miércoles, 1 de noviembre de 2023

Catalina Lasa del Río

El matrimonio Lasa-Baró al centro

Catalina Lasa del Río, nació en 1875 y fue conocida en la crónica social como la Maga halagadora, era hermosa, elegante, refinada. Se casó a los 23 años con el hijo de Marta Abreu, dama que había sostenido con sus recursos las expensas de la guerra de independencia.

Juan Pedro Baró, marqués de Santa Rita y vizconde de Canet de Mar, contaba tres lustros más, su ancestros catalanes se había enriquecido con el comercio de esclavos y los ingenios azucareros, era mujeriego y riquísimo. Ambos iniciaron una relación sentimental adúltera en medio del clima sofocante de la estricta burguesía cubana. 

Se cuenta que en una ocasión, durante una función de ópera en el Gran Teatro, el público se retiró en señal de protesta por su presencia, y Catalina despojándose de sus joyas las arrojó sobre el escenario para que la compañía continuara cantando solo para ellos. 

La residencia de Paseo y 17 fue concebida por los arquitectos Félix Cavarrocas y Evelio Govantes en el estilo del renacimiento florentino, aunque el interior se convirtió en moderno por la influencia causada en los propietarios por la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes de París de 1925, tras la que contrataron a Baguès, Lalique, y el dúo Dominique para diseñar los detalles ornamentales: mármol rojo veteado del Languedoc para los suelos, lucernarios de alabastro con motivos florales en bronce dorado, puertas de caoba maciza, escaleras helicoidales con pasamanos de plata. 

Los jardines fueron plantados por Forestier.

La casa es un lugar de encantamiento donde se ha reportado el avistamiento de apariciones fantasmales, y fenómenos paranormales, como el sonido de una bola de cristal que rueda por las escaleras y revienta contra el piso, o el aroma de un habano recién encendido en la biblioteca. 

La hibridación de la rosa Catalina Lasa se atribuye también al paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier, es amarilla en dos tonos, de pétalos anchos y puntiagudos, se dice que durante el viaje del cadáver embalsamado de la hermosa, en capilla ardiente a través del Atlántico, todos los días descargaba un avión una lluvia de rosas sobre la cubierta. 

Esas mismas flores decoran la tumba proyectando su luz ambarina. Costó su construcción un millón de pesos oro. La doble puerta de cristal negro trabajado al ácido por René Lalique sobre un bastidor de bronce grumoso cierra la cámara mortuoria en la que Catalina Lasa fue enterrada con todas sus joyas, al estilo de los faraones egipcios, y su sarcófago sofocado bajo toneladas de cemento para evitar el saqueo. 

Hoy, además de haber sido profanado el recinto, ha desaparecido la bellísima mampara art-decó de cuarzo transparente, y la tumba permanece pendiente de una restauración que no termina nunca.

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