miércoles, 1 de marzo de 2023

El pasado comunista de las amantes de Fidel Castro


De lo que se entera uno. Resulta que un uno de agosto del 2015 fallecía en la Habana una ex amante de Fidel Castro, la señora Natalia Revuelta Clews y madre de la conocida disidente Alina Fernández Revuelta, víctima de un enfisema pulmonar a la edad de 89 años.

Dicen los que la conocieron que Naty, como la llamaban sus amigos, era una de las mujeres más enigmáticas y hermosas de la alta sociedad habanera cuando conoció a Fidel Castro en noviembre de 1952. Para entonces estaba casada con el eminente cardiólogo Orlando Fernández y tenían una hija, pero el destino le puso delante al impresentable verde oliva y, ahí mismo "se le trastocaron los cables".

Chismes de sociedad apuntaron a que Castro le envió desde la cárcel en Isla de Pinos una carta que, por algún motivo fue a parar a manos de su esposa Mirta Díaz Balart, lo que provocó el inmediato divorcio. Tras el triunfo de la revolución Naty se quedó en la Habana, aunque su anterior esposo se fue al exilio junto a su primogénita Natalí, pero ella, "volcada de lleno a la revolución de su amante", empezó a trabajar en el Hospital Nacional de La Habana como jefa de compras.

Luego marchó a París donde vivió dos años, ya saben, "se fue a coger un aire" al parecer agobiada de tanta revolución, regresando a la Habana posteriormente para incorporarse al Centro Nacional de Investigaciones Científicas, CENIC, donde trabajó durante ocho más. En 1973 mejoró en su escalada laboral al pasar al Ministerio de Comercio Exterior, entidad de la que se jubiló en 1980. Desde entonces fungió como "asesora" del Ministerio de Cultura.

Es que en eso de la jet set, la moda y la farándula, la doña le sabía "un mazo". Era una asidua a Tropicana desde los 18 años, a donde no iba todo el mundo por cierto, al igual que se codeaba con lo mas rancio de la aristocracia habanera en la barra del emblemático "Vedado Tennis Club". Vamos que le gustaba lo bueno.

Allí conoció a los famosos actores norteamericanos Errol Flynn y Edward G. Robinson. Igual se vanagloriaba de un piropo que le dio el premio nobel Ernest Hemingway, cuando le dijo que sus ojos le recordaban a los de su gato. No sabríamos decir si aquello era como para estar orgullosa, pero tratándose de Hemingway, a ella le pareció ok. Sus ojos claros eran preciosos la verdad. 

A Castro lo conoció en 1952, según dijo, en una manifestación estudiantil en las escalinatas de la Universidad de La Habana, y poco después el abogado sin causa "visitó al matrimonio en su propia casa". Imaginamos que además de vacilarle la jeva, el tipo le tumbó dinero en efectivo "para su causa", pues en eso de trincar la plata ajena era un maestro. 

En una carta escrita en inglés en 1940, le pidió un billete de 10 dólares a "su buen amigo" el presidente de EEUU, Franklin Delano Roosevelt. Entonces contaba apenas con 10 años. Ella, además de la plata del marido, le dio los brazaletes de oro y unos aretes de zafiros y diamantes que le había regalado su señora madre. Estaba enamorada.  

---Durante el asalto al Moncada, su misión era repartirle a los periodistas de la radio y la TV el mamotreto fidelista, en caso de que Batista cortara las comunicaciones.---

En una entrevista para Vanitatis, la doña -muy entristecida- recordaba como la dictadura le había cortado la luz a Fidel en el presidio, por unas protestas que este había organizado ante una visita de Fulgencio Batista. (...) aquello significó que tuvo que sentarse en las sombras, sin poder leer, una humillación que nunca olvidaré". En cambio olvidó los horrores que su querido amante cometió contra los presos que se le opusieron, y que se convirtieron después en valientes "plantados". 

En el año 1993 su hija Alina, que le salió rebelde y anti castrista, se fugó de Cuba con un pasaporte falso; y desde entonces despotricó de lo lindo de su padre dictador. Hace tiempo que no se le ve en los medios. Su madre - en cambio - que siempre fue una castrista declarada, vivió en la Habana hasta su muerte el 27 de febrero de 2015. Sus cenizas fueron lanzadas al mar por decisión propia.

Maldita Hemeroteca // Fin de la primera parte 

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