No se conoce exactamente cuando comenzó a celebrarse la noche buena en Cuba, los 24 de diciembre por supuesto, lo que si se sabe es que debió ser alrededor del año 1870. Varios investigadores concuerdan que fue a partir de 1872, que empezaron a llegar a Cuba grandes masas de inmigrantes europeos acompañados de sus costumbres y sus fiestas religiosas.
Las familias opulentas marchaban al cafetal, al ingenio o a la estancia, y lo hacían desde el día 8 de diciembre y no regresaban a la capital hasta después de los Reyes el seis de enero, tal y como lo aseguraba el periodista Felipe López de Briñas hijo, fuente de este trabajo.
Esa era la costumbre hasta que estalló la guerra de 1868, y la inquietud y la zozobra, el miedo a las explosiones y a la pasión política excitada, los atropellos sangrientos de la soldadesca y la emigración al extranjero, terminaron por debilitar los festejos hasta que en 1878 terminó la lucha separatista. Desde entonces en Cuba se celebró tradicionalmente cada 24 de diciembre.
Había sido un viaje a la desesperada. Wahington había quedado impactado tras el éxito de los soviéticos, primero con el Sputnik, el primer satélite artificial, seguido del experimento con la pobre perra Laika, y luego del lanzamiento del primer hombre al espacio, Yuri Gagarin en 1961, y de la primera mujer, Valentina Tereshkova, en 1963.
No obstante, los astronautas americanos quisieron mandarle un mensaje al mundo, y desde el espacio sideral le dieron lectura a los diez primeros versículos del Génesis que reza: “Al principio creó Dios el cielo y la Tierra…” etc. Aquella fue una audiencia record hasta ese momento en la historia, la que remataron con un: “Buenas noches, buena suerte, feliz Navidad, y que Dios los bendiga a todos ustedes en la Tierra”.
--La liturgia religiosa comenzaba el 8 de diciembre con las misas de Aguinaldo, en tanto que la Misa del Gallo, la última de aquéllas celebraciones, a media noche del día 24.--Luego, en 1863, cuando las murallas fueron derribadas desde el Fuerte de la Punta hasta la Puerta del Arsenal, y organizado un buen cuerpo de policía, se permitió el paseo a todo lo largo de la ciudad, así como el acceso a los negros agrupados en cabildos, los que festejaban al son de los tambores, hasta que los ñáñigos comenzaron a provocar problemas con sus riñas y asesinatos. Se le prohibió la festividad a sus juegos, pero con la entrada de los mundeles (blancos) consiguieron burlar la prohibición gubernativa.
Por lo general el 24 de diciembre, los que sin ser ricos gozaban de algún desahogo de posición, invitaban a sus amistades a cenar el clásico lechón asado. También se asaba un pavo relleno, arroz en blanco, frijoles negros, ensalada de lechugas y rabanitos, y antes del café se servían buñuelos de catibía o de malanga, rociados con almíbar o con melado de caña.
La gente más pobre cenaba más o menos lo mismo, en vez de pavo asaban un pollo, mientras que los esclavos cenaban las sobras de los amos relegados a la cocina. En los cuarteles y destacamentos se repartía en el rancho de la tarde con doble ración de pan y de vino, y a los presos en el antiguo Consulado y en las correcciones y fortalezas, lo mismo, según lo cuenta Briñas.
Fin de la navidad: 1969, el “Año del Esfuerzo Decisivo” y de la fallida zafra de los diez millones de toneladas.
Ni las navidades perdonó el maldito barbudo a su llegada en 1959. El dos de enero de 1969, el dictador se decidió a borrar una de las tradiciones religiosas más arraigadas en las familias cubanas, y de cierta forma lo consiguió en una pequeña parte de la población. No solo eso, sustituyó el tradicional festejo por el de una matanza de la que él mismo había sido el máximo responsable el 26 de julio de 1953.
Así mantuvo sojuzgado al pueblo, hasta que se vio obligado a restituirla - oficialmente - debido a la visita a la Habana del Papa Juan Pablo II en enero de 1998, aunque él sabía perfectamente que la mayoría de los Cubanos nunca comulgó con su idea. Sin embargo, existe una leyenda que cuenta que el día que se le ocurrió su maldita idea, fue a raíz de que escuchara el mensaje emitido por los tres astronautas del Apolo 8 que orbitó diez veces la Luna.
Dicen que ahí mismo se le atragantó la cena, y entonces decretó el fin de estas fiestas. ¿Ciento o falso?, no lo dude para nada. Que se puede esperar de un enfermo mental, capaz de poner aquella cara de circunstancias, incluso juntar las manos como si de rezar fuera, mientras el papa le "jalaba las orejas" por mentiroso y tirano. Hoy, no tengo la menor idea de como será la noche buena en esa isla asolada por la miseria y el despotismo, de esa panda de cuatreros y asaltadores de camino que la dirige.
Maldita Hemeroteca