sábado, 8 de abril de 2023

El costo del entierro de José Julián Martí y Pérez y otros detalles


Con el título de «Versiones y precisiones en la muerte de Martí"» este articulo fue publicado en el año 1965 y reproducido en la obra que llevó por título: "lndios, blancos y negros en el caldero de América". Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1991, pp. 178-179. de Gastón Baquero.

En esta obra se explica en detalles el tratamiento que le dieron los españoles al cadáver de José Martí, abatido a tiros en la llanura de Dos Ríos en la provincia oriental de Cuba, el 19 de mayo de 1895. ¿Dos Ríos?, porque en esa zona se produce la confluencia de los ríos "Cauto" y "Contramaestre". 

En el momento de su caída, solo le acompañaba su ayudante personal Ángel de la Guardia (menudo nombre) que, al ver al maestro caer, se puso a buen recaudo y nada pudo hacer por recuperar su cuerpo. Del otro lado estaban las fuerzas al mando del coronel Ximénez de Sandoval, que ha pesar de ser el enemigo, fue un digno oficial del Ejército y que incluso admiraba la obra literaria del entonces mambí.

En una mencionada carta escrita en 1911, Sandoval plasmó su opinión de aquel combate de Dos Ríos con lo siguiente: 

"La acción de Dos Ríos es un hecho de mi historia militar, en la que encontró la muerte gloriosa aquel genio dotado de hermosa elocuencia, tan hermosa como los sentimientos de su bien templada alma. 

Su arrojo y valentía, así como el entusiasmo de sus ideales, le colocó frente a mis soldados y mas cerca de las bayonetas de lo que su elevada jerarquía correspondiera; pues no debió nunca exponerse a perder la vida de aquel modo, por su representación en la causa cubana, por los que de él dependían y por la significación y alto puesto que ocupaba como primer magistrado de un pueblo que luchaba por su independencia» 

Por aquella victoria se otorgaron reconocimientos a varios de los militares, dos ascensos, seis cruces de María Cristina y tres cruces rojas del Mérito Militar sin pensión. Además, la Corona quiso conceder al coronel Ximénez de Sandoval el título de marqués de Dos Ríos que este rechazó, alegando en este supremo acto de hidalguía estas palabras: 

‹No acepto el título por aquella acción, por que lo de Dos Ríos no fue una victoria: allí murió el genio más grande que ha nacido en América.»

El coronel trasladó del cadáver de Martí a Santiago de Cuba y pronunció el discurso fúnebre. En los días siguientes al combate, telegramas oficiales españoles aseguraban que era José Martí quien había muerto en aquella acción militar. 

La noticia causó una gran confusión y no se le dio demasiado crédito ni en los sectores independentistas de Cuba ni en los del exilio, como tampoco en algunos españoles. Parecía mentira que una vida tan valiosa para la causa revolucionaria se perdiera en un campo de batalla. 

Al mismo tiempo en Jiguaní (localidad de Oriente), el general de división Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos ordenó a un ayudante que comprobara si la noticia era cierta. Y tan cierta, que el día 21 de mayo ordenó al doctor Pablo Aureliano de Valencia, licenciado en Medicina y Cirugía, que marchara a "Remanganaguas" para exhumar el cadáver, embalsamarlo y llevarlo después para Santiago de Cuba. 

El doctor Valencia partió de Jiguaní el mismo día 21 a las 11 de la noche y, al día siguiente por la mañana, se encontró con la columna del coronel Ximénez de Sandoval cerca de Palma Soriano, que desde entonces le acompañó. El doctor Valencia realizó la autopsia y embalsamo el cadáver de Martí. Luego, partieron hacia Santiago de Cuba. 

Por el camino, un grupo de «mambises» tendió una emboscada para apoderarse de los restos mortales de su líder; sin embargo, tuvieron que retirarse ante el fuego nutrido de los soldados españoles. El domingo 26 de mayo, la columna del coronel Ximénez de Sandoval llegó a Santiago de Cuba. 

Al día siguiente, a las ocho de la mañana, tuvo lugar el entierro "formal" del cadáver en el Cementerio General de Santiago de Cuba, el campo santo de Santa Ifigenia. Una gran multitud de cubanos acudieron a ver por ultima vez los restos mortales de su líder, tan admirado por los suyos como por muchos de sus enemigos; y, como era de esperar, unidades del Ejército y de la Guardia Civil vigilaban estrechamente el lugar para evitar posibles disturbios o politización del acto.

El alcalde municipal de Santiago, por acuerdo tomado aquel mismo día en el Ayuntamiento, ofreció gratis por cinco años el nicho No 124 de la galería sur del cementerio, y los españoles residentes en la localidad donaron la lapida. Puede decirse que aquel patriota cubano y gran poeta hispanoamericano al que el propio Rubén Darío llamo «maestro», tuvo un entierro tan sencillo como sus hermosos versos. 

Costo del entierro de José Martí 

Lo que sigue fue descrito por el periodista y biógrafo argentino Ezequiel Martínez Estrada, que desde septiembre de 1960 a noviembre de 1962, fue director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Casa de las Américas en La Habana, así como uno de los que estudió en profundidad la obra de José Martí al que le dedicó tres libros que solo se publicaron póstumamente. 

Considerado que era por muchos uno de los hombre mas grandes que haya dado la América, tuvo un entierro que solo costo ocho pesos:

--Por 3 tablas de madera de cedro: 3 pesos. 
--Por 5 libras de cera amarilla: 1 peso.
--Por 3 libras de clavos dorados: 45 centavos.
--Por 2 paquetes de puntas (puntillas) 40 centavos. 
--Por 2 paquetes de velas: 15 centavos.
--Por una gratificación a los que construyeron el ataúd: 3 pesos.
--Total: ocho pesos.

Sobre un sencillo túmulo se colocó el ataúd pintado de negro, luego se levantó la tapa del féretro para levantar acta del enterramiento y entonces pudo comprobarse que el cadáver de Martí estaba bastante descompuesto, a pesar del excelente pero tardío embalsamamiento realizado por el doctor Valencia. 

El silencio en el cementerio era absoluto, a pesar de la gran tensión existente entre la multitud agolpada en torno al cadáver. El coronel Ximénez de Sandoval rompió dicho silencio al dirigirse al publico asistente con estas palabras: 

«¿Hay aquí algún pariente o amigo del que fue en vida José Martí?, ... pregunto si ¿alguien quiere tributarle los últimos honores?.»

Los partidarios de la Revolución cubana se miraron unos a otros, pero nadie se atrevió a decir nada. El coronel hizo una pausa, pero al comprobar que nadie se atrevía a responder a su invitación, continuó con un breve y muy sincero discurso fúnebre: 

«Señores, ante la muerte, cuando pelean hombres de hidalga condición como nosotros, desaparecen los odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yermos despojos, un enemigo, sino un cadáver. Los militares españoles luchan hasta morir, pero tienen consideración para el vencido y honores para el muerto» 

Allí, en el cementerio de Santa Ifigenia, cuando los cubanos callaron, tan solo hablo un noble coronel español y precisamente el oficial que mandaba la columna española que dio le había dado muerte.

Fue un discurso fúnebre muy merecido, ya que si bien es cierto que José Martí había luchado y dado su vida por la independencia de Cuba, nadie podrá negar su profundo amor a España, y de haber sido un adalid de la Hispanidad en el continente americano. 

Coronel Sandoval
ARTÍCULOS DEL MAESTRO 

En 1913 Ximénez de Sandoval visitó la embajada Cubana en Madrid y les entregó varios artículos que pertenecían al maestro, como un corta plumas de dos hojas y cabo de hueso manchado de sangre, unos lentes de acero con sus correas y un cuaderno pequeño manuscrito con las instrucciones para los Consejos de Guerra escrito por Carlos Manuel de Céspedes. 

Además una pequeña cinta de seda azul acompañada de un papel escrito con lápiz, que decía: “Martí, no tengo un recuerdo que darte, así quito la cinta de mi cabello que tiene todo el fuego de tantos pensamientos y un color de nuestra bandera y eso solo te llevarás de tu hermana, Clemencia Gómez”. (Hija de Máximo Gómez) y una escarapela bordada con cuentecitas blancas y azules, que había pertenecido a Carlos Manuel de Céspedes.

La mala política de España motivó la guerra, pero no el odio de los cubanos. Tan es así, que en menos de 1 año de acabada la guerra ya habían 3000 españoles acogidos en la isla como inmigrantes y sin recibir repulsa o revancha. Es más, la nacionalidad española se mantuvo “por defecto” en Cuba para todos los nacidos antes de 1940. Puede que se haya dado algún caso, pero de no haber sido así, como se explica que solo hasta 1923, más de 750 mil inmigrantes hayan escogido a Cuba como su segunda patria. 

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