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LA CASTROFE DE LA FERRETERÍA ISASI

Fue inaugurado el 24 de julio de 1897 ante diez mil personas que se dieron cita en el cementerio de Colón, en la Habana. La ceremonia fue presidida por el general Valeriano Weyler, a la sazón gobernador de la isla. // 

Sucedió la noche del sábado 17 de mayo de 1890, hacen ya 135 años. Un incendio de grandes proporciones conmocionó a la Habana, se trataba de la ferretería Isasi, ubicada entre las calles Mercaderes y Lamparilla.

Al llamado acudieron los bomberos del Comercio y el Cuerpo de bomberos Municipales, ambos con una histórica rivalidad por anotarse el mayor número de incendios sofocados. En medio de los intentos por socavar las llamas, ocurrieron dos explosiones en el interior del establecimiento que pusieron en riesgo a los bomberos al intentar impedir que las llamas se apoderaran de los edificios vecinos.

Luego se conoció las verdaderas causas del siniestro: El propietario, de nombre Juan Isasi, almacenaba en su interior considerables cantidades de dinamita. En aquella deflagración perdieron la vida treinta y nueve personas, de ellos nueve bomberos del Municipal y diecisiete del Comercio. 

El luto cubrió las casas de la ciudad, porque encima perecieron cuatro agentes del orden público, un miembro de la Marina y ocho vecinos que intentaron ayudar desinteresadamente. Por ejemplo, en el Correo Militar de Madrid se hacían eco de un cablegrama enviado por el general José Chinchilla Diez de Oñate la propia madrugada del 17 al 18, siendo estas las primeras informaciones que explicaban el suceso:

Relación de los caídos. 

«Habana, 18 de Mayo.—

A las diez de la noche pasada se declaró un incendio en la ferretería de los Sr.es. Isasi y Compañía, situada en uno de los puntos más céntricos de la población. Al acudir yo al sitio del siniestro momentos antes de mi llegada y á consecuencia de haberse inflamado alguna materia explosiva, se derrumbó el edificio enterrando en sus escombros á muchos bomberos e individuos del cuerpo de Orden público.

Son las cinco de la mañana hora en que me retiro. Una vez sofocado el incendio habiéndose extraído de entre los escombros como unos 20 muertos y muchos heridos, entre ellos algunos jefes y oficiales y seguramente habrán de encontrarse por desgracia muchos más.

Fuerzas del Ejército se ocupan de descombrar y extraer cadáveres. La consternación es grande. Creo que el entierro ha de ser una solemne manifestación de consideración y respeto á la memoria de los que fueron víctimas de su arrojo, y me propongo presidirlo. Ruego á V. E. me autorice para gasto que pueda originarse por tan triste suceso.

Tanto bomberos como Orden público, Marina y demás fuerzas del Ejército, distinguiéronse una vez más por su bizarro comportamiento, haciéndose dignos de recomendarlos á la consideración del Gobierno.

Oportunamente cuidaré también de proponer a la de V. E. la conducta observada por algunas autoridades y concejales del Ayuntamiento en esos angustiosos instantes, además de instruirse por el juzgado la correspondiente causa, dispongo la formación de expediente para averiguar las causas que han podido ocasionar tan sensible desgracia, de cuyo resultado daré cuenta á V.—Chinchilla.»

20 de mayo de 1890, El Correo Militar

Los féretros de los héroes fueron expuestos en las galerías del Palacio de Gobierno durante un día de luto. El 19 de mayo, una emotiva y multitudinaria procesión acompañó a las víctimas hacia su destino de reposo final en la Cementerio de Colón.

En la conmemoración del Día de los caídos en el cumplimiento del deber dentro de la Semana Nacional de Protección contra Incendios, se recordó la catástrofe. En su honor, se levantaría años después el conocido monumento obra del conocidísimo escultor español Agustín Querol, quien supo llevar el dolor del pueblo habanero al mármol. 

Como muestra de homenaje y gratitud, el entonces Ayuntamiento de La Habana decidió erigir sobre el panteón donde yacen casi todos los bomberos y civiles fallecidos, la magnífica obra funeraria de mármol blanco en cuya inscripción puede leerse lo siguiente: 

«El pueblo de La Habana llora su noble sacrificio, bendice su abnegación heroica y agradecido les dedica este monumento para guardar sus cenizas y perpetuar su memoria.»

Cuatro años duraron las labores hasta que fue inaugurada finalmente el 24 de julio de 1897. Cada año 17 de mayo se dirigía hasta allí una peregrinación de la cual tomó parte la infanta Doña Eulalia cuando estuvo en la ciudad, en recordación de los caídos, un acto que se mantuvo hasta bien entrada la República. Ese monumento, que consta con diez metros de altura, sigue siendo el mayor existente en toda la necrópolis de Colón en la Habana. 

Maldita Hemeroteca

Fuentes: Internet y Fotos de la Habana