campaña. La mayoría se acababa uniendo al ejército rebelde. Xosé Neira Vilas recoge el relato de Caetano Vázquez, un mambí (guerrillero) gallego:
"En mi unidad de combate éramos unos diez paisanos de diferentes provincias. unos desertaran del ejército español y otros, como yo, eran emigrantes que se presentaron sin más. En una ocasión pude hablar y con unos soldados coloniales y me dijeron que estaban hartos de sus jefes y que de buena gana se unirían a nosotros si pudiesen hacerlo".
Esta cita denota que también fueron numerosos los peninsulares que luchaban contra sus propios compatriotas enrolados, éstos, en la guerrilla mambí. Los gallegos tampoco estuvieron ausentes en esta lucha por la independencia de Cuba. Neria Vilas consiguió reunir documentación a cerca de ciento nueve gallegos mambises, aunque la cifra real era muy superior.
"En mi unidad de combate éramos unos diez paisanos de diferentes provincias. unos desertaran del ejército español y otros, como yo, eran emigrantes que se presentaron sin más. En una ocasión pude hablar y con unos soldados coloniales y me dijeron que estaban hartos de sus jefes y que de buena gana se unirían a nosotros si pudiesen hacerlo".
Esta cita denota que también fueron numerosos los peninsulares que luchaban contra sus propios compatriotas enrolados, éstos, en la guerrilla mambí. Los gallegos tampoco estuvieron ausentes en esta lucha por la independencia de Cuba. Neria Vilas consiguió reunir documentación a cerca de ciento nueve gallegos mambises, aunque la cifra real era muy superior.
Los hay solteros y casados, de oficios diversos, de variada procedencia, y de edades que van desde los 14 a los 58 años. Algunos de ellos cayeron en combate y dieron la vida por un pueblo del que ya formaban parte. Algunos llegaron a generales como Francisco Villamil y otros como José Martínez o Pablo Insua fueron amigos personales del propio Martí, que escribía sobre la muerte del último en el diario Patria:
"Sería injusticia suma, y suma ingratitud, al hablar de los gallegos en Cuba, no poner una flor de las que no se secan sobre la sepultura cubierta de nieve de Pablo Insua. Él fue el héroe modesto y eficaz de la tentativa de los cubanos por la independencia, después del Zanjón: el héroe en New York.
"Sería injusticia suma, y suma ingratitud, al hablar de los gallegos en Cuba, no poner una flor de las que no se secan sobre la sepultura cubierta de nieve de Pablo Insua. Él fue el héroe modesto y eficaz de la tentativa de los cubanos por la independencia, después del Zanjón: el héroe en New York.