martes, 17 de mayo de 2022

A 132 años de aquel terrible incendio

Relación de los caídos 

Sucedió la noche del sábado 17 de mayo de 1890 que un incendio de grandes proporciones conmocionó La Habana. Se trataba de la ferretería Isasi, ubicada en Mercaderes y Lamparilla. 

Al llamado acudieron los Bomberos del Comercio y el Cuerpo de Bomberos Municipales, ambos con una histórica rivalidad por anotarse el mayor número de incendios sofocados. En medio de los intentos por socavar las llamas, ocurrieron dos explosiones en el interior del establecimiento, situación que puso en riesgo a los bomberos a la hora de impedir que el fuego se apoderara de los edificios vecinos.

Poco tiempo después se conoció la causa del siniestro: el propietario, Juan Isasi, almacenaba considerables cantidades de dinamita en la ferretería. Murieron en total 39 personas, de ellos nueve bomberos del Municipal y 17 bomberos del Comercio. El luto cubrió las casas de la ciudad. También perecieron cuatro agentes del orden público, un miembro de la Marina y ocho vecinos que y trataban de ayudar, de manera desinteresada.

Fue inaugurado el 24 de julio de 1897 ante diez mil personas que se dieron cita en el cementerio de Colón, en la Habana. La ceremonia fue presidida por el general Valeriano Weyler, a la sazón gobernador de la isla 

Por ejemplo en el Correo Militar de Madrid se hacían eco de un cablegrama enviado por el General Chinchilla en la propia madrugada del 17 al 18, siendo las primeras informaciones que explicaba el suceso de la siguiente forma:

«Habana, 18 de Mayo.—A las diez de la noche pasada se declaró un incendio en la ferretería de los Sr.es. Isasi y Compañía, situada en uno de los puntos más céntricos de la población. Al acudir yo al sitio del siniestro momentos antes de mi llegada y á consecuencia de haberse inflamado alguna materia explosiva, se derrumbó el edificio enterrando en sus escombros á muchos bomberos e individuos del cuerpo de Orden público.

Son las cinco de la mañana hora en que me retiro. Una vez sofocado el incendio habiéndose extraído de entre los escombros como unos 20 muertos y muchos heridos, entre ellos algunos jefes y oficiales y seguramente habrán de encontrarse por desgracia muchos más.

Fuerzas del Ejército se ocupan de descombrar y extraer cadáveres. La consternación es grande. Creo que el entierro ha de ser una solemne manifestación de consideración y respeto á la memoria de los que fueron víctimas de su arrojo, y me propongo presidirlo. Ruego á V. E. me autorice para gasto que pueda originarse por tan triste suceso.


Tanto bomberos como Orden público, Marina y demás fuerzas del Ejército, distinguiéronse una vez más por su bizarro comportamiento, haciéndose dignos de recomendarlos á la consideración del Gobierno.

Oportunamente cuidaré también de proponer a la de V. E. la conducta observada por algunas autoridades y concejales del Ayuntamiento en esos angustiosos instantes, además de instruirse por el juzgado la correspondiente causa, dispongo la formación de expediente para averiguar las causas que han podido ocasionar tan sensible desgracia, de cuyo resultado daré cuenta á V.—Chinchilla.»

20 de mayo de 1890, El Correo Militar

Es el mas alto e impresionante de todos los monumentos de esa necrópolis Habanera 

En la conmemoración del Día de los caídos en el cumplimiento del deber dentro de la Semana Nacional de Protección contra Incendios se recordó la catástrofe. En su honor se levantaría años después el conocido monumento encargado al conocidísimo escultor español Agustín Querol, quien supo llevar el dolor del pueblo habanero al mármol. 

Como muestra de homenaje y gratitud, el entonces Ayuntamiento de La Habana decidió erigir sobre el panteón donde yacen casi todos los bomberos y civiles fallecidos, la magnífica obra funeraria de mármol blanco en cuya inscripción puede leerse lo siguiente: 

«El pueblo de La Habana llora su noble sacrificio, bendice su abnegación heroica y agradecido les dedica este monumento para guardar sus cenizas y perpetuar su memoria.»

Unos cuatro años duraron las labores y fue inaugurada finalmente el 24 de julio de 1897. Hasta allí se dirigía una peregrinación cada 17 de mayo, de la cual tomó parte la infanta Doña Eulalia cuando estuvo en la ciudad, en recordación de los caídos; dicho acto se mantuvo hasta bien entrada la República.

Memorias

Fuentes: Internet y Fotos de la Habana

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