jueves, 26 de mayo de 2022

La fortuna de emigrar a las islas Canarias.


En las islas Canarias no se agarra el autobús para ir a trabajar, como se suele hacer en buena parte de España, aquí se "coge la guagua". Como tampoco se come cacahuete si no maní y la basura no se tira, se bota. De hecho muchos médicos isleños no te aconsejan que te tomes determinada píldora para calmar un malestar, te dicen... "mándatela cuanto antes".

Para sorpresa de algún despistado, podría dar la impresión de que en vez de España acaba de llegar a Cuba. Incluso hasta la santería Cubana ya no es una práctica tan aislada como pudiera parecer. Y aunque sigue siendo una religión minoritaria, cada vez se hace más visible en las Islas y son más los que la profesan.

Sobre esto ultimo, la ciencia antropológica define la santería ha estado presente en Tenerife desde que existen lazos con Cuba, su punto de origen. Primero, con el flujo emigratorio durante el siglo XVIII; luego, con la consolidación en el XX a raíz de la inmigración.

Este ritual, relacionado con la religión afrocubana llevada a la Perla del Caribe por los esclavos africanos, se ha arraigado en Canarias y en Tenerife desde los años ochenta del siglo pasado. Muchos tinerfeños que emigraron a América la profesan y otros tantos cubanos que vinieron, también. Por eso no es extraño que se haya extendido por la Isla.

Especie de Nganga del rito Palero (Palo Mayombe). Foto de Vecindario, Las Palmas de Gran Canaria. 

En Canaria, explica la doctora en antropología Grecy Pérez Amores de la Universidad canaria de "La Laguna", la santería llegó desde el siglo XVIII pero comenzó a fortalecerse y a hacerse más visible a finales del siglo XX. 

Desde las islas llegaron a Cuba y Venezuela muchas prácticas desde Canarias, como el curanderismo, allí se mezclaron con la santería y luego los canarios trajeron la Osha de regreso a las islas, aunque, «la practicaban con precaución y a escondidas»

En el contexto de la zafra de la caña en la que los canarios trabajan y conviven con los negros, tal y como se describió anteriormente, Juan Camacho va a conocer a Juana Candela, una iyawó con la que se inicia en la religión yoruba y de la que acaba enamorándose. Las referencias en la novela a las religiones afrocaribeñas están cargadas de juicios de valor que condicionan su tratamiento y percepción como esencialmente malas.

En la primera mención a estos cultos podemos leer: “Hablaron los cronistas de las teorías que algunos emigrantes desalmados importaron del vudú y la macumba, de los cultos africanos que prendieron en las Antillas y desde allí fueron traídos por seres que sembraron en la isla la semilla de la fe errada”.

Este enfoque, que persiste hasta el final, funda una división jerárquica entre diferentes espiritualidades desde una perspectiva eurocéntrica que impide la comprensión histórica y cultural de las religiones afro-caribeñas practicadas en la actualidad por gran parte de las poblaciones de las Antillas y otras partes de América (y Canarias), traídas por los esclavos negros de África y sincretizadas con el catolicismo con el fin de dar continuidad a una fe prohibida y castigada por el Santo Oficio.

Despreciar la espiritualidad de los antiguos esclavos por miedo o desconocimiento es una manifestación de la colonialidad. 

El peligro del fanatismo puede arraigar en las religiones afrocaribeñas de igual manera que lo hace de facto en el resto de religiones, incluida la católica, y en el resto de prácticas y creencias espirituales. Da la sensación de ser descrito desde el estudio de frías, y a veces inexactas, fuentes bibliográficas sin querer hacer un esfuerzo por comprender el significado que estas religiones tienen para los sujetos que las viven y las practican. 

Para ejemplificar esto, basta leer lo siguiente:

“Los diablos atenazan su mente: estás sometido a los vaivenes de los dioses congos y yorubas, fuerzas terribles que matan si reciben burla en vez de sacrificio, pues Oxalá-Jesucristo desea una cabra o paloma sin mancha; a Yemanyá-María has de considerarla dueña del mar […]; Changó-San Jerónimo es el hijo del relámpago y viene con su hacha de oro para romper los maleficios que traban los hombres […]; Ochún-Santa Catalina reina en los arroyos y cascadas […]; Ogúm-San José viene montado en su caballo blanco […]”.
"Cuando esta religión hace uso del espacio público para sus rituales, a los que no están habituados en Canarias, se producen conflictos de interpretación, relacionándola con magia negra e incluso con cultos demoníacos, y haciéndoles responsables de una serie de eventos que no tienen que ver con sus prácticas”, asegura la antropóloga Perez
La descripción despiadada, cruel y temerosa que se hace de los Orishas poco tiene que ver con la sensibilidad religiosa de aquellos que practican la religión yoruba, y las menciones a las sincretizaciones de los santos parece no coincidir con la realidad, ya que en Cuba se sincretiza Yemayá con la Virgen de Regla, Changó con Santa Bárbara, Oxalá (también denominado Obatalá) con la Virgen de las Mercedes, Ochún con la Virgen de la Caridad del Cobre y Oggún con San Pedro.

El tratamiento de las santiguadoras isleñas

La sociedad canaria de finales de los 70 que se describe en la novela cuenta con una cultura popular que tiene una fe profunda en las creencias y prácticas de las santiguadoras y las curanderas. Y a través de personajes como Cha Josefa o Juana la del Carrizal, se nos va a introducir en esa realidad etnográfica de las Islas.

Tienda de artículos Iyabó en Vecindario, Las Palmas de Gran Canaria.

La descripción prolija de rezados, prácticas y pócimas de las santiguadoras, que curan el empacho o el pomo virado, arreglan la mala suerte o realizan amarres, responde a algunas de las prácticas de las llamadas santiguadoras, capaces tanto de quitar el mal de ojo a un bebé como de ejercer, potencialmente, el mal sobre una persona.

Los que acuden a ellas son gentes de todos los estratos sociales, desde abogados a campesinos.

Pese a su importante presencia, en las islas se sigue asociando santería a lo malo, a la brujería, explica Grecy Pérez Amores, porque «hace dos funciones, sanar y causar daño», mientras que, por contra, «el cuaranderismo se ve como bueno, porque sana».

Desde el punto de vista de las normativas medioambientales, algunas prácticas son consideradas como atentados al medio ambiente y un claro ejemplo está en el uso de montes, costas y espacios protegidos para colocar ofrendas y realizar distintas ceremonias, apunta. En este sentido, recuerda la aparición de lenguas de vacas clavadas en un parque de Tacoronte, en Tenerife, que generó un gran revuelo mediático, o el cierre de una playa, también de Tenerife, por la aparición de animales muertos.

Especialmente llamativo, dice la antropóloga, es que con los venezolanos y cubanos la santería se ha mercantilizado. «Muchos antes de emigrar se iniciaban en la santería para ya en las islas tenerla como un modo de vida», por eso, dice, en los últimos años han proliferado las tiendas de objetos de santería, donde, además, los santeros ofrecen sus servicios.

Fuentes de Internet.

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