miércoles, 9 de octubre de 2024

María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz. La más feminista de todas las condesas

Para la época en que se narra esta historia, nos podría resultar un poco difícil entender el tipo de vida que llevó la condesa de Merlin en Europa, doña María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz de Cárdenas Montalvo y O'Farrill, y no tanto por la manera como la vivió, si no porque no imaginamos siquiera que una Cubana del siglo XVIII fuera capaz de ....

En fin, pudiera ser que esta  decimonónica dama fuera en realidad una facilona, dicho así para no faltar al respeto, o una trepa, egoísta y egocéntrica, codiciosa y ambiciosa mujer, que incluso hoy podría ser vista como una feminista adelantada a su época porque jamás se sintió inferior a nadie entre toda aquella gente poderosa con la que se codeaba, Rossini, Meyerbeer, Musset, Listz, Chopin, Balzac, Orfila, María Malibrán y George Sand, la corte española y hasta los Napoleones franceses.

Se sabe que los amoríos en aquellos años en Europa no era un tema baladí, por el contrario, lo vivían con muchísima intensidad. Cuando la vida amorosa era un tema social y económico generalmente, las verdaderas pasiones se tenían que desahogar por otros medios. Por ejemplo, se conoce que Paulina Bonaparte, la hermana de Napoleón I, se hizo célebre por tener una vida sexual tan activa que organizaba orgías en secreto.

El caso de Isabel II de España, que fue casada por obligación con su primo Francisco de Asís de Borbón, el duque de Cádiz, un reconocido homosexual, hizo que Isabel, en venganza, "se bailara" a media corte, o al menos eso era lo que se decía. O la reina rusa Catalina, otra que se cansó de ponerle cuernos a su impotente marido, el zar Pedro III, pero cuando un asunto de este calibre se relaciona con una Cubana, la curiosidad es doble.

María Mercedes de Santa Cruz y Montalvo nació el 5 de febrero de 1789 en Cuba, en el seno de una de las familias más ricas y poderosas de entonces. Su padre fue el conde de Santa Cruz de Mopox y San Juan de Jaruco, don Joaquín Beltrán de Santa Cruz y Cárdenas, primer conde de la casa Montalvo, y su madre doña María Teresa Montalvo y ÓFarrill. Mercedes era además nieta del primer conde de Macuriges y cuarto marqués de Villalta. 

Su abuelo, don Gabriel Antonio Beltrán de Santacruz y Aranda, había recibido el título de conde de Jaruco de manos del rey de España Carlos III, por el real decreto del 23 de agosto de 1777. Abolengo puro. Mercedes, que era muy bella y además tenía un gran talento musical y literario, se casó en Cuba con el conde de Merlin, de apenas 18 años, Don Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, y tuvieron una hija de nombre María Teresa.

Aun así, "La bella criolla", como le llamaban, era de la opinión que en la isla no había futuro para una joven como ella con lo cual decidió marcharse a Europa dejando atrás al marido, e incluso a la hija con apenas 4 años de nacida. En el viejo continente, donde residió la mayor parte de su vida, llegó a destacar entre lo más rancio de la aristocracia y la intelectualidad de esa época.

Pero vamos al lío.
LOS AMORES

Llegó a Madrid en 1792 con 20 años y rebosando belleza. La criolla causó sensación entre los hombres de la Corte Española, y ya para 1795 era amante de Manuel Godoy, el príncipe de la Paz y primer ministro de la corte, con el que finalmente tuvo dos hijos. 

Este Godoy, que ya estaba casado entonces con la condesa de Chinchón, María Teresa de Borbón, era a su vez amante de la reina María Luisa, la que fue pintada por Francisco de Goya, que al enterarse de que iba a tener un hijo con la Cubana - que finalmente le pusieron Gabriel - se puso como una fiera. Al segundo hijo le pusieron Manuel. 

A Godoy lo dejó cuando cayó en desgracia y, en 1801, comenzó un intenso romance con Luciano Bonaparte, hermano de Napoleón y embajador de Francia en España. Este señor estaba casado y con hijos. Lo conoció en casa del rico Francisco de Cabarrús, a quien le pidió ayuda económica para su arruinado marido que se había regresado a Cuba sin este peso en el bolsillo.

Al año siguiente comenzó otro amorío con el célebre pintor Francisco de Goya, con el que también tendría un hijo. En 1808, nada más llegar a Madrid, comenzó una relación con José I Bonaparte y, como si fuera poco, hasta su mismo hermano, el emperador Napoleón, la tuvo en su cama de vez en cuando. Como podrá apreciar, la Jaruqueña no perdió tiempo en Europa, de hecho "volvió a conocer" a la hija que había dejado en Cuba, cuando esta ya tenía 15 años.

Ante el peligro que significaba esta mujer para las casadas, recibió una "orden de alejamiento" de palacio por parte de la reina, firmada curiosamente por su ex amante Godoy. Mercedes se marchó para un castillo en Córdoba, propiedad de don Vicente Joaquín Osorio, el marqués de Altamira. Allí vivió por espacio de tres años con la prohibición de salir de la ciudad.

En 1807 recibe la noticia del fallecimiento de su marido en Cuba, don Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, cuando aun se encontraba a la espera del permiso para poder abandonar España y viajar a Cuba y con todo listo para partir, le sorprende la caída del reinado y la coronación, el 25 de julio de 1808, de José Ignacio de Bonaparte, conocido como "Pepe Botella", con lo cual el viaje a Cuba, y el correspondiente sepelio, dejaron de ser sus prioridades.

¿El Luto?, bien gracias.

Este monarca no fue su ultimo amante, ya que como dijimos su hermano, el emperador, también se antojó mientras estuvo de paso en Madrid, ciudad que finalmente le fue entregada de la mano del general Tomás de Morla Pacheco, actitud tachada de cobarde y que le costó su destitución y posterior ostracismo. 

Esta relación fue verificada después en su propio "diario intimo", el cual fue encontrado enterrado en los jardines del desaparecido castillo, y antigua morada de su familia Cubana, los condes de Jaruco, durante la estancia de estos en España. (En ese lugar se encuentra hoy la esquina de la calle Clavel, en la Gran Vía madrileña.)

María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo

El capitulo referido se titulaba: "Mis noches con Napoleón Bonaparte", donde relata las tres jornadas que pasó invitada por el "Ogro", como ella lo llamaba. Fue en la tercera cita, que apuntó como la del 9 de diciembre de 1808, que Napoleón supo al fin comportarse como un caballero, tanto en la alcoba como fuera de ella. 

La primera no pudo hacer nada, porque Mercedes se apareció a la cita con su hijo Ignacio y sobrino del emperador. De hecho, este le puso el apellido y además le concedió la orden de Legión de Honor. Hasta le cambio el nombre a su yegua Desiré por el de María de las Mercedes, y de esto ultimo mejor ni hablar. La condesa siguió siendo amante de su hermano, José Ignacio Bonaparte, estando casado con Marie Julie Clary, y de amante a la condesa de Echauz, María del Pilar de Acedo y Sarriá, la que al final fue desplazada "en esas funciones" por la Cubana. 

Y para rematar, con los años el primer hijo que había tenido en 1798 con el ministro Godoy, se casó con la primera de las hijas que tuvo con José I Bonaparte, y no solo eso, el hijo que había tenido con el maestro Goya, al que llamaban "Paquito", se casó con la otra de sus hijas en 1835. La condesa de Merlín, que como hemos visto dejó a Cuba muy alto en las cortes europeas, murió en París el 30 de marzo de 1852 mientras vivía con su hija cubana María Teresa, entonces con 20 años. 

Sus restos reposan en el cementerio parisino "Pere Lachaise", en el panteón de la familia O’Farrill. Con los años "la canalla" compuso una popular copla que decía: "La condesa tiene un tintero donde moja la pluma José Primero". Agregar que finalmente pudo hacer su viaje a Cuba, hospedándose en la casa de "Mateo Pedroso", foto de arriba, donde vivían sus tíos Juan Montalvo y O’Farrill y María Antonia Calvo de la Puerta y Peñalver con sus hijos. 

De esta casa, así como de las impresiones de ese viaje, Mercedes hizo una detallada descripción en su obra "L’Havane", editada en 1842. Las cartas se editaron en tres tomos, que traducidos al español se imprimieron en Madrid en 1844 con el titulo de "Viage a la Habana", y con prólogo de su ilustre compatriota, la poetisa, dramaturga y gran novelista camagüeyana, Gertrudis Gómez de Avellaneda. 

Dirigidas a parientes y amigos influyente de entonces, las cartas narran a los europeos los hábitos y las costumbres del Nuevo Mundo, en cambio la versión en español fue censurada ante las críticas que hizo al régimen colonial, sobre todo al tipo de vida social y cultural que se vivía en la isla en ese tiempo. 

De hecho, de las 36 cartas francesas solo se publicaron 10 en idioma español. Las revistas cubanas "Faro Industrial de la Habana" y "Diario de La Habana", publicaron algunos fragmentos de esta obra tituladas (sic) "Las mugeres de La Habana". Sin embargo, en Cuba nunca la reconocieron como una escritora nacional. 

Y no solo por el rechazo que le hicieron al idioma francés, si no porque le señalaron no haber denunciado debidamente los métodos despóticos del capitán general Leopoldo O'Donnell, cuando en realidad sí lo había hecho aunque quizás no le entendieron. Tanto fue así, que en la dedicatoria que hizo de su libro a O'Donnell se lo deja claro:

"Permitidme, General, que ponga bajo vuestra égida protectora esta obra concebida por el sentimiento patriótico de una mujer, a la que sólo ha inspirado el deseo ardiente de ver feliz a su país. Al descubrir sus males a la metrópolis e indicar los remedios para combatirlos, apelo a vuestra alma generosa.

El poder que reside en vuestras manos puede convertirse en áncora de salvación. Gobernador general de la Habana, sed habanero, General; reformad las leyes, obtened una representación nacional para la Isla, mitigad vos mismo legalmente la dictadura de jefe supremo y añadiréis nuevos laureles a aquellos tan bien merecidos que vuestra valentía ha conquistado".

En una de sus cartas censuradas en "Viaje a La Habana", la condesa hace una comparativa entre la sensibilidad criolla y la experiencia europea, donde señala todas las lacras del gobierno español con respecto a la colonia. 

"Ha llegado el momento de pensar en estas colonias fieles y tan fecundas. La absorción británica amenaza con invadirlas; pueden si se les abandona volverse inútiles y peligrosas, mientras las más sencillas reformas las convertirían en ganaderos de abundancia para la Madre Patria, en centros luminosos para la civilización de las Antillas, en gloria para España. [...]

Es preciso que ante los ojos de Europa la gestión colonial de España y su administración lejana no aparezca más en esta forma atrasada y bárbara. [...] Que la Metrópoli nos haga el gran beneficio de darnos unas buenas leyes administradas regularmente por hombres honorables (aquí mismo encontrará algunos que hacen excepción y que son la gloria del país) y este gran beneficio digno de ella, seguido de un gran agradecimiento traería después todos los adelantos materiales, todas las mejoras de detalles y el desarrollo de la industria y de la civilización".

Palabras impensables en una mujer de esos siglos que era un mundo de hombres. Pero ni así fue suficiente. Desplazada por la élite literaria en la isla, así estuvo Mercedes de Santa Cruz y Montalvo hasta el siglo XX, cuando la escritora cubana Adriana Méndez Rodena, destacada profesora de la universidad de Iowa, en EEUU, rescató su trabajo en 1974.

Maldita Hemeroteca 

Nota: En esos años la letra J no existía en el idioma castellano

Fuentes: La Habana, traducción: Amalia Bacardi. Madrid: Cronocolor, 1981. FIGAROLA-CANEDA, Domingo. La Condesa de Merlín- María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo. Estudio bibliográfico e iconográfico, escrito en presencia de documentos inéditos y de todas las ediciones de sus obras. Su correspondencia íntima [1789-1852]. París: Excélsior, 1928. //Adaptado de la biografía de Julio Merino, publicada por "El Cierre".

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