domingo, 14 de julio de 2024

La caricatura política en contra los líderes de la causa Cubana


Aunque se conoce que desde el 1773 ya había imprenta en Cuba, la caricatura no llegó a la isla hasta principios del siglo XIX. No obstante, la libertad de prensa para los Cubanos estaba mucho más restringida que en la metrópolis, con la intención de mantener controlada la difusión de ideas entre los criollos.

La primera prensa carecía de imágenes, pero los editores se dieron cuenta rápidamente de su eficacia y, como se venía haciendo en Europa en cuestiones políticas, en Cuba se hizo presente en muchos de los periódicos de la época, sobre todo a partir de que comenzara la insurgencia en la isla. 

Como afirmó en una ocasión José Martí, "el humor es un látigo con cascabeles en las puntas", la prensa Española flageló a los líderes independentistas Cubanos con su más ácida crítica. Es que el humor suele ir más allá del mero entretenimiento, también educa, critica, hace reflexionar e incluso desinformar, sobre los prolegómenos de la sociedad.

A raíz del alzamiento cubano de la "Demajagua", cuando los españoles llamaron a la lealtad de todos los cubanos "dignos" contra los “hijos ingratos” que, según ellos, se habían revelado contra "la madre generosa que se lo daba todo", comenzaron los ataques, y el llamado padre de la patria, el abogado Carlos Manuel de Céspedes, estuvo en el centro de la diana sobre todo en el debate acerca de la esclavitud.



Eran tiempos del cuando el temido general Blas Diego Villate y de la Hera, conde de Valmaseda, emitió un bando en el cual se sometería a fusilamiento a todo aquel que fuera sorprendido colaborando con los rebeldes cubanos, a la par que todas sus propiedades serían destruidas sin importar las consecuencia para el resto de las familias.

Por la parte rebelde, también decretaron el suyo que se dictó en junio de 1875 y no menos severo. Se llamó "Decreto Ley Spotorno", (Coronel Juan Bautista Spotorno) promulgado por la Cámara de representantes de Cuba en armas, que igual condenaba a muerte no solo el que ayudara a los Españoles, si no a todo aquel que por el simple hecho de presentarse haciendo proposiciones de paz que no estuvieran basadas en los principios de independencia y abolición de la esclavitud, sería condenado a morir sin importar su ciudadanía. 

---Las cuotas de libertad de expresión en España aumentaron tras la proclamación de la constitución de 1869, la del Sexenio Democrático.---

Este era el caldeado ambiente que se vivía en Cuba durante aquella primera guerra insurreccional de 1868, y por tanto la caricatura comenzaba a hacer su agosto como otra forma muy efectiva de combatir sin necesidad de causar daños por el fuego de las armas o el filo de los sables. Con ella atacaron sin piedad a varios de  nuestros próceres, entre ellos Vicente Aguilera, la patriota Emilia Casanova, esposa del escritor Cirilo Villaverde, José Morales Lemus o Céspedes, con el cual se cebaron de lo lindo.  



Muchas de aquellas críticas mordaces las provocaba el mismo Céspedes con su manera de proyectarse, calificada por muchos como absolutista, caudillista, nepotista y hasta tiránica. Como la vez que aprovechándose de su cargo, benefició a su cuñado Manuel de Quesada y Loynaz quien llegó a ascender a mayor general e incluso, hasta la jefatura del ejercito, un nombramiento que provocó la ira del Camagüey y sus jefes, como los generales Salvador Cisneros Betancourt o Ignacio Agramonte y Loynaz. El favoritismo de Céspedes por este cuñado, a la larga, fue una de las causantes de su posterior destitución.

En 1870 la cámara de representantes separó a este cuñado y, aún así, Céspedes dio muestras de su autoritarismo cuando intentó que en vez de destitución aceptaran una renuncia. Al no salirse con la suya, decide enviarlo a New York en una "misión especial" de la que no regresó jamás, pues marchó a Costa Rica donde murió en 1884 sin volver de nuevo a la isla.

Ni se diga el uso que hizo España de sus relaciones amorosas. Fue acusado de bígamo, pues mantuvo amoríos extras, abiertos y conocidos. Candelaria Acosta Fontaigne, una chica de 17 años conocida como Cámbula y que era hija de un mayoral. Fue su amante mientras estaba casado en 1839 con su prima hermana María del Carmen Céspedes y del Castillo, fallecida de tuberculosis en Enero de 1868.

De este matrimonio tuvo a tres de sus hijos, María del Carmen, Carlos Manuel y Oscar y todos llevaban los apellidos Céspedes y Céspedes como es de suponer, mientras que con Cámbula tuvo dos retoños más, Manuel y Carmita. A su regreso a Cuba se casó de nuevo con el catalán Antonio Acosta, y muere en mayo de 1932 en la Habana, siendo sepultada a su lado en la necrópolis de Santa Ifigenia. Luego se casó con la camagüeyana Ana de Quesada y Loynaz (Anita), el 4 de noviembre de 1869 y, en julio de 1870, tienen el primer hijo que llamó Amado Oscar, en memoria del que había sido fusilado por los españoles.



Finalmente, estando oculto en San Lorenzo y depuesto ya como presidente en armas, mantuvo otra relación extra matrimonial con la campesina Francisca Rodríguez, alias "Panchita", quien vivía en un bohío cercano. De esta relación nació Manuel Francisco Rodríguez, quien llegó al mundo cuando su padre ya había muerto en aquella emboscada.

EXPLOSIÓN DE LIBERTAD DE PRENSA. 

Se sabe que las caricaturas, sobre todo cuando son políticas, llevan una carga extra muy difícil de digerir. En el libro "Hablar a los ojos. Caricatura y vida política en España (1830-1918)", de Marie-Angela Orobon y Eva Lafuente, se nos describe muy bien como durante aquella primera guerra de 1868 las caricaturas constituyeron el marco para identificar a los actores y sus espacios, sobre todo lo relacionado con el triángulo Cuba- New York - España. 

También se usaron, e igual de mordaces por cierto, con los temas políticos de la península. Los caricaturistas y voluntarios bilbaínos, Juan Martínez Villergas y Víctor Patricio de Landaluze (cuentos de la manigua) supieron disparar para todos lados a partir de la llamada "Revolución Gloriosa" de 1868, que trajo consigo el boom de la libertad de prensa. 

Revistas como "La Charanga", "Fray Gerundio", "El Moro Muza", "Juan Palomo", "Don Junipero", "Don Circunstancias" e incluso José Martí probó suerte con "El Diablo Cojuelo" en enero del 1869, fueron de las más conocidas. En estas revistas el humorismo gráfico podía encontrarse en una gran página, o también en varias viñetas pequeñas interiores. 


El dibujo o la grafía de los caricaturistas tenía una influencia muy evidente de los cánones académicos del arte de aquel período. Su forma denotaban una imagen precisa con un acabado casi perfecto y bastante realista. En el "Moro Muza" (En España significa árabe aunque es considerado como despectivo) se publicaron algunas de las más punzantes de las más de 600 publicaciones que aparecieron entonces. 

Fue de las que también se cebó con Céspedes llamándolo "farsante". Incluso, Céspedes fue objeto de criticas tambien de cubanos, autores fueron incluso patriotas como el doctor camagüeyano Ramon Silva y Zayas, un teniente coronel que se incorporó al ejercito mambí en 1896 y un año después resultó elegido representante a la Asamblea Constituyente de La Yaya, e incluso por parte del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz, líder indiscutible de la célebre caballería agramontina. 

Por otro lado, aquella caricatura atacó de lo lindo el apoyo brindado por la emigración Cubana, principalmente la radicada en New York, EEUU. Estas revistas, en este caso el Moro Muza, se mostraban implacables con algunos personajes de aquella comunidad en el exilio Neoyorquino.



Con los años, fueron las editoriales norteamericanas las que le pagaron a España con la misma moneda, sobre todo durante la tercera guerra del 1895. Aquella propaganda fue prodiga en el uso de los "fakes news" que le hicieron un daño terrible a la imagen de la Metrópolis en el exterior, y sirvieron para influir en la opinión pública de cara a la invasión a Cuba.

Magnates de la prensa como William Randolph Hearst, el dueño del New York Journal y Joseph Pulitzer, del New York World, publicaron artículos de naturaleza sensacionalista sobre el conflicto, enviando corresponsales para cubrir la guerra in sito, como el historiador John Lawrence Tone, uno de los que estuvo -mano a mano- con los mambises en la manigua.

El hundimiento del acorazado Maine, sin ir más lejos, fue otra de aquellas "mentiras" que demostraron el poderío de la prensa norteamericana. Igualmente en los Estados Unidos los Cubanos hicieron de la caricatura un arma independentista, por ejemplo en medios como "Cacarajícara", "Batalla Semanal contra España", de 1897 o "Periódico Quincenal Ilustrado", entre 1897-1898. Es más, una que fue editada en la isla que se llamó "El Machete". 

El matancero Ricardo de la Torriente, el creador del popular personaje de "Liborio", fue uno de los nombres más reconocidos en la historia de la caricatura cubana. Todo un personaje en el siglo XX, que con su popular semanario, "La Política Cómica", que le rindió un gran dividendo en lo social y también en lo económico. También estuvo "La Semana", "Resumen de la Vida Criolla", "En Broma y Serio" así como Zig-Zag, entre otras. 

Maldita Hemeroteca 

Fuentes: Adelaida de Juan: “Imágenes pictóricas de la Cuba del siglo XIX”, en Joaquín de la Fuente (coord.): Pintura española y cubana y litografías y grabados cubanos del siglo XIX, Madrid, Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1983; Olga López: “Víctor Patricio de Landaluze: sus años en Cuba”, en Víctor Patricio de Landaluze (1830-1889): Colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 1998. Heriberto Portell Vilá: «Caricatura y caricaturistas cubanos», Magazine Social, La Habana, año V, no. 7, julio 1949 / Enrique Gay-Calbó: «El Bobo. Ensayo sobre el humorismo de Abela», La Habana, 1949.

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